En estas columnas hemos dicho y bastaría buscar pruebas a través de algunos nombres, que hay legisladores y ex legisladores, que han pasado allí su vida, en el Parlamento ”defendiendo” los intereses de ese pueblo que paga sus sueldos y al que nunca serán capaces de confesarle sus ingresos porque son disparatados para un pequeño país.
Es más sabemos de cargos que se compran y se venden (lo usual es que se “aporte” determinado dinero para la campaña, bajo condiciones inconfesables). Piense un poquito quien o quienes ha sido nuestros representantes en el parlamento y que han hecho allí.
Infórmese de cuánto gana un presidente en el Uruguay, por cuanto tiempo y otros beneficios que le “resarcen” del descuido (¿?) de sus intereses personales mientras fue legislador u ocupó otro cargo público.
Este es el sistema que tenemos en América Latina. Seguramente que requiere cambios pero ¿qué cambios requiere? Eso es diferente porque no todo son posibles en esta realidad.
Un sistema en el cual solemos protestar cuando las asambleas de sindicatos que “representan” a todos los trabajadores de un rubro son escasas o poco numerosas y luego las medidas que de allí surgen afectan a todos los trabajadores. Pero ¿no tenemos acaso una Cámara de Representantes?. No deciden estos por toda la ciudadanía uruguaya?
Es menos importante porque en su debido momento (una vez cada cinco años), tuvimos y tenemos la posibilidad de elegir nuestros representantes? Tenemos el país que queremos y por supuesto que los cambios están en nuestras manos, pero primero hay que saber donde hacerlos, a quien y en qué momento.
Que el país es caro es una realidad, que los productos uruguayos podrían valer menos arrojando las mismas ganancias a quien o quienes los producen también. Entonces a quien elegimos como representantes y de que nos quejamos luego.
Los uruguayos somos así. Votamos llevados más por la pasión que la razón y no sabemos bien que elegimos. Mucho menos conocemos la temática porque les hemos dado “carta blanca” para votar.
Que el país necesita inversiones no es novedad ninguna, pero no es endeudándonos cada vez más, que estamos tratando de dejarles un mundo mejor a nuestros sucesores.
Cuando se enajena o se concede la explotación de un recurso natural a un extranjero, es hora de saber qué exigencias le hemos puesto para que se termine la sangría actual que genera ganancias exorbitantes para algunos y pobreza y penurias para otros.
A.R.D.
