Una nota exclusiva de JUANJO ALBERTI, desde Montevideo
RUMBAS y MAMBOS AL POR MAYOR
Veía sus películas en el viejo y querido Cine Edison de la calle Garibaldi y Guaviyú. En las cabalgatas de cintas de las recordadas matinés que comenzaban a las doce y media del mediodía y no se sabía a que hora culminaba la exhibición. Década de los cincuenta y en la pantalla grande estaban figuras argentinas consagradas que llegaban al corazón de los espectadores. Desde el inefable Luis Sandrini, Pepe Arias, Niní Marshall «Catita», Olinda Bozán, Los Cinco Grandes del Buen Humor, Juan Carlos Thorry, Alfredo Barbieri, Alberto Castillo, a Amelita Vargas, y tantos, tantos otros. Justamente, entre esas luminarias, Amelita brilló en muchas producciones; ésta sensacional estrella cubana que se afincó por esas cosas de la vida en la vecina orilla, residiendo allí hasta sus últimos días. Vivió 91 años siempre en Barrio Norte del Gran Buenos Aires, dejando rumbas y mambos al por mayor en su pasaje por el cine, el teatro de revistas, y en sus espectáculos. Su belleza, simpatía, y calidad de persona fue lo que dejó, siendo admirada por el público y la grey artística, toda. Amelita Vargas, supo ser una adelantada en su rubro, y una referente de aquel recordado cine argentino en blanco y negro.
UN PAR DE PIERNAS DE CAMPEONATO
Usaba bikini y tacones en esos tiempos tan recatados. Bailaba y cantaba como los dioses. Tenía clase. Linda, de figura explosiva. Con un par de piernas de campeonato. De mirada pícara a la cámara, Amelia Graciela Vargas Ipaneca, había nacido en La Habana, un 16 de enero, y con el tiempo se nacionalizó argentina. Comenzó con su danza cuando tenía tan solo trece años, siendo su profesor un reconocido percusionista llamado Chano Pozo -que más tarde hiciera carrera en Estados Unidos- y a los quince años se radicó con su familia en México, donde realizó presentaciones en diferentes sitios, y en el reducto El Patio de DF, el sitio de variedades más destacado del territorio azteca, junto a Mario Moreno «Cantinflas» y los populares cantante Pedro Vargas y Miguel Aceves Mejía. Del signo Capricornio, busco el éxito y el buen camino de la vida y lo encontró como luchadora empedernida. Haciéndole una guiñada a la fama, en 1942 se fue a Norteamérica para amenizar con su voz clubes nocturnos de San Francisco. Y hasta participó de varios largo-metrajes. Pero, ésta parte de América le tiraba y llegó a Buenos Aires en 1944, luego de intervenir como bailarina en «Perilous Holiday», con Pat O’Brien.
LA BOMBA CUBANA EN ACCION
El debut porteño fue en el teatro de revistas de la noche bonaerense en «Se acabó el jabón!», en Teatro Nacional, siendo un suceso de taquilla, y de ahí saltó al cine en 1947, participando en «Con el diablo en el cuerpo», de Carlos Hugo Christensen, donde actuó junto a Susana Freyre. A partir de ese momento comenzaría su impresionante llegada con los espectadores, rodando hasta cuatro filmes al año, con muy buenos dividendos económicos. En 1948 Mario Soffici la convoca para realizar un protagónico en «La secta del árbol», y dos años más tarde, en 1950, Carlos Schlieper la dirige en «Arroz con leche» y «Cuando besa mi marido». A mediados de los cincuenta Enrique Carreras la convierte en sensación filmando películas con Alfredo Barbieri, donde Amelita actuaba y realizaba varios cuadros musicales donde bailaba y cantaba mambo, rumba y hasta chachachá: «La mano que aprieta», 1953, «Los tres mosquiteros», 1953, «Romeo y Julita», 1954, «Ritmo, amor y picardía», 1955, donde está además Alberto Castillo, «El fantasma de la opereta», 1955, y «Escuela de sirenas… y tiburones», en 1955. En 1952, filmó con Leo Marini, «Que rico el mambo!», también de suceso marcado. Llegó a participar de casi 30 películas en su trayectoria.
FORMO DÚO CON BLANQUITA AMARO
En 1960 -tiempos donde todavía era bien famosa- rodó «La procesión», que compitió representando a Argentina en el «Festival Internacional de Cine de Cannes» y en 1964 participó en «Cleopatra era Cándida», protagonizada por Niní Marshall, Juan Verdaguer, y Johnny Tedesco. Paralelamente, se mostró como estupenda vedette por los teatros y en diferentes espectáculos de music-hall. A fines de los sesenta se retiró, pero en los setenta Antonio Gasalla la llamó para conformar una obra revisteril. En 1978 se presentó junto a Blanquita Amaro, formando un suceso sin fin; además intervino en lo que fue su última cinta, «La obertura» de Julio Saraceni; en 1991 incursionó en la tele en «El gordo y el flaco», por Telefé. En 2005 fue homenajeada junto a Mirtha Legrand, Amelia Bence y Elsa Daniel por el Museo de Cine Porteño. En 2006 fue distinguida junto con Enrique Pinti por sus colegas artistas.
SE CASO DOS VECES, VARIOS AMORIOS
Amelita se había casado con Mario Lugones y luego con Tulio Demicheli, ambos directores de cine en Baires. No tuvo hijos, ni familiares cercanos a ella en Argentina. Se comenta que personajes muy famosos la cortejaban, y sus amoríos se daban al compás de sus actividades. Ella escribió su propia leyenda secreta de amantes misteriosos desconocidos. Lamentablemente, dejó de existir hace unos días en el Sanatorio Colegiales de Buenos Aires, tras varias semanas de internación, el pasado 21 de abril. Recordamos al pasar que un buen día en Hollywood, se escapó de un rodaje para ir a conocer a su gran admirada Rita Hayworth, que se encontraba en el set vecino haciendo un trabajo de cámaras. Se fue Amelita Vargas, y la luz del teatro se cayó, jamás iluminará igual. Más allá de la nostalgia.