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Un viaje por los lugares de La Mancha donde, según las últimas investigaciones, habrían vivido los personajes de Miguel de Cervantes. Se cumplen 400 años de la segunda parte de la obra.
Apenas queda nada de lo que vio el Caballero de la Triste Figura hace cuatro siglos. Mito y leyenda que son más reales que la realidad, como la vida literaria que le dio Miguel de Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares, 1547- Madrid, 1616) cuando lo puso a andar por el mundo hace 410 años (1605) y continuó —con la segunda parte— sus aventuras hará cuatro siglos en este 2015 bajo el nombre de El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha. Un personaje cuyo rastro en la Tierra siempre se ha buscado, y cuyo penúltimo hallazgo, el de unas supuestas inspiraciones de personas, episodios y lugares, permite seguir los pasos de aquel o aquellos Alonso Quijano que estuvieron entre mortales.
Aún quedan huellas en Quintanar de la Orden del hidalgo Rodrigo Quijada
Es La Mancha de los siglos XVI y XVII resucitada por Isabel Sánchez Duque (arqueóloga) y Francisco Javier Escudero (archivero). Una época que vuelve por el milagro de unos documentos del Archivo Histórico Nacional, Órdenes Militares, desempolvados por ambos investigadores. Lo hace en dos procesos judiciales, por ahora, de los veinte, con más de dos mil folios, de Miguel Esteban, El Toboso y Quintanar de la Orden, con los cuales trabajan los dos expertos y que señalan como posible lugar del amañado olvido a Miguel Esteban, Pedro Muñoz y El Toboso. Aunque lo que ellos buscaban era establecer la biografía y arqueología del camino de Toledo a Murcia que aparece en la obra cervantina, al ser, entonces, el cruce de caminos de medio mundo.
Imagen del pórtico de entrada a El Toboso. / ALEJANDRO RUESGA
Allá muchos creen que a la sombra de cualquier encina de estas praderas nobles está enterrado el que dijo: “Yo soy aquel para quien están guardados los peligros, las hazañas grandes, los valerosos hechos”. Y si de su boca salió eso, de la de sus paisanos manchegos, como la de los investigadores que recorren ahora la zona con EL PAÍS, han salido algunos nombres de su verdadero nombre…
En El Toboso se mantiene el camino de Toledo a Murcia, vital en su época… Rodrigo Quijada es uno de ellos. Podría ser una de las inspiraciones para el Alonso Quijano, nombre en la obra cervantina. Tenía un escudero, había comprado su hidalguía y era el temido procurador de Quintanar de la Orden, capital administrativa de la zona, con facultad de impartir justicia. Para que nadie dudara, el rollo jurisdiccional estaba visible a todos. Más de 400 años después sobrevive en una rotonda.
Un capitel labrado, de casi tres metros de altura, con unos hierros en forma de serpiente en lo alto donde se exhibía al reo. Lo que antes todos miraban con temor, hoy nadie repara en ello. Pero es el lugar al que fueron a parar las denuncias de unos hechos ocurridos en Miguel Esteban en 1581… Está un poco más al suroeste de Quintanar donde vivía otra pieza clave del puzzle. Se llamaba Francisco de Acuña, hidalgo y procurador de El Toboso, aunque con casa en Miguel Esteban, donde un 80% de sus pobladores eran hidalgos. Su casa estaba detrás de la iglesia de San Andrés Apóstol.
En una calle ancha donde también vivía el hidalgo Pedro de Villaseñor, de los Villaseñor que llevaban décadas de dominio en la región. Ahora es una callejuela donde solo da el sol al mediodía porque desde hace cuatro siglos la iglesia ha ido añadiendo cuerpos, hacia atrás y a los lados, hasta casi pegarse a las casas. Allí empezó la trifulca, cuando De Acuña, vestido con armadura y demás elementos a la usanza caballeresca, y con ganas de destronar del poder a los Villaseñor (conocidos de Cervantes y quienes aparecen en Los trabajos de Persiles y Segismunda), trató de matar a su vecino, el hidalgo Pedro, a lanzazos hasta corretearlo por los campos camino de El Toboso…
Un viaje por los lugares de La Mancha donde, según las últimas investigaciones, habrían vivido los personajes de Miguel de Cervantes. Se cumplen 400 años de la segunda parte de la obra.
