casi siempre, en las gloriosas y nunca olvidadas matinés de aquellas salas de barrio, aparecían sus películas. Recuerdo que las veía años después de los estrenos, en el Edison, Ateneo, Lutecia, Ocean o Astral de Montevideo. Era el momento de auge del cine mexicano, que conjugaba el cine de humor con los melodramas, al compás de las luminarias que se extendían por las marquesinas, a saber: María Félix, Mario Moreno «Cantinflas», Miguel Aceves Mejía, Tin Tan, Jorge Negrete, Silvia Pinal, Javier Solís, Katy Jurado -posteriormente de exitosa carrera en Hollywood- Dolores del Río, Pedro Armendáriz, y Pedro Infante, un verdadero ídolo y referente de la cinematografía azteca, y uno de los mejores exponentes de la música ranchera. Con cariño y nostalgia, entre sus casi setenta cintas, entre 1939 a 1957, destacamos «La vida no vale nada», 1956, premio «Ariel» al mejor actor, y su penúltima realización, «Tizoc», 1957, al lado de María Félix, nominación «Ariel», ganador del «Oso de Plata», Festival Internacional de Cine de Berlín y «Globo de Oro», Estados Unidos. Paralelamente, también se encumbraba como «charro cantor» en «Cien años», «No me platiques», «Dí que no», «El muñeco de cuerda», «Historia de un amor», «A la orilla del mar», «Los gavilanes», «Siete leguas», «Despierta», «El fronterizo», «Las mañanitas», «Amorcito corazón» – una de las canciones más famosas en la cultura popular mexicana, y mejor interpretada de Infante- «Grito prisionero», y tantas más destacadas, entre las más de 300 grabaciones que se realizaron a través de Discos Peerless, desde 1940 a 1957, muchas editadas en 78 rpm, y más tarde en simples, dobles, LP, y CD, en un mejor sonido.
MEDIODÍAS DE
RADIOTEATRO
Por entonces, estaba de moda Julio César Armi, el actor de los humildes, con sus sintonizados radioteatros por C X 36, Radio Centenario, y esperaba turno el debut de la televisión en Uruguay. Los cines llenaban de espectadores las funciones; en primer plano estaban los filmes estadounidenses, aunque muchos preferían -principalmente las damas- los títulos argentinos y mexicanos. Los teatros barriales hasta llegaron a presentar los «Lunes populares» con grandes producciones de ambos países de habla hispana. Los largo metrajes de Pedro Infante, en ese entorno, marcaron una época. Infante representaba a un hijo respetuoso, amigo incondicional, amante romántico, hombre de palabra. Alcanzó el concepto de «macho mexicano», no siendo un hombre violento, capaz de dañar a las mujeres. Por el contrario, fue un pícaro simpático, inconstante, fiel a sus infidelidades, pero eso sí: de un gran corazón. De la extensa galería de estrellas del cine azteca, Pedro Infante es el único que ha podido unificar los sentimientos del público. Para algunos, representó un estereotipo del mexicano machista, bravo, borrachón, enamorado y mujeriego; aunque Infante era en realidad deportista. Nunca le agradó el alcohol. Fue hasta en los primeros años del nuevo milenio, que su compañera sentimental Irma Dorantes, reveló que Infante padecía de diabetes y que su gusto por la comida manifestada en sus papeles, era algo natural en su vida diaria, producto de la enfermedad.
AFICIONADO A
LA CARPINTERÍA
Pedro Infante Cruz, nació el 18 de noviembre de 1917, en Mazatlán, en el estado libre y soberano de Sinaloa, uno de los 31 estados que junto con el Distrito Federal, conforman las 32 entidades federativas de México. Fue el tercero de catorce hermanos. Su padre que era músico, tocando determinados instrumentos en diferentes agrupaciones de Sinaloa, le enseñó a su hijo a tocar la guitarra y a cantar. Pedro, mientras concurría a la escuela, aprendía el oficio de carpintero durante su tiempo libre. A los cinco meses hizo su primera guitarra, comenzando así su afición por la madera bien trabajada. Su familia se había trasladado a Guamúchil, y durante su adolescencia procreó a la primera de sus hijas, Guadalupe Infante Márquez. Posteriormente conoció a María Luisa León, 10 años mayor que él, quien convenció a Pedro para que se mudaran a la ciudad de México en busca de mejores horizontes, ya que en Sinaloa había logrado reconocimiento como cantante.
