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martes, junio 10, 2025
Columnas De Opinión
Alejandro Irache
Alejandro Irache
Licenciado en Psicología por la Universidad de la República(UDELAR). Habilitado por el Ministerio de Salud Pública (MSP). Atiendo a adolescentes y adultos, con foco en procesos de angustia, depresión y crisisexistenciales. He complementado mi formación con estudios en psicología laboral, selección de personal IT, psicología del deporte y salud mental grave,realizados en la Universidad de Palermo y en el Centro Ulloa (2024).

¿Qué hablamos cuando hablamos de psicoterapia?

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«Cuando no podemos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos.»

Viktor Frankl

¿Psicoterapia? Esa palabra que da miedo… hasta que salva

Vivimos en la era de la hipervelocidad, donde detenerse a pensar en uno mismo puede parecer un lujo. Irónicamente, nunca fuimos tan expertos en ignorarnos. Nos quejamos de ansiedad mientras bebemos café a las apuradas; nos declaramos “bien” con una sonrisa que duele por dentro; creemos que “seguir adelante” es sinónimo de salud cuando a veces es solo un sinónimo elegante de negación. En este contexto, la psicoterapia aparece como una suerte de brújula interna: no elimina la tormenta, pero enseña a navegarla.

A pesar de que su utilidad está más que comprobada, el camino hacia el diván sigue plagado de mitos. Algunos creen que ir al psicólogo es cosa de locos. Otros, más poéticos, prefieren sufrir en silencio, como si el dolor no expresado fuera más noble. La realidad, menos romántica pero más humana, es que la psicoterapia no es el último recurso de los rotos, sino la herramienta lúcida de los valientes.

Y si hablamos de valentía, vale aclarar: no es valiente el que no teme, sino el que decide mirarse aunque duela. Porque mirar hacia adentro no siempre revela paisajes serenos. A veces es un espejo roto. A veces, una habitación desordenada. Pero solo enfrentando ese caos es posible ordenar, sanar y transformar.

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¿Qué es la psicoterapia? (Y qué no)

La psicoterapia no es una charla de café con alguien que cobra por escuchar. Tampoco es un interrogatorio freudiano donde uno debe hablar de su madre, de sus traumas infantiles o de lo que soñó anoche con una cabra. No necesariamente, al menos.

En términos sencillos pero fieles, es un proceso guiado por un profesional entrenado para ayudar a las personas a entenderse, superar dificultades emocionales y desarrollar herramientas para vivir mejor. Es una conversación, sí, pero estructurada, orientada, confidencial. El terapeuta no “da consejos”, sino que acompaña, confronta, observa y propone. Con suerte, incluso incomoda. Porque crecer duele, pero estancarse agota.

A diferencia de una charla entre amigos, la psicoterapia se basa en modelos teóricos respaldados por décadas —a veces siglos— de investigación. No se trata de “hablar porque sí”, sino de trabajar con un propósito: conocerse, reconstruirse, cambiar. El consultorio es un laboratorio de la mente, un taller del alma.

Y aunque muchas personas recurren a la terapia en momentos de crisis, no es necesario tocar fondo para empezar. De hecho, cuanto antes se empieza, menos profundo es el pozo. La psicoterapia es, también, una forma de prevención: como una vacuna emocional que refuerza la resiliencia frente a las tormentas de la vida.


Una terapia para cada quien: enfoques para múltiples caminos

La psicoterapia no es un menú fijo. No hay una receta única para todos los males. Cada persona es un universo, y cada proceso requiere un mapa distinto. Estos son algunos de los enfoques más conocidos y utilizados:

  • Terapia Cognitivo-Conductual (TCC): Una de las más eficaces y directas. Se enfoca en cómo nuestros pensamientos influyen en nuestras emociones y comportamientos. Ideal para personas que buscan herramientas prácticas para gestionar la ansiedad, la depresión o los hábitos dañinos. Una especie de entrenamiento mental que enseña a detectar ideas automáticas y reemplazarlas por pensamientos más funcionales.
  • Terapia Psicodinámica: Aquí se trata de ir al fondo del iceberg. Lo visible (síntomas, conductas) muchas veces esconde conflictos inconscientes no resueltos. Esta terapia propone una inmersión profunda: entender cómo nuestras historias pasadas condicionan nuestra vida presente. Una terapia que no promete soluciones rápidas, pero sí una comprensión profunda y transformadora.
  • Terapia Humanista: Inspirada en la creencia de que cada ser humano posee en su interior las claves de su sanación. El terapeuta es una presencia empática y acogedora que ayuda al paciente a reconectar consigo mismo. Es la terapia del «aquí y ahora», de la autenticidad, del permiso para ser. En un mundo que nos empuja a fingir, esta corriente invita a ser.
  • Terapia Sistémica: Aquí el foco se amplía: el paciente no es un individuo aislado, sino parte de sistemas —familiares, laborales, sociales— que lo moldean. Esta terapia es especialmente útil en conflictos familiares, de pareja o en situaciones donde las dinámicas relacionales son parte del problema… y también de la solución.
  • Terapias de Tercera Generación: Propuestas innovadoras como la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) o el mindfulness ponen el acento en la aceptación emocional, la presencia y la acción coherente con los valores personales. No buscan eliminar el dolor, sino cambiar la relación que tenemos con él. Como quien deja de luchar contra la corriente para flotar mejor en ella.
  • Terapia Integrativa: Combina lo mejor de cada corriente y lo adapta a las necesidades del paciente. Flexible, creativa, ajustada a la singularidad de cada persona. Porque, en definitiva, ninguna teoría vale más que la historia real de quien consulta.

