«La humanidad tiene una moral doble: una que predica y no practica, y otra que practica y no predica «
Bertrand Russell
¿Sabe quién es Romina Celeste? Lo explicaremos brevemente para quienes no lo sepan: es una persona trans, militante del Partido Nacional, que viene haciendo una muy intensa (y fanática, diría yo) militancia política sobre todo mediante las redes sociales, y aspira a ser algún día «la primer persona trans de derecha que llegue a ocupar un cargo en el Parlamento (en principio como Diputada)».

Y fue protagonista de un episodio muy poco feliz que tuvo lugar a fines de enero, en la explanada de la Intendencia de Montevideo, cuando llegó a la ciudad el Presidente brasileño Luiz Inácio Lula Da Silva. Hubo un acto organizado principalmente por la Intendente, Ing. Carolina Cosse, en que se le entregó a Lula un reconocimiento, etc. Pues resulta que esta militante nacionalista conocida como Romina Celeste, asistió. Pero tuvo una actitud absolutamente inapropiada: insultó y hasta agredió físicamente a otras personas (por ejemplo funcionarios de Tránsito de la Intendencia capitalina). Es más, la Policía la detuvo por ello, y está bien, porque uno puede estar en contra de un político, de una autoridad, y tiene incluso derecho a expresar su opinión, pero hay formas y formas de hacerlo. La agresividad no cabe. El respeto sí, porque guste o no guste, el pueblo uruguayo estaba recibiendo la visita de un Presidente elegido democráticamente como tal. Si en algún momento estuvo preso, si su gobierno fue de los más corruptos (o quizás el más corrupto) de la historia de Brasil, eso es otra historia. El pueblo volvió a elegirlo, por algo será, y eso debe respetarse.
Felizmente, el repudio a la actitud de la agresiva militante se hizo escuchar desde diferentes tiendas políticas. Hasta ella misma asumió su equivocación y pidió disculpas.
De todas maneras, creemos que el Partido Nacional, o quizás hasta la coalición multicolor que hoy gobierna el país, debiera haber hecho un repudio más fuerte y más ampliamente difundido. Porque imagínese usted, si hubiera sido al revés… Si un militante frenteamplista hubiese actuado así ante la visita de un Presidente de derecha. Se lo hubiera acusado de revolucionario, subversivo, antidemocrático y varias cosas más. O mejor dicho, no precisa imaginar mucho, ya pasó cuando la visita fue de Bolsonaro y un grupo de frenteamplistas armó un piquete que incluyó varios insultos de elevado tono y gestos obscenos hacia el mandatario. O cuando un grupo de docentes (sí, un grupo de educadores, de los que forman a nuestros hijos en valores), en un acto en Florida, gritaron desde “hijo de p…” hasta todo lo que usted se imagine al propio Presidente uruguayo, Lacalle Pou.
Entonces, lo que queremos decir al fin de cuentas, y lo ejemplificaremos en las siguientes líneas, es que como sociedad, lamentablemente seguimos midiendo las cosas con muy distintas varas.
En esa misma manifestación por la llegada de Lula Da Silva, también ocurrió que Romina Celeste recibió todo tipo de insultos que provenían de la multitud que vivaba al “compañero” Presidente de Brasil. Pero hubo una persona que quedó muy bien identificada en videos, donde se la observa gritándole, entre otras cosas, esto: «Que te vayas, gordo. Vestite de varón, gordo, como los machos».
Quien gritaba así era el popular y veterano periodista Julio Toyos, integrante del Partido Comunista, que se ha desempeñado en canales de televisión, Radio Universal, el semanario Mate Amargo, entre otros varios medios de prensa. A Julio Toyos alguna vez hasta lo admiré, sobre todo por su gusto por la poesía española y su intento de trasladar rasgos de literariedad al periodismo; luego fue decayendo esa admiración, en especial cuando se le ocurrió, cada vez que podía, auto-alabarse como «el macho que soy», o hablar de las mujeres que tuvo y prácticamente de las cosas íntimas qué hacía con ellas. Hasta que llegó a este punto en que su figura, para mí se derrumbó. ¿Puede haber expresiones más homofóbicas y discriminatorias, groseras e hirientes que las suyas en el evento antes descripto?
Sin embargo, no escuché ni leí a nadie de la izquierda uruguaya pronunciarse al respecto: ni el Frente Amplio, ni la Mesa Política, ni el PIT-CNT, ni la Intersocial Feminista; ningún colectivo, nadie… absolutamente nadie.
Otra vez le proponemos este ejercicio: imagínese usted, estimado lector, si hubiese sido al revés. Es decir, si una militante trans del Frente Amplio hubiese recibido ese tipo de insultos transfóbicos de una persona reconocidamente afín a la coalición multicolor…De un blanco, de un colorado, de un cabildante… ¡Ardía Troya!
Muy curioso todo… Porque además el Frente Amplio siempre ha tomado con orgullo la bandera de defensa de la igualdad de género, de la no discriminación, ni por gordo, ni por trans, ni por negro, ni por nada… Lo que nos parece perfecto. Pero, ¿cómo es la cuestión? ¿Tenemos que pensar acaso que solo se combate cuando la agresión a la diversidad viene de la derecha?
Y así ocurre en todo. La doble vara, la doble moral, el fanatismo político que enceguece. Un fanatismo que nos lleva a la comparación con el fútbol. Hemos visto a un fanático de Peñarol y a un fanático de Nacional mirar juntos un clásico. Resulta hasta gracioso: lo que para uno es “un tremendo penal que el juez no nos cobra”, para el otro “ni lo tocó, se cayó solo”. Y en la jugada siguiente con similares características pero a la inversa, los hinchas invierten los papeles, como si se pasaran el libreto de uno a otro según la conveniencia de cada uno.
Y si no, fíjese cómo desde la derecha siempre se ha tratado de minimizar los escándalos en torno a la famosa Operación Océano. Y desde la izquierda se ha tratado de mirar para otro lado cuando se conocieron aquellas denuncias de violación en contra de Viglietti, ¿se acuerda? O cuando salió a luz el tema de acoso sexual de los «varones del carnaval», o de las denuncias en contra del Diputado Gerardo Núñez.
Como si en estas cosas hubiese derecha o izquierda. Como si para condenar lo que debe condenarse, haya que mirar primero de qué partido político viene. Qué mal que estamos si pensamos así.