Ya en México, Pedro y María Luisa se casaron y un año después adoptaron a Dora Luisa Infante, hija de María del Carmen Infante, hermana de Pedro. Posteriormente conoció a la bailarina y actriz Lupita Torrentera, cuando ella tenía solamente 14 años de edad, con quien tuvo tres hijos: Graciela Margarita, Pedro y María Guadalupe Infante Torrentera. Su hijo Pedro Infante Torrentera fue también actor y cantante, y su hija Lupita Infante Torrentera fue actriz, conductora y cantante. De su relación con la joven actriz Irma Aguirre Martínez, mejor conocida como Irma Dorantes, a la que conoció cuando ella tenía solamente 16 años de edad, nació Irma Infante quien también tiene una carrera como actriz y cantante.
EL DESTINO
LE JUGÓ
UNA MALA PASADA
En Culiacán, Pedro fue vocalista de varias orquestas y se presentó en la radiodifusora local XEBL. Su futuro como cantante se venía rápidamente en México D.F. Para 1938, ya cantaba en la XEB; también se presentó en el teatro Colonial con Jesús Martínez Palillo y Las Kúkaras, así como en el centro nocturno Waikikí. Su primera grabación musical, «El Soldado Raso» fue realizada el 19 de noviembre de 1943, para el sello Discos Peerless, para lanzar luego el vals «Mañana», que pasó sin pena ni gloria. Enseguida, escribiría páginas enteras de éxitos en la música -interpretando canciones de diversos géneros: cha cha cha, vals, boleros, mariachi y rancheras- y la cinematografía. Pero, lamentablemente, el destino le jugó una muy mala pasada. El 15 de abril de 1957, Pedro Infante -fanático de la aviación y de los vuelos- piloteaba un Consolidated B-24 Liberator, de la empresa TAMSA, el cual fue un bombardero en la segunda guerra mundial. La aeronave se desplomó entre las 7:30 y las 8:00 horas en el cruce de las calles 54 y 87 de Mérida, Yucatán, en el sureste de México, poco después de despegar del aeropuerto, cuando había alcanzado unos 20 metros de altura.
Hubo dos víctimas más en tierra. Infante tenía tan solo 39 años. Para muchos fue un suicido, pero lo cierto es que México y el mundo entero, sintió la pérdida con infinito dolor de uno de los artistas más ilustres de todos los tiempos del suelo azteca.
Casi siempre, en las gloriosas y nunca olvidadas matinés de aquellas salas de barrio, aparecían sus películas. Recuerdo que las veía años después de los estrenos, en el Edison, Ateneo, Lutecia, Ocean o Astral de Montevideo. Era el momento de auge del cine mexicano, que conjugaba el cine de humor con los melodramas, al compás de las luminarias que se extendían por las marquesinas, a saber: María Félix, Mario Moreno «Cantinflas», Miguel Aceves Mejía, Tin Tan, Jorge Negrete, Silvia Pinal, Javier Solís, Katy Jurado -posteriormente de exitosa carrera en Hollywood- Dolores del Río, Pedro Armendáriz, y Pedro Infante, un verdadero ídolo y referente de la cinematografía azteca, y uno de los mejores exponentes de la música ranchera. Con cariño y nostalgia, entre sus casi setenta cintas, entre 1939 a 1957, destacamos «La vida no vale nada», 1956, premio «Ariel» al mejor actor, y su penúltima realización, «Tizoc», 1957, al lado de María Félix, nominación «Ariel», ganador del «Oso de Plata», Festival Internacional de Cine de Berlín y «Globo de Oro», Estados Unidos. Paralelamente, también se encumbraba como «charro cantor» en «Cien años», «No me platiques», «Dí que no», «El muñeco de cuerda», «Historia de un amor», «A la orilla del mar», «Los gavilanes», «Siete leguas», «Despierta», «El fronterizo», «Las mañanitas», «Amorcito corazón» – una de las canciones más famosas en la cultura popular mexicana, y mejor interpretada de Infante- «Grito prisionero», y tantas más destacadas, entre las más de 300 grabaciones que se realizaron a través de Discos Peerless, desde 1940 a 1957, muchas editadas en 78 rpm, y más tarde en simples, dobles, LP, y CD, en un mejor sonido.
