Marruecos no ganó, pero se ganó el respeto máximo. Demostró ser un buen equipo que no solo sabe defender, también sabe atacar, mandar, manejar el balón, aunque en esta ocasión sin acierto alguno. Sofyan Amrabat no solo contiene en el medular, faceta en la que es un espectáculo, crea y dirige junto al incansable Azzedine Ounahi.Marruecos actuó a contraestilo obligada por el marcador adverso. Tuvo una posesión de balón notablemente superior a la de Francia, minimizada en muchas etapas del encuentro. El balance fue de 61% por el 39% de los ‘bleus’, que marcaron en sus dos disparos a puerta, los mismos que efectuaron los hombres de Regragui.

En el cómputo de tiros, el conjunto de Deschamps ganó por 15-13. Incluso en los pases, el conjunto africano fue netamente superior. Dio 591 por 368 de los ya finalistas, de los que completó 528 por 310. Nada comparable a lo acaecido hasta ahora en el Mundial. Marruecos despertó, pero con mucho orgullo y tras poner en un serio aprieto a Francia. Demostró ser un más que digno semifinalista de una Copa del Mundo. Todo el equipo tuvo que despertar del sueño pero lo hizo de forma brillante, por lo que fue reconocido por la afición que en mayoría le apoyó en el estadio de Al Bayt, que no quería abandonar las gradas. Aún tendrá la oportunidad de remachar su heróica e inolvidable actuación en este Mundial en el partido por el tercer puesto del sábado ante Croacia, víctima el martes de la Argentina de Messi. (Crónica: agencia EFE)