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jueves, 26 de junio de 2025
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Un libro para ver distinto: la vida de Lucía contada junto a su perra guía

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Diario EL PUEBLO digital
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A los 20 años, un descuido médico le quitó la vista, pero no las ganas de vivir ni de contar su historia. Hoy, con 28, Lucía D’Angelo presenta Mis ojos no eran míos, un libro donde la escritura, el amor propio y el vínculo con su perra guía Cala se entrelazan en una historia de superación contada desde la ternura y la honestidad.

Desde Paysandú hasta Salto, desde la oscuridad súbita a una nueva forma de mirar, Lucía comparte en estas páginas un proceso tan físico como emocional. Lo hace sin edulcorar la discapacidad, pero sí con la fuerza de quien elige pararse de nuevo todos los días. Mis ojos no eran míos no es solo un homenaje a Cala, la compañera que le cambió la vida, sino también una invitación a repensar la discapacidad desde la experiencia vivida en primera persona.

Por tal motivo, entrevistamos a Lucía D’Angelo, quien nos va a contar sobre el lanzamiento de su libro Mis ojos no eran míos. Lucía tiene 28 años y quedó ciega a los 20.

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¿Cómo describirías tu relación con la ceguera?
Lejos de romantizar la discapacidad, porque no es el discurso con el que yo comulgo, sí creo que hay un proceso de aceptación muy grande que logré hacer en un cimbronazo tan fuerte como fue para mí quedar ciega de un día para el otro por un descuido médico. Creo que tiene que ver con tomar la vida con las dos manos y con lo que hay. Y bueno, fue lo que me tocó.

Fue un proceso primero de acomodar lo físico: de volver a caminar, de volver a vestirme, de volver a estudiar, de retomar mi vida. Y después sí, darle un poco de lugar a las emociones, que también estaban transitando muy fuerte con todo eso. Pero también tuve que tratar de, como un colador, de ir separando un poco una parte con la otra para que pueda tener un poco de armonía, en un proceso que era bastante caótico y difícil. También decir: “bueno, ¿ahora qué hago?” Es como la pregunta que todos nos hacemos en algún momento, pero yo en ese momento… y bueno, tengo que seguir para adelante.

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¿Y todo esto te ocurrió con tan solo 20 años…?
Creo que también el presente, el tiempo, los años, te permiten ver todo con una lejanía que también la abrazo, porque digo: con 20 años tuve la fuerza para decir “bueno, sigo”. Tenía un montón de cosas por delante, por vivir, y estaba convencida de que valía la pena todo lo que estaba pasando, aunque en ese momento yo no entendía muy bien… y ahí llegó Cala.

¿Quién es Cala?
Cala fue mi primer perra guía. Y decir mi primer perra guía es porque tengo a mi segunda perra guía acá, a mi izquierda, que es Wendy. También decir “perro guía” le queda muy chico a lo que fue Cala para mí en ese momento especial de mi vida.

Reconociendo mi cuerpo, reconociendo esta misma situación que veníamos hablando, con ella fue mucho más fácil. Me dio mucha vitalidad, mucho amor, mucho compartir. Fue muy especial también. Saber que no estaba transitando sola todo eso que me estaba abrumando, sino que ella estaba ahí conmigo. Y que yo no iba a ser la Lucía de antes, la que veía, pero que no estaba sola: ahora estaba con ella. Y ella venía como a encontrarle la dulzura a este momento tan amargo, en parte, que me había tocado atravesar.

¿Cala te cambió la vida?
Totalmente. Para mí fue el regalo más preciado que la vida tenía para mí en ese momento. Ahí entendí un montón de cosas. El enojo que tenía por el médico, el enojo que también estaba terminando de transitar yo por la situación en sí, se desvaneció totalmente porque dije: “yo acá gané”. Gané por todos lados. Y nunca sentí la falta de poder ver, porque sabía que estaba con ella. Y nada, con ella no me podía salir mal.

¿Cala te acompañaba a todos lados?
Sí, sí. Yo viajaba. En ese momento vivía en Paysandú y viajaba a Salto todos los días a la Universidad. Viajamos juntas. Salíamos a las 5 de la mañana de Paysandú y estábamos todo el día acá. Me acompañó en clase.

Cala fue la primera perra guía del litoral, entonces era como acostumbrar a dos sociedades, tanto Salto como Paysandú, a un escenario un poco nuevo, un poco diferente, y con todo lo que eso implica: las cosas buenas y las que no están tan buenas. Pero también, hoy me permitió abrirme mi propio camino para mi segunda perra guía y para un perro de asistencia que hay acá para un niño. Entonces, bueno, también eso: la responsabilidad que tiene abrir caminos, empezar. Y eso también a veces lleva como a un agotamiento, o a tener que enfrentar esta situación, como te decía, compleja, pero que termina teniendo un buen resultado.

¿Cómo nace en vos esa motivación por escribir?
La escritura está en mi vida desde que soy muy chica. Siempre fue como un canal de expresión emocional, pero siempre fue mío. Si alguien que escribe me va a entender cuando digo: uno escribe para sí, para adentro, para guardarlo; para leerlo después, para ver qué nos pasa.

Me pasó de conectar con la lectura y con la escritura desde muy chica. Y bueno, este proyecto nació por el trabajo de Verónica Pellejeros. Yo realicé la Tecnicatura en Periodismo y Comunicación, y una de las docentes era Verónica, donde el trabajo final era realizar una crónica.