La psicoterapia como medicina de la mente… y del cuerpo

El impacto positivo de la psicoterapia no se queda en el ámbito emocional. Numerosos estudios han demostrado beneficios físicos vinculados a la terapia: disminución del cortisol (la hormona del estrés), mejora en la calidad del sueño, fortalecimiento del sistema inmune, e incluso mayor esperanza de vida en personas con enfermedades crónicas.

No es magia, es neurociencia. La mente y el cuerpo están conectados por caminos invisibles pero poderosos. Lo que se calla en palabras se grita en síntomas. Y lo que se expresa y elabora en terapia puede desactivar esa bomba interna que llamamos «somatización».

Además, la psicoterapia ayuda a desarrollar habilidades fundamentales para la vida: regulación emocional, pensamiento crítico, empatía, resolución de conflictos, toma de decisiones. No solo alivia el dolor, sino que fortalece los recursos internos para enfrentar lo que venga.


Romper el estigma: una revolución silenciosa

Quizás lo más urgente no sea entender qué es la psicoterapia, sino por qué aún nos cuesta tanto hablar de ella.

Vivimos en una cultura que premia la autosuficiencia y castiga la vulnerabilidad. Mostrar que uno necesita ayuda es visto, a veces, como un fracaso. Como si las emociones fueran un problema, y no un lenguaje.

Pero callar el sufrimiento no lo elimina: lo multiplica. Y sostenerse solo no es noble, es agotador. Por eso, normalizar la psicoterapia no es un capricho de moda, es un acto revolucionario. Porque implica reconocer que sentir no es un defecto, que pedir ayuda no es rendirse, que sanar es una responsabilidad personal y social.

Lo paradójico es que muchas veces quienes más resisten ir a terapia son los que más la necesitan. Y no por estar “peor”, sino porque están atrapados en la idea de que no pueden permitirse dudar, flaquear, caerse. Pero si algo enseña la psicoterapia es que incluso la armadura más fuerte se puede oxidar por dentro.


Una invitación a vivir más despiertos

La psicoterapia no garantiza felicidad. No ofrece una vida sin problemas ni una versión edulcorada de la realidad. Pero sí promete algo más real: un mayor grado de conciencia, autonomía y sentido. Y eso, en los tiempos que corren, ya es bastante.

Asistir a terapia no es “arreglarse”, como si uno fuera una máquina descompuesta. Es mirarse, escucharse, confrontarse. Es aprender a convivir con uno mismo sin necesidad de anestesias ni máscaras. Es permitirse ser, con todo lo que eso implica: luces, sombras, contradicciones, heridas.

Y sobre todo, es un acto de amor propio. Porque nada habla más de quererse bien que atreverse a conocerse de verdad.


Conclusión: un camino que empieza cada vez que alguien dice “necesito hablar”

La psicoterapia no es un privilegio ni una rareza. Es un derecho, una herramienta, una elección lúcida. En un mundo que nos empuja a funcionar, ella nos invita a sentir. En una sociedad que nos exige rendimiento, nos recuerda la importancia del descanso emocional. Y en un tiempo que premia la prisa, nos enseña el valor de la pausa.

No importa si el dolor es antiguo o reciente, si el conflicto es claro o confuso, si el motivo es grave o apenas un susurro. Lo importante es escucharlo. Porque muchas veces, cuando la vida se vuelve ruido, lo único que necesitamos es alguien que nos ayude a escuchar nuestra propia voz.

Y esa, tal vez, sea la mayor promesa de la psicoterapia: ayudarte a volver a ti. Con más conciencia, más fuerza, y sí… también con más ternura.


Recursos recomendados:

  • 📘 «El hombre en busca de sentido», de Viktor Frankl. Un clásico que no se lee, se atraviesa.
  • 📺 «In Treatment», serie que ofrece una mirada íntima, descarnada y profundamente humana del vínculo terapéutico.
  • 🧭 En Uruguay: la Sociedad Uruguaya de Psicología Médica puede orientarte en la búsqueda de profesionales serios y capacitados. No estás solo.
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