El destino quedó sellado en la notable dimensión que alcanzó el arquero de Lavalleja, Valentín Melgar. Los tres penales rechazados, cosa fuera de lo común para el Salto de varios años a esta parte. Pero sucedió. Y determinados hechos son irreversibles. Por ejemplo este.
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ES VERDAD- El campo de juego fue aliado del que no quiso jugar. O del que tendió la trampa, para evitar que el rival generara vuelo: ese fue Lavalleja.
La interrogante se hizo visible: ¿qué hubiese pasado con Salto jugando en un campo de juego, sin barro ni agua, a favor de un fútbol que esta selección sintió y predicó?
¿Se debió desde la Liga gestionar la postergación del partido, ya el viernes a la noche cuando arreciaban las advertencias meteorológicas y la lluvia iría a plantearse sin más vuelta? Y se planteó nomás. Tarde ahora para rectificaciones. ¿No se actuó desde lo posible en materia de sentido común?.
Pero si Salto hubiese vencido en la tanda de los penales, ¿de qué estaríamos hablando hoy?.
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LO QUE ES…ES- Esta toma gráfica de Vicente Massarino de EL PUEBLO, sintetiza el momento clave: el gol de Braian Rodríguez y el ritual de la celebración. Porque fue un gol a la medida de la necesidad. Un alivio a la mente. Pero después Salto no pudo, entre dos cuestiones vitales a tener en cuenta: defendió bien y resolvió mal. No hay más precisa sìntesis que esa, en aras de la ecuanimidad crítica, mientras ese arquerazo de Valentín Melgar no dejó de aparecer.
Concentrado. Pleno. Ganador.
Un sistemático opositor de Salto.

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LA EFICACIA FALTANTE- Tanto en Minas como en Salto, la selección de Franco Junior Aliberti. NO DEJÓ DE SER SUPERIOR. Por ejemplo en el Dickinson: ¿cuántas chances de gol de Lavalleja?: mínimas.
Salto no avanzó por ausencia de precisión, a despecho de la cancha que tampoco contribuyó.
Por eso el título pretende convertirse en testimonio del pensamiento: ser superior y no avanzar, se asemejó a un acto de maldición.
El diablo metió la cola y Melgar sus manos.
Mientras que puede admitirse la injusticia de la situación consumada: Salto fue lo que Lavalleja no quiso: jugar, proponer, acentuar la exposición de un fútbol con basamento de ataque. De pulverización en los metros finales.
Al fin de cuentas, no hay caso: el fútbol podrá agobiarse de conceptos y de especulaciones antes de un partido. El recetario de la inventiva o de la imaginación juegan su propio partido, pero SI LA DETERMINACIÓN NO EJECUTA FINES, entonces la ilusión flaquea primero y muere después.
Aunque intoxique la consecuencia. Pero a veces resulta inevitable.
Y no tiene vuelta.
-ELEAZAR JOSÉ SILVA-
