Juvenal Gautrón y María Chacón. Y un Vivero Gautrón con 111 años de vida.
Una historia llena de luz, colores y sobre todo de aromas.
Muy particular, y única en el departamento. Con un nivel increíble y esmerado de labor por parte de sus principales y del conjunto de personas que todavía lo transitan.
Un orgullo para Salto, que su trayectoria, brille por donde caminemos.
Dialogamos con Margarita, la persona que aún lleva en su corazón y en su sangre, el esfuerzo de muchos años y de un magnífico futuro:
“El Vivero Gautrón se llamó hasta el año1952, Casa Esteban Gautrón, con la llegada de mi abuelo Esteban y sus padres, desde Francia, siendo aún muy niño.
Cuando nace su hermana menor en Salto, se vuelve la familia a Francia, donde él estudia y vuelve solo al Uruguay, a los veinte años.

Conociendo ya el clima de Salto, lo vio al departamento, apto para los cultivos que se trabajaban acá y sabía lo que quería, instalándose en nuestro departamento con la cría de patos, en el año 1800 y tantos.
¿Cuándo se instala con el Vivero?
Se instala directamente en Rodó y Apolón, con el Vivero en 1903.
En primera instancia con citrus y frutales, con una impresionante variedad, que ya a los 16 años del comienzo, estaba ganando las mejores medallas y premios en el Prado en Montevideo.
Pienso que mi abuelo no solamente fue importante porque trajo los naranjos, sino por lo que fue haciendo y brindando a la citricultura. Por la forma de trabajo, preparando gente en lo que fue el cultivo y cómo se hacía el injerto.
La navaja que les daba era afilada por él, todavía conservo la piedra con la que se realizaba ese afilado(a un costado de la estufa). La rafia natural, el cajoncito completo con todo, en fin, lo que necesitaban para la tarea.
Contaba con cien empleados, con un monte de naranjos que al principio no se los pagaban: él se los daba plantado al interesado y lo pagaban cuando comenzaban a fructificar, y tomemos en cuenta que la planta de naranjos, demora más o menos, de ocho a diez años para estar en plenitud.
Pero como él, que las plantaba, sabía, no tenía ningún miedo de no cobrar, porque estaba encima de eso.
Así como trajo en primera instancia los citrus, llegó a traer treinta y siete variedades de camelias. Así como magnolias, azaleas, etc.
Todo lo que hoy importamos de Brasil, se hacía en casa, de manera que cuando un japonés, hace treinta años en Concordia, se dio cuenta que estaban trayendo las variedades de azaleas a Buenos Aires importadas de Europa, mi abuelo había exportado a Buenos Aires en forma permanente, azaleas, camelias y Santa Rita.
También estaba la plantación de cinco tipos de aceitunas, donde se realizaba el aceite.
¿Cómo se organizaban con la exportación?
No había recipientes. Había que encontrar en Montevideo todo tipo de latas de aceite, de tomates, etc, para poder reciclar y se las traía en barco. Montes de caña para poder exportar, que desde el año 20, se hacía.
Había un taller mecánico instalado en el vivero, también una herrería, y todo para arreglar allí en el lugar lo que se necesitaba.
Se cultivaba la paja para poder embalar los naranjos, ya que se vendían en terrón con la paja por fuera con la idea de poder bañarlos. No como ahora que le ponen un nylon y a los pocos días esta marchita la planta. Fueron tantas cosas bien organizadas e hilvanadas que yo no podría contarte el paso a paso.
¿Quiénes trabajaban?
Los cinco hijos con papá y también estudiando todo lo que podían: mi tía Matilde, Sara que queda con la florería hasta el año ´56, y hasta ahí casi toda la flor era producida en el vivero, se juntaban en ese tiempo de a veinte cajones con noventa variedades de rosas.

Lo que es el barrio Gautrón hoy, estaba todo cultivado con rosas.
Mi tía Orfilia, se ocupaba del escritorio con sus dos hermanos: Gilberto y mi padre Juvenal, nacido en 1912.
En la juventud de ellos, se enviaba a todos los departamentos los frutales, rematando todo una vez por mes.
La lista de precios se hacía dentro del vivero en mi miógrafo, ya en el mes de marzo, estaba todo pronto, con la producción que había.
