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lunes, noviembre 24, 2025

Pueblo Pereira: turismo inventado y humor rural

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Diario EL PUEBLO digital

Pueblo Pereira, donde la Historia es opcional y cambiante

Pueblo Pereira creció en el entronque de tres caminos vecinales. Dicen que tomó su nombre porque allí se encontraba, y sigue en pie, el almacén de Ramos Generales de Alfredo Fracisco Pereira (P), conocido como Don Alfredo. Su consigna comercial estampada en el gran portón del deposito de comestible, al costado de la puerta principal era “Almacén Pereira, atendido por su propio dueño”. En el presente se le había sumado en la atención, Alfredo Francisco Pereira (h), quien luego de su regreso de la capital donde había estudiado Jardinería y Huertos, se hacia llamar Francis. “El cartel fue actualizado diciendo en la actualidad…”Almacén Pereira, atendido por su propio dueño, y su heredero”.

La vida del pueblo estaba un poco alterada por la falta de trabajo, las zafras venían más cortas y los inviernos más largos. Las grandes estancias del lugar no tenían por esos días grandes demanda de peones. La mayoría había hecho traslados de ganado para el sur y en el agro siembras y cosechas eran dominadas por las grandes maquinarías y por cuadrillas de maquinistas que venían del sur y se llevaban la plata, dejando a los lugareños con muy poco para hacer en el año.

La antigua salida del bagayo ya no resultaba tanto, por un lado, el río estaba más vigilado y había mucha competencia de las ciudades grandes que importaban a gran escala, mercadería segura y más barata, pero también el trasiego por tierra estaba más bravo por la presencia de autoridades (policía, aduana, ejercito).

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Había que encontrar una solución y la convocatoria recorrió el rancherío, “para tirar ideas”, “ver lo que hacemos”. Los pocos pobladores de Pereira se reúnen en el almacen de Don Alfredo, en el alero utilizado, para juegos de cartas, kermeses de la escuela, comedor de los asados con cuero en días de carreras. Se manejaron varias opciones y la única que se mantuvo en pie fue la de crear un “Plan de Turismo Histórico Distinto”. El problema es que el evento histórico más importante ocurrido en Pereira fue la inauguración del primer semáforo (que no funciona) y que una vez pasó una Vuelta Ciclista del Uruguay, tramo dicho sea de paso que fue anulado porque dos que iban escapados erraron el camino y el pelotón que estaba cerquita, también dobló y pasó por Pereira, en lugar de tomar para el otro lado de la ruta.

Como soluciones no se presentan muchas, deciden que la única forma de atraer turistas es inventándose la historia.

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El viejo Saracho, era un jubilado profesor de historia al que nunca habían tomado en serio en sus clases los alumnos, ni por sus pares docentes, ni por sus vecinos, aunque siempre lo invitaban a las reuniones porque cuando se ponía hablar pintaba el universo y era una maquina de fechas, datos y acontecimientos, de otros lugares, no pudo contener su inquietud y preguntó…

– Cómo es eso del turismo histórico?

– Muy simple profesor, atraer turistas a nuestra localidad y para ello creemos que enfocarnos en el lado histórico es una buena veta.

– Y por qué, “distinto”?

– Porque todos sabemos que no tenemos historia, pero, podemos adueñarnos de una, difundirla, invitar a las asociaciones de jubilados, de Retirados de Tropa, de grupos estudiantiles que no tienen para ir a los grandes centros turísticos, y aquí, de paso aprenden.

Doña Irma a la que todos llamaban «La Alcaldesa”, y ella que se había criado con su abuelo, un español afincado en nuestras tierras desde varias décadas, prefería que la llamaran como lo hacia su tata, “la Regidora”.

Irma era una La líder nata, una mujer con más voluntad que cerebro, vestida siempre con un traje de sastre de dudoso gusto. Su visión siempre fue de «un turismo que nos dé dinero, no que nos dé vergüenza». Es la que impulsa la invención, pero es terrible recordando sus propias mentiras.

Por su parte, Horacio, “El filósofo” un hombre de unos 60 años, flaco, con gafas oscuras, hasta en las noches, y una bufanda incluso en verano. Es el único que sabe algo de lo que significa organizar a un grupo creativo, pero es demasiado tímido para corregir las barbaridades de Doña Irma. Su papel es ser el «experto» forzado a legitimar mentiras absurdas con tecnicismos. Sobre todo las alucinantes ideas dadas por el Profesor Saracho, que habló luego de tres cervezas.

El «Gaucho» Beto, un servicial de aquellos, que siempre dice presente, que siempre está con la boina y el poncho. Tiene una churrasquera (parrilla) y una guitarra. Él se autoproclama el único que puede recrear el pasado matrero, a pesar de que le teme a los caballos y lo más peligroso que hizo fue quemar un asado, pero que es feliz con su vestimenta.

La Sra. Lucía (Dueña de la Farmacia), la más práctica, pero también la más ambiciosa. Su único objetivo es que los turistas compren sus empanadas de dudosísimo relleno, para luego venderle los remedios que hace tiempo tiene y a los que les cambia de fecha de vencimiento muy a menudo. Ella sugiere que el pasado aborigen de Pereira debería ser «un pasado donde se valoraban las recetas ancestrales» (es decir, sus empanadas).

CRÓNICA DE LAS INVENCIONES PARA OPTAR

Saracho, cliente de la farmacia por las pastillas para la presión que no le hacían nada, por lo que tenía que comer un diente de ajo, cuando empezaba a sentir ciertos dolores o mareos, sostuvo que explotar el lado indígena era una buena opción porque Pereira y sus alrededores era una región de muchos tapes, de monte indígena y de pedregales sugerentes.

