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jueves, diciembre 18, 2025

Sobre Autogestión, la cultura Woke y la Agenda 2030 en Salto

Sobre Autogestión, la cultura Woke y la Agenda 2030 en Salto

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Diario EL PUEBLO digital

La autogestión se volvió una palabra de moda en el mundo del arte. Suena a libertad, a nuevas formas de crear y sostener proyectos. Pero detrás de esa independencia aparente hay una realidad menos visible: los artistas asumen cada vez más tareas que, en verdad, le corresponden al poder público, que por ley es el único responsable de garantizar el acceso y la promoción de la cultura y el arte.

¡En este artículo te cuento todo sobre el tema!

El relato de la Autogestión

AUTOGESTIÓN. Un concepto aparentemente noble que se presenta como sinónimo de independencia y madurez, pero en la práctica, muchas veces se transforma en un mecanismo de regulación más sutil, revestido de un lenguaje motivacional que exalta el pensamiento mágico y excluye el conocimiento técnico.

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Si la educación se derrumba, el docente debe reinventarse. Si el salario no alcanza, el trabajador debe convertirse en un emprendedor. Si el medio ambiente se destruye, el ciudadano debe reciclar. Si se recortan fondos, debemos aplicar la economía creativa. Si la cultura se desfinancia, el artista se debe autogestionar. 

No hace falta estudiar, no hace falta saber, es la versión actualizada del Cambalache de Discepolo, lo mismo un burro que un gran profesor. 

Salto Grande es energía, talento y desarrollo

El artista, encadenado a su libertad, realizando tareas para las que no está capacitado y sin tiempo para dedicarse a lo que sí sabe hacer, se transforma en mal contador, mal asesor de prensa, mal productor, mal gestor y, por la falta de tiempo, en un mal artista.

Como advierte Marianela Larzábal en su investigación Espacios artísticos autogestionados. Subjetividades alternativas,esa independencia tiene límites: los participantes reconocen que operar en clave autogestionada implica asumir roles más amplios que la pura creación artística (gestión, financiamiento, autoproducción) y que esto incide en sus tiempos, energías y en la naturaleza de lo que hacen”.

Su estudio demuestra que la autogestión solo se vuelve verdaderamente constructiva cuando existe un equipo capacitado que acompañe al creador; ejercida en soledad, termina absorbiendo su tiempo, debilitando su oficio y alejándolo del arte.

Nos roban el tiempo para negarnos el ARTE

La autogestión es un mecanismo para robarnos el tiempo. El creador se convierte en gestor y el día se consume en trámites que sustituyen la creación. El artista podría estar ensayando, pero está resolviendo un tema en el banco, podría estar estudiando, pero tiene que elaborar una planilla contable.

En definitiva, lo que se quiere garantizar es que no se dedique a lo que sabe, mantenerlo ocupado, dócil, convencido de que administra su destino, cuando en realidad quieren que produzca menos ARTE.

Criterios globales y autonomía del creador

La Agenda 2030 quiere consolidar un modelo de control para intervenir en la cultura sin que se perciba. Define las reglas de legitimidad simbólica, las métricas de valor y el comportamiento esperado de los creadores.

La autogestión se muestra como el rostro políticamente correcto de esa arquitectura, pero es, en realidad, un sistema de domesticación.

El poder le traslada su responsabilidad al ciudadano y lo convence de que esa prisión es su libertad. El creador deja de trabajar para el arte y empieza a trabajar para el sistema que lo evalúa.

El artista cree que administra su destino, pero en realidad sostiene un dispositivo que lo neutraliza: trabaja sin descanso las 24 horas, los 7 días de la semana, los 365 días del año, crea sin cuestionar, sin alterar el equilibrio.

El financiamiento para contratar técnicos

El discurso oficial sobre la autogestión encaja dentro del mismo marco que promueven la Agenda 2030 y la cultura Woke: un sistema de control globalista, con rostro políticamente correcto que convierte al artista en un empleado informal del Estado, un “funcionario sin sueldo”, sostenido por un relato moral.

El creador deja de ser un sujeto autónomo y pasa a integrar la maquinaria simbólica del propio Estado, que lo exhibe como “el empleado del mes”, como un ejemplo de ciudadanía, mientras lo explota y, a la vez, lo priva de su tiempo, de su salario y de la libertad que necesita para crear.

El camino es la COOPERACIÓN

No le creas a los que te quieren apartar del camino del arte. A los que te proponen que te cortes solo, que hagas todo vos, sin contratar técnicos ni generar empleos. Son los mismos que te quieren pobre, los que te prefieren dócil, los que necesitan que ganes menos para que critiques menos.

Por eso, desde esta humilde columna, no aconsejamos la autogestión, todo lo contrario la desestimulamos; decile sí a la cooperación, al financiamiento para trabajar cómodos y contratar técnicos especializados en cada área, a la generación de empleo y salario.

Si querés que te respeten como artista, dedicate al arte y no invadas el trabajo de los gestores, productores, contadores, administrativos, abogados y técnicos. Zapatero a tu zapato: dejá trabajar a los que saben. Dedicate al arte y al estudio, que en eso andás volando y hacés mucha falta en esa función.

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