Se encañaba toda la planta, con treinta variedades, asi fuera de camelias, azaleas, Santa Rita, con la lata arreglada, además de todos los gladiolos, que había todo el año, ya que se plantaban entre medio de los olivos, y de naranjos. Las rosas estaban presentes todo el año, también.
¿Cuándo toma conciencia usted del vivero?
Nací en el año ´39, y ya vi todo eso armado. Con los frutales, grafioles, cerezos, almendros, conocí de chica variedades que se han perdido. Con ocho años, me fui a Montevideo con papá, ocupándose él, de vender a los diez revendedores que había y de mandar las latas, juntando en los latifundios y las bolsas de lana que tenía que embarcar desde allá. Pero era tanto lo que se producía acá de flores que hasta la fruta, como el quinoto, que se lo sacaban de las manos, iba al ORO del RIN, una famosa confitería en Montevideo, para hacer la fruta abrillantada.
Cuando tenía yo diez años, conocí a dos holandeses que iban a venderle a papá los gladiolos. Y las medidas que tenían para vender 6-8, 8-10, 10-12, y eran éstas la que compraban en casa.
Todo lo que se cultiva hasta ahora en la actualidad, se prueba cómo cultivarlo. En distinto terreno, con distinta temperatura, y en distinto tiempo, esto es norma del abuelo, que fallece en el ´52, lo hacen responsable del vivero a papá, que fallece luego en el ´56, estando nosotros en Montevideo.
¿A partir de aquí, se responsabiliza su mamá de la empresa?
Tuvimos que venirnos con mamá a Salto, poniéndole cara al vivero, yéndonos a vivir allí. Y de ahí en más éste, siguió con las mismas normas como hasta ahora.
Produciendo y comprando exactamente igual, vendiendo igual a las mismas firmas. Mamá desde el ´56 al año ´80, trabajó sola. ¡Fue titánico!
Nos vinimos, le compramos la florería a la tía Sara, para quedarnos aquí en el centro, porque era tristísimo instalarse en el lugar de papá, sin él.
Éramos todos adolescentes estudiando, y llega el momento en que mamá se enferma, por motivos de presión, entonces en mi caso, termino la carrera de profesorado de francés, y me vuelvo a Salto.
Es ahí cuando mamá compra la casa de la florería en calle Lavalleja, donde estamos actualmente, brindándonos sus ventajas: Una historia llena de luz, colores y sobre todo de aromas.
Muy particular, y única en el departamento. Con un nivel increíble y esmerado de labor por parte de sus principales y del conjunto de personas que todavía lo transitan.
Un orgullo para Salto, que su trayectoria, brille por donde caminemos.
Dialogamos con Margarita, la persona que aún lleva en su corazón y en su sangre, el esfuerzo de muchos años y de un magnífico futuro:
“El Vivero Gautrón se llamó hasta el año1952, Casa Esteban Gautrón, con la llegada de mi abuelo Esteban y sus padres, desde Francia, siendo aún muy niño.
Cuando nace su hermana menor en Salto, se vuelve la familia a Francia, donde él estudia y vuelve solo al Uruguay, a los veinte años. Conociendo ya el clima de Salto, lo vio al departamento, apto para los cultivos que se trabajaban acá y sabía lo que quería, instalándose en nuestro departamento con la cría de patos, en el año 1800 y tantos.
¿Cuándo se instala con el Vivero?
Se instala directamente en Rodó y Apolón, con el Vivero en 1903.
En primera instancia con citrus y frutales, con una impresionante variedad, que ya a los 16 años del comienzo, estaba ganando las mejores medallas y premios en el Prado en Montevideo.
Pienso que mi abuelo no solamente fue importante porque trajo los naranjos, sino por lo que fue haciendo y brindando a la citricultura. Por la forma de trabajo, preparando gente en lo que fue el cultivo y cómo se hacía el injerto.
La navaja que les daba era afilada por él, todavía conservo la piedra con la que se realizaba ese afilado(a un costado de la estufa). La rafia natural, el cajoncito completo con todo, en fin, lo que necesitaban para la tarea.
Contaba con cien empleados, con un monte de naranjos que al principio no se los pagaban: él se los daba plantado al interesado y lo

pagaban cuando comenzaban a fructificar, y tomemos en cuenta que la planta de naranjos, demora más o menos, de ocho a diez años para estar en plenitud.
Pero como él, que las plantaba, sabía, no tenía ningún miedo de no cobrar, porque estaba encima de eso.
