Que las primeras víctimas serían las personas que sufrían otras dolencias y por lo tanto estaban más vulnerables no cabía duda. Que entre ellos se encontrarían los más pobres y marginados, los que hace tiempo han bajado la guardia para sobrevivir en las calles, tampoco sorprende a nadie. No pretendemos ser apocalípticos, pero sí realistas en cuanto a descubrir las causas y consecuencias de lo que vivimos.
La ambición del hombre está destruyendo la naturaleza y ese mismo hombre se ha olvidado que somos parte de ella y tarde o temprano, también nos destruiremos porque hemos preferido mirar para otro lado y “hacer la nuestra”.
Nadie se puede sentir ajeno a esto, somos consumidores y el consumismo es parte del problema.
Somos responsables de la destrucción de la mayor parte del planeta, de los cambios, de la sustitución, para satisfacer las “necesidades” de un mundo derrochón, ambicioso y sin escrúpulos. Todavía tenemos en la memoria la figura de un psiquiatra salteño, radicado en los Estados Unidos con una clínica de primer nivel, quien acostumbraba a volver al terruño una vez al año a visitar a su madre y pasaba varias horas en una verdulería de las más grandes de la época.
Hasta que un día uno de los propietarios del local, le preguntó el por qué pasaba tanto tiempo en el lugar y la respuesta fue “quiero volver a sentir estos aromas que ya no existen donde estoy…”
Lamentablemente hoy tampoco aquí existen. Nos dejamos llevar por el mercado y aunque ingresemos a la verdulería y frutería más grande de la ciudad, difícilmente podamos sentir aroma alguno. Nos dejamos llevar por el mercado, nos dejamos guiar por el aspecto exterior de la fruta y la verdura y hemos perdido la esencia de estas.
Vale decir hemos cometido el mismo error materialista, irresponsable e individualista que se ha hecho con los fármacos y demás y hoy estamos sufriendo las consecuencias.
Si no variamos el rumbo, estamos a tiempo, que fijan los grandes intereses. Si nos limitamos a ser parte de las políticas que fija el mercado consumista solo podemos esperar más pandemias y otras catástrofes que seguramente nos habrán de ir raleando y recordando que somos parte de esta cadena que es la vida.
Vamos por mal camino y ojalá esta pandemia sirva para demostrarnos que lo que destruimos de la naturaleza terminará por destruirnos también a nosotros…
A.R.D