Altivo Sosa, estanciero de la zona hijo de un militar que murió sin tirar un tiro, y de la única guerra que participó fue la de sus entrañas con el alcohol, conflicto que había ganado la caña brasilera y el tabaco en rama que le traían los chiveros. Su padre, mas de la pensión militar, no tenía dónde caerse muerto, la de la plata era su madre hija de los Dalton Cepeda latifundistas argentinos que se habían afincado en la zona, y el viejo Dalton le había dado un campo a su hija cientos de ovejas y de vacas para que hiciera su propio camino. Altivo fue el único de los-hijos del militar que mostró su amor por el campo y la vida rural, los otros tres se fueron a la ciudad y rara veces se aparecen por Pereira.

La otra opción presentada fue la de una batalla, la de Zanja del Zorro gris, que fue ubicada en el tercer cerro al norte, en el campo precisamente de Sosa. Ubicado el sitio de la batalla en donde gauchos valientes frenaron a una fuerza invasora. El tema era que zorros abundaban por la zona, pero el lugar no tenía ninguna zanja, por lo que deciden cavar una ellos mismos.

El Gaucho Beto insiste en que la zanja debe ser «históricamente profunda», pero Doña Irma solo les deja cavar un surco para que no se arruine su pequeña retro excavadora, porque es muy difícil, y muy caro, conseguir repuestos.

SE DECIDEN POR LAS DOS OPCIONES

Los argumentos fueron y vinieron, por horas, hasta que al final se pusieron de acuerdo.

Se formaron dos comisiones para ponerse a trabajar, una sobre el tema indígena presidida por el Gaucho Beto y la otra, la militar presidida, por Doña Irma y Sosa, en tanto que los detalles técnicos se encargaron en una reunión tripartita, Saracho, Horacio El Filósofo y Doña Lucia.

Las directivas que dieron para los que se iban a encargar del tema indígena fue:

– Hay que hablar con Vázquez el pedrero tiene que hacer puntas de lanzas de piedra, puntas de flechas, boleadoras, todo en un gran número.

Don Anselmo, el ladrillero, que también hace vasijas de barro, tiene que hacer algunas grandes y otras chicas, con símbolos raros, si sabe algo de guaraní, mejor. Después tenemos que conseguir voluntarios para que vayan desparramar las flechas y las puntas de lanza y dejen a medio enterrar las vasijas, rompan algunas para darle más certezas y sean más fácil de hallar cuando lleguen las excursiones…

– En cuanto a la batalla, hay que recorrer todas las estancias, las grandes y las chicas, con viejos seguir trabucos, naranjeros, escopeta, rifles, balas de cañón, lo que sea. Sosa dijo que su padre dejó un pequeño museo con todas las armas viejas, balas de todo tipo y tamaño, carabinas viejas, que va hacer una especie de galpón en la cima del cerro y allí van todas las cosas. El combate fue alrededor de 1893 un enfrentamiento entre militares que andaban persiguiendo matreros y cayeron por acá, por la zona.

– Y los indios, por lo que se sabe eran en su mayoría misioneros por el 1815 que seguro querían unirse a Artigas y a otros caudillos que peleaban seguido por el norte. Memoricen las fechas, en los próximos días Horacio y Saracho van a darle clase a todo el pueblo para que la mentira sea una sola y no andemos inventando cosas distintas que nos contradigan con la historia oficial…

Y CUANDO EL MANANTIAL DE LA FARSA COMENZÓ A SECARSE…

Pereira fue un boom, por un lado, los notables del pueblo que viajaban a las ciudades capitales de cada departamento, promocionando la historia la de los indios o de las batallas. Tantos los encargados de contar los hechos como los propios pueblerinos recibieron a cientos y cientos de turistas, de todas partes, delegaciones estudiantiles, de docentes, de jubilados, viejos militares, la prensa oral, escrita y televisiva, connotados historiadores, hasta de la Unesco vinieron. La mentira era un deleite, todo se asociaba y no faltó que llegaran gente del cine, productores, directores, actores para interesarse en los temas del pueblo. Todos parecían historiadores de verdad, con cifras y datos, gesticulaban, contaban como dieron con las lanzas, las vasijas, las flechas, las armas en el cerro, los trabucos, las carabinas, los sables…Contaban lo que había pasado, enteramente.

Brotaban los visitantes sin parar, la plata sobraba ya en el pueblo hasta que un día, como que el manantial de la farsa comenzó a secarse. Fue entonces que antes una delegación de periodistas, como último recurso, y como para reavivar el interés por Pereira, que Saracho muy suelto de cuerpo dijo….

– Hay un hecho en Pereira que sigue un tanto oculto, ocurrió más tirando para el cerro del lobisón, de este otro lado de los acontecimientos bélicos tantas veces contados, y los de la reservación aborigen, también ya contado, que una vez, y previo a dirigirse a Masoller, que Aparicio comió un asado, con sus principales lugartenientes y una delegación del Directorio que vino de Montevideo a intercambiar pareceres con el caudillo.

La carne se la obsequió don Héctor Panoso, que era colorado como sangre de toro, y a pedido de Saravia, comió con ellos. Panoso dijo esa vez, luego de varias jarras de vino, que le marearon el cuerpo, pero no el pensamiento: “Miré don Aguila Blanca, esto alguna vez será será distinto, ya no van a pelear más blancos y colorados, van andar juntos en un mismo trillo…y las peleas serán con otros…

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