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Vamos por mal camino

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Desde luego que el problema carcelario está presente no sólo en nuestro país, sino en todas partes del mundo. Varios son los factores que inciden en la situación.
En el Uruguay de nuestros días se sostiene que la delincuencia retrocede, que han sido menos los homicidios, las rapiñas, los abigeatos y demás. Quienes así piensa no ocultan que esta situación también por lógica, agrava el problema carcelario, pues aumenta notoriamente el número de reclusos.
No creemos que las penas alternativas, tal como están dispuesta actualmente en el país, sean una salida. No ignoramos esto. Lo que nos mueve a preocupación es que se hace para recuperar a estas personas y devolverlas a la sociedad como individuos valiosos, o útiles al menos. para ella.
En nuestros días la mayor delincuencia y aparentemente la más grave es la que se registra en torno al narcotráfico, la comercialización de estupefacientes ilegales, el tráfico, la producción y el transporte.
Pero como se ha explicado no es lo mismo en cuanto al delito. Basta que alguien proporcione un porro de marihuana a un sujeto que se lo pide para cometer un delito. No siempre es así, pero esto le ha costado cárcel a personas que alguna vez proporcionaron una “chispa” de cocaína o de pasta base de cocaína.
Incluso ha ido a parar a la cárcel personas sin antecedentes penales y todos sabemos que es lo que pasa después. En la cárcel existen “leyes” y generalmente quienes no se adhieren a determinados líderes de bandas son perseguidos, víctimas de arbitrariedades y vejaciones, por ese sólo hecho.
En definitiva lo que empezó como un error tuvo consecuencia impensadas y en la cárcel nadie mejora, nadie aprende a convivir, sino que generalmente es todo lo contrario. Basta que se sepa que alguien que pide trabajo ha estado preso, para que inmediatamente sea descartado, aunque jamás se le dirá que este ha sido el motivo para “bocharlo”.
Admitimos que no conocemos una salida válida para el problema, pero entendemos que necesariamente hay que discutirlo. No basta con pedir más cárceles, para evitar el hacinamiento, que tarde o temprano volverá a plantearse.
No es esta la solución, como tampoco que lo sea la represión y el aumento de las penas, como ha sucedido en la mayoría de los países que conocemos.
Entendemos perfectamente a quienes se niegan hoy a emplear a un ex recluso, pero lo que tenemos muy claro es que vamos por mal camino.
A.R.D.

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