A lo largo y ancho del país podemos hallar vestigios de un pasado que nos ha dejado huellas y servido de base para el presente.
La humanidad toda tiene la misma situación y seguro que toda ella puede hallar motivos para conservar su patrimonio intelectual, cultural, con reminiscencias a un pasado que de alguna manera nos ha marcado a todos.
Sean estos hechos bélicos, acontecimientos políticos, culturales e incluso deportivos, que están en la base misma de lo que somos hoy.
Pero la cuestión es ubicar este patrimonio, estos testigos del pasado en su lugar correcto, no sólo para rememorar los hechos del pasado, cosa que entendemos debe hacerse, sino esencialmente para saber de donde venimos, quienes forjaron nuestro presente y como lo hicieron.
El pasado que nos une seguramente está signado por un denominador común. En todo el mundo la situación de la naturaleza era otra. La riqueza sobre todo de la fauna y la flora se notaba a todas luces.
Significa que la acción humana lejos de ser beneficiosa para el planeta que habitamos ha sido nefasta, destructiva y malogradora de una riqueza que ni siquiera logramos nosotros, sino que la recibimos gratuitamente.
Hoy quedan vestigios, sólo vestigios de esta riqueza, y la naturaleza aparece cada vez más comprometida y si no se detuvieran a tiempo algunas acciones que consiguen seguir adelante a pesar de todos los argumentos que se oponen a ello, sobre todo el ya innegable daño que está haciendo el recalentamiento global, algo que ya no discute científico alguno.
La conmemoración de los 74 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que habrán de cumplirse en diciembre venidero, parece ser un hecho distante, alejado de nuestra realidad, pero no es así. A juzgar por los hechos de nuestros días, la humanidad nada ha aprendido. La ambición y la codicia humana, a veces celosamente disfrazada, es la que sigue guiando nuestros pasos.
A simple vista podría pensarse que este hecho nada tiene que ver con del patrimonio sin embargo ha sido un acontecimiento esencial en la vida humana y ha pretendido ser el punto final a una serie de desavenencias y atrocidades incluso que dejaban los conflictos bélicos, en los que los pueblos ponen las víctimas y los victimarios nunca se hacen responsable.
Lamentablemente la codicia y la miseria humana han frustrado al menos parcialmente los objetivos de esta decisión de las Naciones Unidas.
En todo esto hay un denominador común, la acción humana ha sido y sigue siendo nefasta para el planeta que habitamos. Si seguimos rechazando o dando apenas pasitos cortos para disimular las consecuencias nos caerán encima, no sólo a nosotros sino a las generaciones futuras las que pagarán el mayor precio.
A.R.D.
Patrimonio no para el recuerdo inerte
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