Un profesional amigo nos expresaba días atrás que cuando se intentaba erradicar un rancherío, especie de asentamiento, próximo a Constitución décadas atrás, por parte de la entonces Intendencia Municipal de Salto, quienes vivían en los ranchos (todos padecían o la gran mayoría de ellos padecía de Mal de Chagas, producido por la picadura de la vinchuca que vivía entre los huecos de las paredes de los ranchos). Pero esta gente se escondía o “desaparecía” cuando se les iba a hablar.
La incógnita estaba planteada, pues los planes eran hacerles una vivienda digna integrada a la villa dándosela a cambio del rancho en que vivían, para demoler éste. Finalmente una autoridad de la villa a quien recurrieron para plantearle el problema, les dijo “Uds, tienen que hablar con la hermana (monja), que es la única que puede ayudarles”.
Así fue es increíble como la monja lograba hablar con todos ellos. El gran problema era que no nos entendían. Nosotros acostumbrados a hablar entre académicos, pensábamos que nos entendían perfectamente lo que le explicábamos.
Con los años entendimos que esto no es así. Las condiciones de vida son totalmente diferentes y hoy probablemente difíciles de entender, pero en aquellas épocas quienes allí vivían nacían y morían en el lugar. No tenían mayor contacto con la población de ninguna otra parte.
Finalmente a través de la monja logramos que nos atendieran, lograron entender lo que pretendíamos y se hicieron las viviendas, erradicando el rancherío, nos agregó.
Esto nos pinta la problemática interior-capital de cuerpo entero y más allá de que sin lugar a dudas aún subsisten aspectos de la problemática interior con la ciudad, es tremendamente diferente la vida “en campaña”.
Que haya gente que no viene a la ciudad, salvo cuando está enferma parece ser una cuestión ilógica, algo irracional. Que haya gente que no conozca como desempeñarse en la ciudad o que no sepa hallar una dirección hoy nos parece utópico.
Sin embargo hay que entender que no sólo se dan estas situaciones entre los habitantes del “interior profundo” y los citadinos; sino que cuando alguien del interior y de cualquier ciudad, va por primera vez a Montevideo, vive la misma situación.
No sólo que esto es discriminante, porque no son las mismas posibilidades las que tiene alguien nacido y criado “en campaña”, que las que tiene un habitante de la ciudad. El ignorante se limita a burlarse de las diferencias, el consciente debe entender que esto es una discriminación y su deber es de luchar para erradicarla.
A.R.D.