En ese momento yo estaba viviendo el proceso de jubilación de Cala, que fue un proceso súper difícil para mí también. Debido a eso me contacté con el socializador de Cala, quien fue quien la cuidó todo el primer año de vida, con el cual yo no tenía vínculo porque la escuela en ese momento no te lo permitía. Vos no sabías quién había estado con ella. Y lo entrevisté para armar toda la crónica. También entrevisté a la entrenadora. Me quedó un trabajo súper más extenso de lo que tenía que ser, y Verónica me encendió la chispa, me dijo que estaba muy lindo, que estaba muy bien escrito. Yo pensé: “tal vez, si lo pienso…”. Pero lo dejé.

Hasta que un día dije: “bueno, ¿qué hago?”. Mandé eso a una editorial. Me acuerdo que lo mandé con Ezequiel; habíamos hecho un diseño con fotos de Cala, todo muy bonito. Y la muchacha me dijo enseguida que sí, que estaba súper lindo, que podríamos reunirnos para ver la estructura. Eso fue el año pasado.

Pasó el tiempo, nos reunimos, empezamos a darle vueltas… porque tenía que ser un libro. Esa crónica contada en primera persona por Cala, porque era Cala quien hablaba de su propia historia, no era yo; mi voz era su voz, ahora tenía que pasar a ser un libro. Para hablar de Cala también había que hablar de mí. Y ahí tuvimos que hacer todo el entramado de mi historia: antes de Cala y después de Cala, y que ambas tuvieran el mismo protagonismo o el mismo lugar.

La parte de Cala para mí es muy fresca, es muy lúdica, es muy Cala. Es como si hubiera podido traducir todos sus pensamientos ahí. Fue lo que intenté hacer.

¿Por qué Mis ojos no eran míos?
Traté justamente de que se entrelazaran las dos historias: esto de mis ojos no eran míos porque terminaron siendo de Cala. Cala terminó siendo mis ojos, y mis ojos terminaron siendo de Cala. Las dos cosas en simultáneo.

El título que tenía primero era sobre Cala. Y como el libro mutó, había que adecuar el título para que se pudiera entender un poco la propuesta.

¿Qué mensaje esperás que se lleven quienes leen tu libro?
Creo que no hay un único mensaje. El lector puede tomar del libro lo que lo represente, lo que más conecte con su propia realidad o incluso con la mía.

Es importante que tiene un anexo. Yo lo escribí hablando de la temática de personas en situación de discapacidad visual. Es un poco para acompañar esto de qué es, cómo asistir a una persona con discapacidad visual: qué hacer y qué no, el lenguaje, la forma de colonizar esa discapacidad. Entender que a veces uno, con las palabras, también hace o construye la realidad de un otro.

Eso para mí también es importante: que el libro pueda llevar a instalar la temática de la discapacidad desde un lugar en primera persona, o sea, por una persona en situación de discapacidad como lo soy yo. Que el lector también pueda decir: “pa, es verdad esto, tal vez lo hice y no me di cuenta, ahora lo puedo hacer así”.

Eso me parece muy importante. Fue como un cierre un poco más académico, entre muchísimas comillas, que quise darle, y no dejarlo solo en lo que fue mi historia y la historia con Cala como herramienta para una persona ciega.

¿Tenés un compañero de vida que te apoya en todo?
Cuando conocí a Ezequiel ya había quedado ciega hacía poco más de un año y medio. Ya estaba con Cala, ya tenía un orden, si se quiere, nuevo en mi vida.

Obviamente, él también tiene unas varias partes del libro que hablan un poco de eso: cómo es enamorarse, amar, reconocer a un otro sin ver, porque también eso es distinto. Eze es mi familia. Cala y Wendy también. Hemos construido juntos lo que tenemos.

En la presentación del libro hablás de ver la vida desde otra perspectiva. ¿Cómo ves el mundo desde la tuya?
El mundo, para mí, es una posibilidad de ser espectacular, con un montón de grises, un montón de cosas que están mal, que a la luz de cualquiera nos ponemos a reflexionar: la situación de calle, la gente que fallece, el frío… son cosas que atraviesan al mundo todo y a las sociedades todas.

Pero la realidad es que también todos, desde nuestro humilde lugar o desde un lugar más importante, vamos a tener la posibilidad de construir. A veces es una cuestión de foco. Esto de poder sacarte un paradigma y ponerte otro, y pararte desde otro lugar y tomar las cosas desde otro lugar. Sin negarlas, pero sí tomarlas y tratar de construir.

Yo traté de hacer eso. Y no es un ejemplo: es mi elección de vida. Otra persona en situación de discapacidad podrá hacerlo diferente, y está perfecto porque es totalmente individual. Pero yo creo que el mundo es un lugar precioso en el que tenemos la posibilidad y la gracia de habitarlo. Eso lo hablo un poco en el libro, porque yo nací prematura, de seis meses. Pude no haber estado acá, sentada, hablando contigo. Pero sucedió, y estoy acá.

Si pudieras hablarle a la Lucía del pasado, antes de perder la vista, ¿qué le dirías?
Que se viene una marea de cosas. Que se agarre fuerte. Pero que salte. Que va a estar todo súper bien. Que va a salir todo mejor de lo que pensaba.

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