Apenas queda nada de lo que vio el Caballero de la Triste Figura hace cuatro siglos. Mito y leyenda que son más reales que la realidad, como la vida literaria que le dio Miguel de Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares, 1547- Madrid, 1616) cuando lo puso a andar por el mundo hace 410 años (1605) y continuó —con la segunda parte— sus aventuras hará cuatro siglos en este 2015 bajo el nombre de El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha. Un personaje cuyo rastro en la Tierra siempre se ha buscado, y cuyo penúltimo hallazgo, el de unas supuestas inspiraciones de personas, episodios y lugares, permite seguir los pasos de aquel o aquellos Alonso Quijano que estuvieron entre mortales.
Aún quedan huellas en Quintanar de la Orden del hidalgo Rodrigo Quijada
Es La Mancha de los siglos XVI y XVII resucitada por Isabel Sánchez Duque (arqueóloga) y Francisco Javier Escudero (archivero). Una época que vuelve por el milagro de unos documentos del Archivo Histórico Nacional, Órdenes Militares, desempolvados por ambos investigadores. Lo hace en dos procesos judiciales, por ahora, de los veinte, con más de dos mil folios, de Miguel Esteban, El Toboso y Quintanar de la Orden, con los cuales trabajan los dos expertos y que señalan como posible lugar del amañado olvido a Miguel Esteban, Pedro Muñoz y El Toboso. Aunque lo que ellos buscaban era establecer la biografía y arqueología del camino de Toledo a Murcia que aparece en la obra cervantina, al ser, entonces, el cruce de caminos de medio mundo.
Imagen del pórtico de entrada a El Toboso. / ALEJANDRO RUESGA
Allá muchos creen que a la sombra de cualquier encina de estas praderas nobles está enterrado el que dijo: “Yo soy aquel para quien están guardados los peligros, las hazañas grandes, los valerosos hechos”. Y si de su boca salió eso, de la de sus paisanos manchegos, como la de los investigadores que recorren ahora la zona con EL PAÍS, han salido algunos nombres de su verdadero nombre…
En El Toboso se mantiene el camino de Toledo a Murcia, vital en su época… Rodrigo Quijada es uno de ellos. Podría ser una de las inspiraciones para el Alonso Quijano, nombre en la obra cervantina. Tenía un escudero, había comprado su hidalguía y era el temido procurador de Quintanar de la Orden, capital administrativa de la zona, con facultad de impartir justicia. Para que nadie dudara, el rollo jurisdiccional estaba visible a todos. Más de 400 años después sobrevive en una rotonda.
Un capitel labrado, de casi tres metros de altura, con unos hierros en forma de serpiente en lo alto donde se exhibía al reo. Lo que antes todos miraban con temor, hoy nadie repara en ello. Pero es el lugar al que fueron a parar las denuncias de unos hechos ocurridos en Miguel Esteban en 1581… Está un poco más al suroeste de Quintanar donde vivía otra pieza clave del puzzle. Se llamaba Francisco de Acuña, hidalgo y procurador de El Toboso, aunque con casa en Miguel Esteban, donde un 80% de sus pobladores eran hidalgos. Su casa estaba detrás de la iglesia de San Andrés Apóstol.
En una calle ancha donde también vivía el hidalgo Pedro de Villaseñor, de los Villaseñor que llevaban décadas de dominio en la región. Ahora es una callejuela donde solo da el sol al mediodía porque desde hace cuatro siglos la iglesia ha ido añadiendo cuerpos, hacia atrás y a los lados, hasta casi pegarse a las casas. Allí empezó la trifulca, cuando De Acuña, vestido con armadura y demás elementos a la usanza caballeresca, y con ganas de destronar del poder a los Villaseñor (conocidos de Cervantes y quienes aparecen en Los trabajos de Persiles y Segismunda), trató de matar a su vecino, el hidalgo Pedro, a lanzazos hasta corretearlo por los campos camino de El Toboso…
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