Tengo 39 años. A mi edad, hay situaciones que las puedo bancar. Y otras no. Sé que en este tiempo que vivimos cuesta creer en la palabra, pero soy de los que creo en la palabra empeñada. Entonces, cuando a uno le fallan sabe lo que tiene que hacer. Hay que irse. Saladero para mí fue mucho y al hincha del club no le tengo que recriminar nada. Los hinchas me conocen y yo a ellos. Pero con algunas personas de Saladero, fue el fin de un tiempo. Cuando determinadas situaciones llegan a un límite, uno dice basta y se va. Es lo que me pasó a mí. Lo pensé lo suficiente. Tampoco había mucho que pensar».
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Con el sentir a cuesta por el barrio. Y el «Topo» de la bronca tamién.
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«En Saladero hubo gente que me traicionó; por eso me fuí. Habló de tres personas y no tengo problemas en mencionarlas. «Chupete» Espíndola, es dirigente y en Saladero nadie lo quiere. Muchos en el club se fueron por él. Otro caso es el de Mendietta, sí, el «Cacho» Mendietta, el técnico. Frente a una decisión de los dirigentes, no me respaldó.
Lo puso a Pertuzatti contra Ferro, pese a que no estaba en condiciones físicas. Prefirió atender el pedido de los dirigentes. Mendietta me defraudó. Yo soy un jugador que juega al límite. Que no se guarda nada y da todo. Salgo de la cancha con la camiseta traspirada. Me gusta ser así, porque siempre fue así. Parece que a algunos dirigentes de Saladero eso no le gusta. Parece que darlo todo es un mal ejemplo. O una actitud que no sirve. Si quieren que juegue a las muñecas, me voy para mi casa. Pero en la cancha, no. El año pasado me expulsaron contra Gladiador en cancha de ellos. Empatamos 3 a 3. Al juez le dije de todo, porque me calenté. Pero ahí terminó la historia. Lo que uno dice en la cancha, queda en la cancha. Los dirigentes de Saladero me juzgaron por esa actitud. Adentro soy un guerrero, en la vida un ser humano que trata de buscar lo mejor para el otro. Nadie me enseñó a ser egoísta».
«AL QUE FALTABA EL RESPETO LO SACÁBAMOS DEL PARTIDO»
«En Saladero a nivel de formativas, la búsqueda fue una: más allá de la condición de jugadores, trasmitir determinados valores a los jugadores. Sobre todo, remarcar la importancia del estudio. Y en la cancha, el respeto hacia el compañero. Al que faltaba el respeto, lo sacábamos del partido. Bien claros: el que puteaba se iba. Ahora que me fui del club, no pocos padres me llamaron. Primero que nada, para lamentar mi ida, pero también de principio, pidiéndome que me quedara. Son cosas que marcan en la vida y a uno le hacen bien. Es reconocer uno, que no estaba errado en la prédica, y que mucho más allá de un jugador, existe un ser humano al que es necesario contemplar. Muchas veces los jóvenes son acusados, ¿pero qué hacemos por ellos?. Detrás de determinadas actitudes, hay razones que no conocemos. No me gusta el término «inferiores», son formativas. El fútbol es complicado para trascender bien arriba. De 100, llega uno. Cuatro jugadores del área juvenil de Saladero fueron un tiempo atrás a mostrarse en Peñarol de Montevideo: Sebastián Correa, Facundo Píriz, Agustín Cardona y Andrés Píriz. Los padres de los jugadores hicieron frente al pasaje. Y son padres de trabajo duro, en algunos casos de sol a sol y sin embargo fueron parte del esfuerzo, por esa ilusión respecto a los hijos. Me cansé de pedirles una mano a los dirigentes de Saladero. Fui llamando una y otra vez. Me dieron la espalda. Eso me dolió. Miraron para otro lado. Yo no agarraba un peso. La ilusión que tenía era por esos jugadores y por algún beneficio futuro para el club. En esto del fútbol y la vida, hay que reconocer los errores. Yo he tenido errores, los he reconocido. Reconocerlos, primero que nada, es una manera de no volver a caer en ellos. Por aquello de que hay que evitar tropezar dos veces con la misma piedra. En el fútbol hay que ser inteligente para manejar situaciones, fuera y dentro de la cancha. Pero en la cancha, darlo todo. El que no da todo, está siendo deshonesto con el club, pero sobre todo, consigo mismo. No banco al que no da todo. Y eso es lo que no entienden algunos dirigentes de Saladero. Nunca lo entenderán, hasta por una cuestión de capacidad que simplemente no tienen».
«ME GUSTAN LOS EQUIPOS DE BARRIO…PORQUE TENGO EL BARRIO EN LA SANGRE»
«Tengo familiares en Cerro y de hecho mi suegro, José Pedro Kurowsky, tiene que ver con la historia de los últimos años. Es un apellido vinculado al club. Solo digo que me gustan los equipos de barrio, porque tengo el barrio en la sangre. Las lonjas, el tambor, el grito del hincha…eso es un equipo de barrio. Voy a Cerro a sumar. No voy con la camiseta de titular. En el fútbol a veces hay que ser carpintero. Hay que saber hacer banco. Por sobre todo, soy un apasionado del fútbol. Siempre lo sentí y lo siento de una manera especial. Cuando termina la temporada, puedo parar dos semanas, pero después arranco. Me gusta entrenar, además para sentirme bien. Pertenezco a una generación que fue conciente de los cuidados personales. Por eso con 39 años, sigo jugando. ¿O por qué se creen que Wilson Núñez jugó el año pasado con 43?. No es casualidad que el «Chancho» Guglielmone haya ido a Ferro con 39. Venimos de la vieja escuela. Cuando éramos adolescentes, no teníamos celular, ni facebook, ni MP3. Era jugar y era el esfuerzo. Pero además, en mi caso, las ganas están. Las ganas son las de siempre».