Aquí estamos. Ha comenzado un nuevo año, signado por la incertidumbre de no saber en qué rumbo vamos. Nunca mejor que ahora para analizar lo que hacemos.
Para entender que somos parte de este planeta, de este país y de mi entorno y según lo que hagamos tendremos posibilidades de conseguirlo o no. Todos somos parte y esto significa que tenemos posibilidades y hasta la obligación de participar en la búsqueda del destino que entendemos mejor y más adecuado para nuestro entorno.
Mucha es la gente que acostumbra hacer evaluaciones de lo vivido al culminar el año. Nosotros preferimos mirar hacia delante. Del pasado sólo una mirada para tomar impulso, para evitar errores cometidos, pero lo que más nos importa, lo que más tiempo nos insume es el futuro.
Nada mejor para ello que revisar nuestros pasos, pero sin dedicarnos demasiado a revisar lo hecho, sino a planificar el futuro.
Estamos vivos y se supone que para dejar algo. Ya nos llegara la hora, porque como todo ser viviente, nacemos, crecemos y morimos. Nada mejor entonces que recordar aquellos versos del inmortal Florencio, que sentenciaron:
Vivir la vida se debe
que vivo quede en la muerte…
Esta es la cuestión. ¿Cuántos de nosotros demostramos que nos interesa permanecer así sea en el recuerdo de alguien más quede nuestro entorno familiar? ¿A cuántos interesa lo que nos sucederá?
El mundo en el que vivimos y el que hemos disfrutado y padecido (más que nada por nuestros propios yerros), lo hemos tomado prestado de nuestros hijos, nietos y bisnietos.
Es entonces nuestra obligación devolverlo tal cual lo recibimos o lo más parecido posible al menos.
Cuando vemos los problemas que tienen el agua, el aire, la tierra y demás nos preguntamos si realmente estamos haciendo lo correcto.
Seguramente tendrán mayores posibilidades que nosotros, en cuanto la ciencia y la tecnología avanzan y ponen a disposición herramientas y elementos que no tuvimos nosotros a nuestro alcance.
Pero nadie ignora el poder y la capacidad de la naturaleza, cuando de destruir y arruinar se trata. Nadie olvidó el primer tsunami de Indochina cuya destrucción incluso de vidas humanas se contaron por miles.
Nadie ignora la fuerza de las inundaciones que arrasan todo a su paso. Quizás los más actual y reciente sea la catástrofe del volcán en España.
Es hora entonces de pensar que estamos haciendo con el planeta, nuestra casa.
Esta es la cuestión.
A.R.D