El drama de las inundaciones que vuelve a castigar particularmente al departamento de Durazno por estos días, replantea uno de los problemas endémicos del Uruguay: el de la vivienda.
Un tema en el que incluso el primer gobierno frenteamplista que está culminando por nuestros días ha reconocido que no alcanzó las metas anunciadas.
Es uno de los temas más difíciles de solucionar sin lugar a dudas, porque es una rama del frondoso árbol de la pobreza y de los que más recursos requiere.
Quienes viven al borde de ríos y arroyos, desafiando en buena medida el riesgo de las crecientes, no son las familias “pudientes”, sino todo lo contrario, salvo algún caso especial.
Cuando esto decimos recordamos que el Intendente Cr. Eduardo Minutti había elegido construir su vivienda en la esquina de 8 de Octubre y Amorim, a sabiendas que en determinadas circunstancias sería desalojado por la creciente del Sauzal.
Pero nadie puede dudar de que el Cr. Minutti era también una persona especial en este sentido y de allí que jamás se lamentó cuando fue desalojado –más de una vez – por la crecida del río.
Pero lo que interesa es el problema masivo y no admitimos que la situación sea exactamente la misma o aún se agrave con el paso del tiempo.
En Salto, por ejemplo, existen suficientes lugares, incluso de propiedad municipal donde realojar estas familias, en parte al menos se lo está haciendo, pero en la misma línea de acción debe vigilarse celosamente que nadie se instale en los mismos lugares inundables de donde fue necesario erradicar a estas familias.
Hacer lo uno sin lo otro, sería despilfarrar el dinero y los bienes de la comunidad, porque estaremos en un “círculo vicioso” de nunca acabar.
En cambio de encarar una solución seria, responsable, centrada en el aspecto humano, más que en otros, estamos seguros que los frutos serían otros.
No se trata sólo de sacarlos de allí y llevarlos a un lugar no inundable. Se trata de hacer planes profundos, estudiar su situación social, su forma de vida, su arraigo a la zona, porque son todos aspectos que influyen junto a la vivienda para que esas familias acepten su traslado de buena manera.
A menudo escuchamos que a algunas de ellas, se les ha dado “canasta de construcción” y en algunos casos viviendas, que terminan malvendiendo a veces para consumir bebidas alcohólicas o drogas.
Conocemos de estos casos, pero también sabemos que han sido excepciones y es probable que también merezcan una atención distinta, pero no excluyente. Es probable que a gente con esta problemática lo mejor no sea darles una vivienda, sino concedérselas en usufructo.
Son solo algunos aspectos que consideramos dignos de evaluar a la hora de analizar la temática a fondo.
