La expulsión de Marcelo Prado a los 40′ y el penal que reventó el travesaño desde la ejecución de Daniel Silva a los 20′ de la recta final y tras ello, la reacción para Bruno Roldán, rechazando con el pie zurdo. En Tigre saben que esas dos situaciones resultaron claves.

Pero como contrapartida, Libertad dejó en claro porque fue segundo. Porque no le faltó personalidad para estampar imperio técnico, cuando se trató simplemente de JUGAR MEJOR. Pero también en la resolución de Ruben Romero a los 41′ defiendo en el área, tras la habilitación con oportunismo incluída.
Y fue victoria porque no llegó al empate Tigre en los 20′ del complemento (el penal que malogró) y porque tres minutos después, Gabriel Suárez potenció la clase que prolonga y de esa pelota metida hacia atrás, Chaparro dispuso de toda la perspectiva a favor: ser receptor libre, estacionar la pelota y despachar el derechazo sin más vueltas. Todo lo hizo bien.
Fue el 2 a 0. Fue el terminante. Casi una lápida a cuenta de este Libertad a elocuencia declarada, desde la aptitud general que no le faltó, aún en aquellos minutos en que el partido sufrió la impotencia de la pelota repartida, con la confusión como estandarte.
Libertad disfrutó de la esencia que lo realza. Es así y jugó así. Fue lo que es.
Ese ser que no fue poco. Por eso, bajó el martillo y está en la final.
Fue su canto de justicia. También en libertad.
-ELEAZAR JOSÉ SILVA-
