Sostener que Alfredo Stroessner ha sido “un gran estadista y un hombre de una gran visión, es una verdadera afrenta a la democracia. Jair Bolsonaro, ex militar en el poder en Brasil acaba de cometer un error garrafal al elogiar a uno de los más sangrientos dictadores latinoamericanos.
Llegado el momento y luego de asegurar la continuidad de sus ideas, Stroessner fugó hacia el Brasil donde vivía en una isla privada con la máxima seguridad.
Sobre él leemos en Internet: Durante su dictadura, se cometieron masivas violaciones a los derechos humanos, tales como arrestos arbitrarios, torturas y desaparición forzada. El propio Stroessner fue acusado también de cometer abuso sexual infantil valiéndose de su cargo. ? Su régimen colaboró con las demás dictaduras latinoamericanas del Plan Cóndor en la década de 1970, instigado por los Estados Unidos en el contexto de la Guerra Fría, viéndose esto documentado en los archivos del Terror, descubiertos en 1992. ?
Cada quien con lo suyo. Los brasileños eligieron a Bolsonaro, un candidato con sus ideas y su ideología y allá ellos. Incluso sufrió un atentado, fruto de un insano extremismo que no compartimos, pero esto no logra esconder o disimular la ideología que defiende.
No pretendemos inmiscuirnos en la cuestión política de otros países, porque cada quien es soberano y dueños de cometer los errores que quiera, aunque siempre disfrazados de aciertos, de “necesidades”, de virtudes.
No pretendemos con esto que los demás piensen como nosotros ni defiendan las ideas que hemos defendido toda nuestra vida, pero ojalá nos equivoquemos, el camino elegido por Bolsonaro de “sangre y fuego” no es el más acertado precisamente.
La represión sin control o con muy pocos y desdibujados límites es harto contraproducente.
Defender a un dictador, de los más sangrientos que ha sufrido Latinoamérica, significa añorar lo mismo. Considerar un estadista a Stroessner es a todas luces un error garrafal.
No analizaríamos esta aseveración del presidente brasileño sino supiéramos que pronto habrán de aparecer los imitadores en nuestro propio país. Las voces que “añoran” la mano dura y sin control de la dictadura uruguaya se escuhan hoy más a menudo que antes.
Corresponde aclarar las cosas. No compartimos el militarismo, sencillamente porque no conocemos los límites y lo que hemos visto ha sido precisamente el reino del descontrol, que sepamos nadie investigaba ni mucho menos pensaba en concurrir a un cuartel a hacerlo, salvo aquelllos “afines” al régimen que entraban a los cuarteles y los militares “rasos” tenían que hacerles la venia.
Alberto Rodríguez Díaz
Un error descomunal
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