En el Uruguay se dice y se repiten muchas veces cosas que no tienen sentido a poco las analicemos detenidamente.
Cuando escuchamos la frase del artiguismo que sostiene “no venderé el rico patrimonio de los orientales al vil precio de la necesidad”, nos preguntamos ¿que estamos haciendo con el agua y otros recursos naturales que Dios o la naturaleza nos han proporcionado?
Siempre nos hemos preguntado ¿será acertado utilizar el agua termal y descartarla? ¿Será acertado usar el agua de ríos, arroyos y lagunas para luego descartarlas? ¿Será que estamos desperdiciando alegremente el agua de lluvia?.
Todas preguntas que deberían de responder las personas capacitadas para hacerlo, o quienes autorizan ciertas concesiones. Hasta el momento y no nos cansaremos de repetirlo, hemos utilizado el agua dulce como si fuera un recurso infinito y la propia naturaleza se ha encargado de recordárnoslo: no es infinito y seguramente si la derrochamos llegará el momento en que lo lamentaremos.
Esperemos que no sea el caso de que nos esté avisando que el derroche ha hecho todo el daño posible y ya no hay marcha atrás.
Se habla de la producción y exportación de hidrógeno verde. Pero en el fondo esto significará la utilización tanto en la producción de insumos como en la propia industrialización de mucha agua dulce, esa que no es infinita y que si mal la utilizamos un día lo lamentaremos.
Se habla de al menos tres “mega” proyectos de producción de hidrogeno verde, lo que pocos saben porque no es de los datos más difundidos, es cuanta agua dulce gastarán, ni de donde la obtendrán.
No nos oponemos al “desarrollo” del país ni a una superación, siempre y cuando sea en beneficio del pueblo y siempre y cuando se diga debidamente de donde se obtendrán las recursos y cómo se los preservará.
Existe en la país un Ministerio de Ambiente, pero mucho nos tememos que hasta el momento su rol ha sido más el de contemplar y armonizar los intereses de las grande inversiones, antes que proteger y defender los recursos naturales que pertenecen al pueblo, que sólo se los ha prestado o encomendado a alguien para que los explote y preserve como corresponde.
No estamos contra las grandes inversiones que el país necesita. Nos oponemos cuando éstas se hacen escondiendo las desventajas y enumerando solo los beneficios. Lo primero a cuidar en estos casos es la transparencia por aquello de Artigas: “no venderé el rico patrimonio de los orientales al vil precio de la necesidad”´
A.R.D.
