Hoy por: Jorge Pignataro
En estos días fue publicado por la editorial uruguaya Banda Oriental uno de los relatos mayores de la narrativa universal del siglo XX: “El viejo y el mar”, del escritor norteamericano Ernest Hemingway (Oak Park, 21 de julio de 1899 – Ketchum, Idaho, 2 de julio de 1961). Aparece en este caso editado junto a otros textos también muy significativos de su autor como “Los asesinos”, “Las nieves de Kilimanjaro” y “Gato bajo la lluvia”.
Ernest Hemingway, autor de «El viejo y el mar».
Caratula de «El viejo y el Mar»
La reedición de clásicos de la literatura siempre es un hecho a destacar, en tanto pone al alcance de los lectores obras que en algunos casos no son de fácil hallazgo en librerías. Esta nueva edición (de 155 páginas, en formato de 22 x 13 cm.) ofrece además un extenso y muy completo prólogo a cargo del crítico Prof. Jorge Albístur.
En contratapa se lee: “Con el viejo y el mar ganó Hemingway, en 1953, el Premio Pulitzer, y también gracias a este relato –el más reciente por entonces en una carrera notable– se le otorgó el Nóbel en 1954. Quien quiera leerlo como culminación del escritor sencillo y directo, sin ningún fondo filosófico ni pretensión en cuanto a mensajes escondidos, puede disfrutar del poderoso enfrentamiento del viejo y el pez. Porque este hombre será derrotado pero jamás vencido. El lector así hechizado por la mera historia disfrutará también de una cumbre en otro sentido pues la de Hemingway es la única obra contemporánea –si se deja de lado a Saint Exupéry– que todavía celebra el heroísmo individual y cree en él”.
“Uno de sus hijos dice que se mató cuando estuvo seguro de no poder escribir ya relatos brillantes”
En el prólogo de Jorge Albístur pueden leerse no sólo acertados comentarios sobre El viejo y el mar, y la obra en general de Hemingway, sino también sobre la vida y la personalidad del escritor. A continuación transcribimos un breve fragmento sobre su trágica muerte:
“Ernest Hemingway (n. 1899) se quitó la vida en 1961. Apenas ocurrido el hecho, se dudó que hubiese habido suicidio. Se dijo que el ángulo de tiro de la escopeta que mató a Hemingway no era el que él hubiese elegido, y se especuló con la hipótesis de un accidente. El escritor no dejó, además, la consabida carta concebida como testamento espiritual. Hoy nadie duda acerca de este trágico desenlace: Hemingway se eliminó, como también lo hizo su padre, este acosado por una gran deuda y después de haber recurrido a Ernest para saldarla. El hijo demoró demasiado y el cheque salvador llegó la mañana del suicidio, cuando ya era tarde. Esta experiencia, de la cual Ernest no habla jamás, debe haber pesado como culpa o desgracia singularmente dolorosa. Agrégase a este antecedente familiar, como explicaciones posibles de su determinación, un principio de Alzheimer, la depresión profunda que solía acompañarle en una soledad ansiosa y el alcoholismo de muchos años. Uno de sus hijos dice que se mató cuando estuvo seguro de no poder escribir ya relatos brillantes, pues su vista estaba definitivamente disminuida y su imaginación agotada”.
Daniel Abelenda Bonnet, también poeta
En ediciones anteriores nos referimos a Daniel Abelenda Bonnet, escritor y periodista salteño radicado en la ciudad de Carmelo desde ya unos cuantos años. Incluso transcribimos una nota suya sobre Jorge Luis Borges, Enrique Amorim y la vinculación de estos escritores con el fútbol. Pero Abelenda también cultiva la poesía. Hoy presentamos cuatro poemas, seleccionados de un conjunto más amplio al que tuvimos acceso.
DIARIO DE VIAJE (Cleveland, 1989)
“Life is a one-way ticket”. L. Hughes.
Los trenes que salen de Terminal Tower
hieren la llanura blanca y helada
del Midwest.
Sentado en el andén intento
una carta improbable a
una dirección demasiado
al Sur…
El tren toma velocidad
la ciudad va quedando atrás.
Tras la ventanilla pasa
todo mi pasado.
Pero yo sigo viajando:
Es mejor viajar con esperanza
que llegar.
TOMORROW (a Luis A. Carro)
Escribe ahora, amigo,
Escribe hoy mismo
Cada palabra tuya,
Cada palabra nuestra
Bien podría ser la última…
CAMBIO DE AIRE
Este poema, botella al mar,
no podrá, lo sabemos,
alterar nuestras vidas:
dos cursos inciertos
navegando en un mar agitado.
Este poema, acaso,
sólo pueda cambiar
el aire a tu alrededor,
darle sentido a tu sonrisa
-cuando cueste ya sonreír-
y el mundo empiece
a perder su magia.
BLOWING IN THE WIND
Creer en un Dios que calla
Escuchar la música
De las pobres palabras
Que no pueden decir más,
Que nunca alcanzan
Y soplan en el viento
Para sentirnos
Algo más livianos.