Así como trajo en primera instancia los citrus, llegó a traer treinta y siete variedades de camelias. Así como magnolias, azaleas, etc.
Todo lo que hoy importamos de Brasil, se hacía en casa, de manera que cuando un japonés, hace treinta años en Concordia, se dio cuenta que estaban trayendo las variedades de azaleas a Buenos Aires importadas de Europa, mi abuelo había exportado a Buenos Aires en forma permanente, azaleas, camelias y Santa Rita.
También estaba la plantación de cinco tipos de aceitunas, donde se realizaba el aceite.
¿Cómo se organizaban con la exportación?
No había recipientes. Había que encontrar en Montevideo todo tipo de latas de aceite, de tomates, etc, para poder reciclar y se las traía en barco. Montes de caña para poder exportar, que desde el año 20, se hacía.
Había un taller mecánico instalado en el vivero, también una herrería, y todo para arreglar allí en el lugar lo que se necesitaba.
Se cultivaba la paja para poder embalar los naranjos, ya que se vendían en terrón con la paja por fuera con la idea de poder bañarlos. No como ahora que le ponen un nylon y a los pocos días esta marchita la planta. Fueron tantas cosas bien organizadas e hilvanadas que yo no podría contarte el paso a paso.
¿Quiénes trabajaban?
Los cinco hijos con papá y también estudiando todo lo que podían: mi tía Matilde, Sara que queda con la florería hasta el año ´56, y hasta ahí casi toda la flor era producida en el vivero, se juntaban en ese tiempo de a veinte cajones con noventa variedades de rosas.
Lo que es el barrio Gautrón hoy, estaba todo cultivado con rosas.
Mi tía Orfilia, se ocupaba del escritorio con sus dos hermanos: Gilberto y mi padre Juvenal, nacido en 1912.
En la juventud de ellos, se enviaba a todos los departamentos los frutales, rematando todo una vez por mes.
La lista de precios se hacía dentro del vivero en mi miógrafo, ya en el mes de marzo, estaba todo pronto, con la producción que había.
Se encañaba toda la planta, con treinta variedades, asi fuera de camelias, azaleas, Santa Rita, con la lata arreglada, además de todos los gladiolos, que había todo el año, ya que se plantaban entre medio de los olivos, y de naranjos. Las rosas estaban presentes todo el año, también.
¿Cuándo toma conciencia usted del vivero?
Nací en el año ´39, y ya vi todo eso armado. Con los frutales, grafioles, cerezos, almendros, conocí de chica variedades que se han perdido. Con ocho años, me fui a Montevideo con papá, ocupándose él, de vender a los diez revendedores que había y de mandar las latas, juntando en los latifundios y las bolsas de lana que tenía que embarcar desde allá. Pero era tanto lo que se producía acá de flores que hasta la fruta, como el quinoto, que se lo sacaban de las manos, iba al ORO del RIN, una famosa confitería en Montevideo, para hacer la fruta abrillantada.
Cuando tenía yo diez años, conocí a dos holandeses que iban a venderle a papá los gladiolos. Y las medidas que tenían para vender 6-8, 8-10, 10-12, y eran éstas la que compraban en casa.
Todo lo que se cultiva hasta ahora en la actualidad, se prueba cómo cultivarlo. En distinto terreno, con distinta temperatura, y en distinto tiempo, esto es norma del abuelo, que fallece en el ´52, lo hacen responsable del vivero a papá, que fallece luego en el ´56, estando nosotros en Montevideo.
¿A partir de aquí, se responsabiliza su mamá de la empresa?
Tuvimos que venirnos con mamá a Salto, poniéndole cara al vivero, yéndonos a vivir allí. Y de ahí en más éste, siguió con las mismas normas como hasta ahora.
Produciendo y comprando exactamente igual, vendiendo igual a las mismas firmas. Mamá desde el ´56 al año ´80, trabajó sola. ¡Fue titánico!
Nos vinimos, le compramos la florería a la tía Sara, para quedarnos aquí en el centro, porque era tristísimo instalarse en el lugar de papá, sin él.
Éramos todos adolescentes estudiando, y llega el momento en que mamá se enferma, por motivos de presión, entonces en mi caso, termino la carrera de profesorado de francés, y me vuelvo a Salto.
Es ahí cuando mamá compra la casa de la florería en calle Lavalleja, donde estamos actualmente, brindándonos sus ventajas:
¿Llegó Salto Grande, marcando un antes y un después?
