Como muchos amigos acostumbraban reunirse de tanto en tanto junto a una de las churrasqueras de la costa para disfrutar de un asado en los soleados mediodías del otoño.
Pero cuál no sería su sorpresa, cuando días atrás concurrieron al lugar, como lo hacen habitualmente y su sorpresa fue mayúscula. La churrasquera estaba a punto de desaparecer, llevada por la creciente, como ya había desparecido gran parte de la costa.
Es que la erosión del agua, aumentada por los vaivenes que provocan las maniobras de la represa, no perdonan. Es uno de los mayores problemas que ha dejado la construcción de la represa.
No desconocemos sus beneficios, pero tenemos la impresión que no hemos dimensionado como corresponde el daño que produce la erosión.
No es un problema nuevo, porque recordamos cuando durante una de las intendencias de Malaquina, se encaró la defensa protección al norte de playas Las Cavas, uno delos lugares más afectados por la erosión.
Se instalaron “geotextiles”, rellenadas con piedras y no sabemos exactamente que resultados arrojaron. Tenemos entendido que fue una prueba piloto, pero prueba que el tema se conoce desde hace mucho tiempo.
Hoy tenemos entendido que se están encarando nuevas medidas de protección que irían desde la desembocadura del arroyo San Antonio (donde existe el magnífico recuerdo del éxodo del pueblo artiguista, obra del escultor coterráneo Diego Santurio), hasta Arenitas Blancas.
Bienvenida esta obra, pero hallamos que no es suficiente. Quienes concurren periódicamente al rio Uruguay, saben que el mayor daño se produce en estos momentos en las proximidades de la represa. Los eucaliptos de la playa José Luis están casi todos en el suelo.
Las grandes raíces caídas por efecto de la erosión y los vaivenes del río han ganado por efecto de las crecidas, casi 500 metros para el cauce de sus aguas.
La Costanera Norte es una de las bellezas naturales más concurridas y disfrutadas por los salteños y visitantes. Es también uno de los precios innecesarios que se deben pagar por la construcción de la represa y está dentro de lo que puede salvarse.
Sabemos que la solución no es fácil, pero al menos es una obligación intentarlo. Cuando se construyó la represa no se dijo que este sería parte del precio a pagar. Es hora de dejarse de soñar con obras faraónicas, como la navegabilidad y concentrarse en salvar lo que tenemos.
A.R.D.
Salvemos a la costa, pero a toda la costa
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