MEDIODÍAS DE RADIOTEATRO
Por entonces, estaba de moda Julio César Armi, el actor de los humildes, con sus sintonizados radioteatros por C X 36,
Radio Centenario, y esperaba turno el debut de la televisión en Uruguay. Los cines llenaban de espectadores las funciones; en primer plano estaban los filmes estadounidenses, aunque muchos preferían -principalmente las damas- los títulos argentinos y mexicanos. Los teatros barriales hasta llegaron a presentar los «Lunes populares» con grandes producciones de ambos países de habla hispana. Los largo metrajes de Pedro Infante, en ese entorno, marcaron una época. Infante representaba a un hijo respetuoso, amigo incondicional, amante romántico, hombre de palabra. Alcanzó el concepto de «macho mexicano», no siendo un hombre violento, capaz de dañar a las mujeres. Por el contrario, fue un pícaro simpático, inconstante, fiel a sus infidelidades, pero eso sí: de un gran corazón. De la extensa galería de estrellas del cine azteca, Pedro Infante es el único que ha podido unificar los sentimientos del público. Para algunos, representó un estereotipo del mexicano machista, bravo, borrachón, enamorado y mujeriego; aunque Infante era en realidad deportista. Nunca le agradó el alcohol. Fue hasta en los primeros años del nuevo milenio, que su compañera sentimental Irma Dorantes, reveló que Infante padecía de diabetes y que su gusto por la comida manifestada en sus papeles, era algo natural en su vida diaria, producto de la enfermedad.
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AFICIONADO A LA CARPINTERÍA
Pedro Infante Cruz, nació el 18 de noviembre de 1917, en Mazatlán, en el estado libre y soberano de Sinaloa, uno de los 31 estados que junto con el Distrito Federal, conforman las 32 entidades federativas de México. Fue el tercero de catorce hermanos. Su padre que era músico, tocando determinados instrumentos en diferentes agrupaciones de Sinaloa, le enseñó a su hijo a tocar la guitarra y a cantar. Pedro, mientras concurría a la escuela, aprendía el oficio de carpintero durante su tiempo libre. A los cinco meses hizo su primera guitarra, comenzando así su afición por la madera bien trabajada. Su familia se había trasladado a Guamúchil, y durante su adolescencia procreó a la primera de sus hijas, Guadalupe Infante Márquez. Posteriormente conoció a María Luisa León, 10 años mayor que él, quien convenció a Pedro para que se mudaran a la ciudad de México en busca de mejores horizontes, ya que en Sinaloa había logrado reconocimiento como cantante.
Ya en México, Pedro y María Luisa se casaron y un año después adoptaron a Dora Luisa Infante, hija de María del Carmen Infante, hermana de Pedro. Posteriormente conoció a la bailarina y actriz Lupita Torrentera, cuando ella tenía solamente 14 años de edad, con quien tuvo tres hijos: Graciela Margarita, Pedro y María Guadalupe Infante Torrentera. Su hijo Pedro Infante Torrentera fue también actor y cantante, y su hija Lupita Infante Torrentera fue actriz, conductora y cantante. De su relación con la joven actriz Irma Aguirre Martínez, mejor conocida como Irma Dorantes, a la que conoció cuando ella tenía solamente 16 años de edad, nació Irma Infante quien también tiene una carrera como actriz y cantante.
EL DESTINO LE JUGÓ UNA MALA PASADA
En Culiacán, Pedro fue vocalista de varias orquestas y se presentó en la radiodifusora local XEBL. Su futuro como cantante se venía rápidamente en México D.F. Para 1938, ya cantaba en la XEB; también se presentó en el teatro Colonial con Jesús Martínez Palillo y Las Kúkaras, así como en el centro nocturno Waikikí. Su primera grabación musical, «El Soldado Raso» fue realizada el 19 de noviembre de 1943, para el sello Discos Peerless, para lanzar luego el vals «Mañana», que pasó sin pena ni gloria. Enseguida, escribiría páginas enteras de éxitos en la música -interpretando canciones de diversos géneros: cha cha cha, vals, boleros, mariachi y rancheras- y la cinematografía. Pero, lamentablemente, el destino le jugó una muy mala pasada. El 15 de abril de 1957, Pedro Infante -fanático de la aviación y de los vuelos- piloteaba un Consolidated B-24 Liberator, de la empresa TAMSA, el cual fue un bombardero en la segunda guerra mundial. La aeronave se desplomó entre las 7:30 y las 8:00 horas en el cruce de las calles 54 y 87 de Mérida, Yucatán, en el sureste de México, poco después de despegar del aeropuerto, cuando había alcanzado unos 20 metros de altura.
Hubo dos víctimas más en tierra. Infante tenía tan solo 39 años. Para muchos fue un suicido, pero lo cierto es que México y el mundo entero, sintió la pérdida con infinito dolor de uno de los artistas más ilustres de todos los tiempos del suelo azteca.
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