Exactamente. Ganamos la licitación de jardines y la primera solicitud, en concreto, era enjardinar el barrio La Bianca en Concordia, por medio de un contrato.
Tener un vehículo propio, especial, para el traslado de mamá, con cinco empleados, con un puente provisorio, y en escasas horas, era difícil.
Es allí cuando mi esposo Bismarck, (con el cual, contraje matrimonio en el año ´65,) le propone hacerse cargo de realizar el trabajo, todo por cuenta del Vivero.
Luego se siguió por desmontar la parte del lago (pasando a la izquierda, el acceso al puente de Salto Grande, del lado Uruguayo, camino al lago), ya que estaba ocupado por un monte de naranjos, propiedad del Sr. Borba.
Asi siguió trabajando el Vivero Gautrón, con el comienzo de algunas nanas de mamá en el año ´82, una diabetes alta y un régimen estricto de comidas. Comienza a llegar gente de Montevideo, llevándose los injertadores de naranjos, luego vino la cochinilla roja, y no dejaban embarcar nada del lugar proveniente. Luego llega para instalarse el cangro, con cinco kilómetros a la redonda, sin plantación. Perjudicando enormemente a Salto.
Pero peor era saber que el cangro no se combatía. A partir de allí, nos desentendemos del tema del citrus y seguimos solamente con jardines.
¿Cómo fue la llegada de finitiva desde Montevideo de la familia?
La traje a mamá para Salto, para poder cuidarla mejor y me dijo: “me pusiste dentro de una jaulita de oro”. Pienso que no le hizo bien venirse, tenía para ello que dejar todo su mundo y su actividad.
En ese intervalo fallece mi hermana Lilian, y fue muy difícil para mamá recuperarse.
El tema era que la diabetes avanzaba y aunque hubo muchos cuidados de parte de todos, lamentablemente, fallece en el año 1991.
A partir de allí, nos hacemos cargo mi esposo y yo de toda la empresa, ya que en herencia y además de trabajarlo yo con ella siempre, el vivero era de mamá.
El valor y la constancia de que el vivero siguiera, es solamente de ella, con diez quintas, cien hombres, dos hijas jóvenes y todo lo que eso conlleva, ¡había que hacerlo! Fue algo muy grande, lo que realizó.
¿En el vivero actualmente ha cambiado algo?
Sigue todo igual, con un poco menos de personal, pero nada se puede hacer en la tierra sin gente para trabajarla.
¿Qué significó y qué significa el Vivero Gautrón para usted?
El saber trabajar, valorar el esfuerzo, porque nada sin esfuerzo lo vas a lograr, y la conducta. La de cumplir, de estar todos los días y la de saber.
Cuando fui a trabajar por primera vez a la quinta, a los cinco días, me trajeron para acá de vuelta. Mencioné al llegar: “pero esto está lleno de pasto”. Me echaron…!!
No quería ir más, hasta que mi tío, mantiene una conversación conmigo, haciéndome entender, que todo tenía su tiempo. Ya que los empleados descuidaron lo que estaban haciendo: “porque llego Margot y comentó que estaba todo con pasto”, dijeron.
¿Qué espera de aquí en más?
Tratamos siempre de ponernos al dia, absolutamente en las variedades que interesan, se modernizan y entre tanto, seguiremos produciendo.
Cada dos o tres años, cambia la moda, el boom de la producción: puede estar en primer lugar la planta de interior, o la planta de jardín, o pueden ser los plantines.
Y para eso hay que estar al dia.
¿Cuáles son los familiares que la acompañan hoy en este trayecto?
Mis tres hijos: Germán, Janine, y Denise.
Ojala, puedan recibir este logro y alguno de ellos lo traduzca. Si le sirve que lo haga, y lo sepa aprovechar.
¿Cuáles han sido sus satisfacciones?
Tuve la oportunidad de conocer desde mis 10 años, a personas muy lindas, como Santero, Fornaro, Lavechia, y más. Empresarios que venían todos los años a ver la producción y la querían mucho a mamá.
Con toda esta referencia y experiencia, pasado mucho tiempo, llevó a realizar todo un trabajo en Ciudad Jardines, uno de los más costosos e importantes para Montevideo, pero consideramos que fue un logro muy grande, con una enorme satisfacción de darle punto a lo que tanto costó producir desde 1903”.