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domingo, 3 de agosto de 2025
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Una buena ocasión para recordar los 90 años de «Saltoncito»

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Por: Jorge Pignataro

Un 4 de octubre, el de 1901, nacía en San José uno de los grandes narradores uruguayos: Francisco Espínola, «Paco». A menudo se lo recuerda por cuentos como «El hombre pálido», «Rodríguez», «Qué lástima», o por su novela «Sombras sobre la tierra», todas obras que quedaron grabadas en varias generaciones de lectores, y que no han perdido vigencia. Pero esta vez, queremos homenajearlo con el recuerdo de que fue también un muy buen autor de literatura infantil, eso que hoy tanto abunda en cantidad, no así en calidad (a menudo se vuelve poco original y/o subestima la inteligencia del público). La literatura infantil de Espínola, como toda su creación literaria, fue auténtica, fue buena.Espínola

El ejemplo más emblemático es su novela «Saltoncito», de cuya aparición se cumplen 90 años, ya que la publicó en 1930. Y para hablar de ella queremos darle la palabra a otro gran escritor uruguayo, el poeta (a veces injustamente poco recordado) Alfredo Mario Ferreiro, precursor nada menos que del futurismo literario en nuestro país. El mismo año de su publicación, en la Revista Cartel (Nº 6), sobre «Saltoncito», esto escribía Ferreiro:
«Saltoncito vive con su mamá en una charca. Hace tiempo que, misteriosamente, ha desaparecido su padre. Nadie sabe a ciencia cierta dónde puede encontrarse el desaparecido. Se presume un asesinato. Parece ser que «Ojos de Chispa», la víbora, lo ha devorado. Nada es definitivo. Las suposiciones se abren camino hacia todos lados en la imaginación de los sapos de charca de Saltoncito. Lo cierto- dice el libro- es que se fue el invierno y vino la primavera, sin que Mángoa – la viuda- volviese a ver a su marido. Saltoncito, que es un sapo muy inteligente, decide salir a ver el mundo. Se va un buen día y echa a andar por la vida. Lleva un trajecito muy viejo con un trozo de solapa zurcido. (Reparad en este zurcido. Va a ser la causa de la felicidad de Saltoncito). Camina que te camina, guiándose por las estrellas cuyo conocimiento le enseño Glú-Glú (…) Alcanza Espínola con este relato cumbres nuevas. Llega a ellas por simple impulso de la belleza que produce. La belleza en Espínola es como un sistema Opel, le mantiene arriba y le obliga la marcha hacia regiones que ni él mismo se propone atravesar. De aquí nace el asombro que la obra produce en el mismo autor (…) «Saltoncito» es la línea purísima de una novedosa estética infantil. Todo reducido a estrellas y flores, nubes y sol, agua y luces. Y en la simplicidad lograda, ensamblado en la misma, destella- faro para la navegación infantil- la más honda de las trascendencias humanas: Bondad contra injusticia, pureza contra sordidez. Espínola es de los fuertes que dominan la vida hasta el punto de presentarla como se le ocurre sin disminuirle vitalidad.Saltoncito

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Experimentador de alto bordo, Espínola arma sus sapitos en forma tal que, a la finalización del libro, ya hay un sentimiento humano para todo lo humano que hay en la fábula. ¿Qué pensarán los niños del libro de Espínola? ¿Qué irán imaginando esas cabecitas adorables? ¿Qué descifraran los ojos que siguen la guía del dedito sonrosado con la uña un poquito sucia? Los ojos de los niños están hechos de medida para enfrentarse con la lectura de este libro. Espínola es el niño por excelencia. Purísimo y purísimo, atrae hacia él los círculos de diafanidad. Los traspasa y los describe. Describe diafanidades. Es decir, escribe con luz. Toda la acción del librito demuestra esta posición espiritual. Y el poema se arma solo. Solo tiende sus brazos hacia la claridad y solo parte como flecha evadida de potente arco. Considerando la mentalidad infantil como arcilla susceptible de formas a plasmarse, Espínola ha de lograr la forma que ambiciona. La forma que conservará la impresión de los dedos de su pensamiento. Impresión digital, la más valiosa».

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