En nuestra última entrega nos referíamos a la instancia que se habrá desarrollar en nuestro país, tratando de asumir medidas para limpiar nuestros ríos y mares.
No dudamos que es una medida muy plausible, pero entendemos que no será exitosa mientras no logre el involucramiento, voluntario u obligatorio de la población mundial. El hecho es que una sociedad derrochona, desaprensiva y desentendida de los verdaderas problemas, jamás se hará cargo del daño ambiental que causan algunas conductas.
No nos referimos precisamente a los países más pobres y no porque sean más conscientes en cuanto a los temas ambientales, sino porque con menos recursos tiene menos posibilidades de incidir negativamente con su conducta ambiental.
Nos referimos a los denominados países ricos, donde “se usa y se tira” y de esta manera han desaparecido muchos oficios que estaban basados en la reparación, en el arreglo de los electrodomésticos y otros elementos.
Sin duda alguna que queda mucho por hacer en el tema ambiental, pero en lo que a nosotros respeta no tenemos duda alguna. Dependemos del cambio cultural, de un cambio de conducta en las generaciones mayores que urge cada vez más.
Quien o quienes no lo vean así, y prefieran seguir atentando contra la naturaleza, deberán ser sancionados, ya sea con la instalación de cámaras que puedan probar su conducta o de cualquier otra manera.
No es la mejor forma, pero siempre hemos sostenido que por algo nuestros mayores sostenían que “la letra con sangre entra”. Por supuesto que nos oponemos a lograr cambios culturales de esta manera, pero también entendemos que los infractores consuetudinarios, aquellas personas a las que importa un pepino la conciencia social, deben de alguna manera de ser corregidas.
El mayor desafío para nuestra generación es el de conservar la naturaleza de este mundo para dejarla lo mejor posible ya que de cualquier forma la “huella” de nuestros días del pasaje humano, producirá un daño irreparable.
Siempre hemos sostenido que integramos una sociedad transgresora, que apenas entiende que nadie lo ve, de descubrirlo, es capaz de violar las normas, de incumplir las disposiciones que se ha fijado la propia sociedad que integra para tratar de ordenarse.
Es a esto que nos referimos y no olvidamos aquella sentencia bíblica que sostiene “quien esté libre de culpa que tire la primera piedra…”
A.R.D.
