Un informe del INEEd analiza los efectos de restringir el celular en el aula sobre la atención, la convivencia y el vínculo educativo.
El uso del teléfono celular en el ámbito educativo se ha transformado en uno de los debates más relevantes de los últimos años. Entre su potencial como herramienta pedagógica y su capacidad de generar distracción permanente, los sistemas educativos enfrentan el desafío de definir límites claros. Un informe reciente del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEEd) aporta evidencia concreta sobre los efectos de aplicar una restricción general al uso de celulares durante la jornada escolar en educación media.

El estudio recoge percepciones de estudiantes, docentes, familias y equipos técnicos, antes y después de implementarse la medida, y permite analizar cambios en la dinámica del aula, la convivencia y las condiciones para el aprendizaje. Los resultados muestran que, previo a la restricción, el celular estaba presente en la mayoría de las clases, incluso cuando existían normas parciales o acuerdos informales para limitar su uso. Docentes señalaban dificultades persistentes para sostener la atención de los estudiantes, interrupciones frecuentes y una carga adicional asociada al control del dispositivo.
Uno de los hallazgos centrales del informe es que la restricción generalizada y clara reduce los conflictos cotidianos en el aula. Al establecer una norma institucional uniforme, el control deja de recaer en cada docente en particular, lo que mejora el clima educativo y fortalece el vínculo pedagógico. La mayoría de los educadores percibió una mejora significativa en la atención, la participación y la continuidad de las actividades de clase.








En términos de convivencia, el informe destaca cambios relevantes en los tiempos no estructurados, como recreos y espacios comunes. La reducción del uso del celular favoreció una mayor interacción cara a cara entre los estudiantes, el retorno de juegos colectivos y una comunicación más directa. También se registró una disminución de conflictos vinculados al uso de redes sociales durante el horario escolar, como burlas, difusión de imágenes sin consentimiento o malentendidos que impactaban en la convivencia institucional.


Las familias expresaron un alto nivel de acuerdo con la medida. Según el informe, la mayoría considera que la restricción contribuye positivamente al aprendizaje y al bienestar de los estudiantes. Si bien algunos adultos manifestaron preocupación por la dificultad de comunicarse de forma inmediata con sus hijos durante el horario escolar, este aspecto no opacó la valoración general, que fue mayoritariamente favorable.

La percepción de los estudiantes resultó más diversa. Mientras una parte reconoció mejoras en la concentración y en la dinámica de clase, otros manifestaron incomodidad por la pérdida de autonomía o por considerar que podían autorregular su uso del celular. El informe muestra diferencias según la edad: los estudiantes más jóvenes tienden a aceptar con mayor facilidad la restricción, mientras que en los mayores aparecen más resistencias. Aun así, el balance general de las percepciones estudiantiles es levemente positivo.
Un aspecto relevante del análisis es que no se identifican evidencias claras de que la restricción del celular en el ámbito escolar provoque un aumento significativo del tiempo de pantalla fuera de la institución. Los datos recogidos, comparados con estudios previos de alcance nacional, sugieren que los hábitos digitales extraescolares responden a múltiples factores y no dependen exclusivamente de las normas escolares.
El informe también advierte sobre desafíos pendientes. La restricción del celular obliga a fortalecer alternativas tecnológicas institucionales y a planificar con mayor antelación el uso de recursos digitales. Asimismo, el INEEd subraya que limitar el uso del dispositivo no sustituye la necesidad de educar en ciudadanía digital, autorregulación y uso responsable de la tecnología.
Lejos de plantear la restricción como una solución única o definitiva, el informe la presenta como una herramienta eficaz para mejorar las condiciones de enseñanza y aprendizaje cuando forma parte de una estrategia más amplia. La evidencia recogida muestra que, al reducir las distracciones y ordenar la vida escolar, se generan entornos más propicios para enseñar, aprender y convivir, devolviendo a la escuela su rol central como espacio de encuentro, atención y construcción colectiva del conocimiento.









