El término, “integración” lamentablemente es una muestra más de la discriminación y del enorme divisionismo que aún soportamos los humanos.
En primer lugar debemos señalar como nace el término de “latino” acuñado para diferenciar estrictamente a una América anglófona (Estados Unidos, Canadá y algunas de las colonias de estos países, hoy mayoritariamente denominados “países asociados”.
Por América Latina, se entiende a todos aquellos países hispanohablantes, o sea que hablan el idioma español o el portugués, lenguas que tienen raíz latina. Algunas fuentes incluyen a los países de habla francesa (francohablantes) en el término “Iberoamérica”.
Para decirlo con toda claridad y asumir la realidad. El término se instaló para diferenciar con mayor precisión a una “raza inferior”, frente a una “superior” y cualquiera que haya vivido o pasado por los Estados Unidos o Europa mismo, sabe que los latinoamericanos somos menospreciados y considerados un grupo más rudimentario, con menores valores culturales y sociales.
Esto recuerda una de las más nefastas historias de la humanidad, cuando el nazismo masacró a millones de personas buscando establecer una raza “superior”, como ellos consideraban a los alemanes, grandotes y de ojos azules, superiores a la demás razas.
Este es el cangrejo oculto debajo de la piedra. Mientras existan movimientos, grupos de naciones o de razas, que se consideren superiores no será posible una verdadera integración.
El trasfondo de esto es el concepto de discriminación que se sigue alentando por parte de algunos. De allí la aberrante actitud de algunas comunidades que no admiten a los migrantes, aún cuando si rascáramos a fondo nos encontraríamos que la diferencia radica sólo en el orden de llegada. Vale decir, algunos han llegado antes y otros intentan hacerlo después.
La verdadera integración requiere más que de declaraciones, de actitudes, de disminuir las diferencias para destacar más similitudes.
En nuestros días la mayor diferencia radica en el concepto que tengamos sobre el medio ambiente. Las grandes potencias procuran acentuar su poderío haciendo conocer sus armas letales, las que en realidad se usan para defender execrables intereses que no se detienen en la preservación ambiental, legada por las generaciones futuras, sino que apuntan a acumular bienes económicos, caiga quien caiga y cueste lo que cueste.
Así sea que les dejemos un montón de ruinas a quienes nos habrán de continuar en la vida.
Si queremos celebrar una integración verdadera no nos detengamos en las coincidencias, sino en disminuir las diferencias.
A.R.D.
El alcance de la
integración más allá de las palabras
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