Cuando oigo a los candidatos presidenciales invocar a Dios, ya sea para armonizar sus enseñanzas o sus ideas o para separarlo totalmente de las decisiones de los hombres, me parece no sólo una falta de respeto, sino un absurdo intento de recurrir a “afiliarlo” a determinadas propuestas o ideologías, que suelen estar muy lejos de sus verdaderos planes.
Hemos escuchado en este sentido, justificación de afirmaciones similares provenientes de acérrimos agnósticos.
No me gusta. No es serio. ¡Ojalá el pueblo sepa notarlo!..
En el centro de la cuestión se pone el aborto y como ya lo dijéramos reiteradamente en estas columnas, en lo personal no compartimos el aborto, porque la cuestión es el derecho a la vida y no la forma de quitársela a nadie.
Ahora bien, quien dice defender la posición antiaborto, y hace de la familia la razón y motivo de su existencia, debería de mostrarnos, con hechos, no con palabras mentirosas, que esto es mucho más que un argumento electoral, un desesperado intento de sumar votos, porque en el Uruguay hasta el día de hoy el aborto es delito, no está permitido, con lo que tendríamos que deducir que la vida está defendida, que todo los niños tienen condiciones dignas para vivir desde que son concebidos y no es precisamente esta realidad que hemos visto siempre desde décadas atrás.
Hay una cuestión social que rompe los ojos. Aún con el mejoramiento, que nadie puede negar, de las condiciones de vida de las clases más necesitadas, todavía hay, mucha pobreza, mucha indignidad en los sectores de la infancia más pobre.
Tenemos problemas sociales muy importantes, un alto nivel de delincuencia, que algunos gustan en llamar “inseguridad” y en ella hallamos cada vez más, adolescentes, casi niños. En su mayoría provienen de familias destruidas, separadas, quebradas económicamente, porque generalmente son los niños los que pagan las peores consecuencias de estas situaciones.
Pero son también producto de la política del “hacé la tuya”. Dejados de lado y olvidados por la “sociedad”, cuando aprenden a valerse por si mismos, así sea mediante un arma, no dudan que ese es el camino que le han mostrado.
Hay rencor en ellos, hay una absoluta falta de solidaridad, Hay falta de respeto por los bienes ajenos, incluida la vida, porque no importa de quien o quienes sean los bienes, lo único que importa es cómo puedo sacárselos, porque “tener es poder”.
Cuando conocemos sus andanzas los “incineramos”, tildándolos de feroces asesinos, infanto juveniles y demás, como si nosotros, hombres y mujeres inmaculadas, nada tuviéramos que ver en el tema, pero ¿quién o qué los llevó a este camino?.
Nosotros, nuestra hipocresía, que felizmente ya convence a pocos ingenuos creyentes.
Tentarnos con la zanahoria que el carrero ata a un palo para que cuelgue delante del burro y “motive” a éste alcanzarla, es una estrategia que ya no convence a nadie.
¿Se entiende verdad?..
No usemos a Dios como carnada del balotage
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