Un maestro muy famoso preguntó un día a sus discípulos: “¿por qué las personas se gritan cuando están enojadas?”. Sus discípulos pensaron unos momentos, y uno de ellos respondió: “porque pierden la calma y no pueden controlarse”. “Pero ¿por qué gritar, cuando la otra persona está a tu lado?”, volvió a preguntar el maestro. “¿No es posible hablar en voz baja? ¿Por qué gritas a una persona cuando estás enojado?”. Los discípulos intentaron diversas respuestas, pero ninguna de ellas satisfacía al maestro. Finalmente, él les explicó lo siguiente: “Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esa distancia, deben gritar, pues de otro modo no podrían escucharse. Mientras más enojados estén, más distantes están sus corazones, y tendrán que gritar más fuerte para poder escucharse uno al otro”. Los discípulos, en silencio, prestaban máxima atención. Luego el maestro les preguntó nuevamente: “En cambio, ¿qué sucede cuando dos personas se enamoran? No se gritan, sino que se hablan suavemente… ¿Por qué? Porque sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellos es muy pequeña”. Y continuó: “Cuando se enamoran aún más, ¿qué sucede? No hablan; solo susurran y el amor los va acercando cada vez más. Finalmente no necesitan siquiera susurrar: solo se miran y eso es suficiente para comprenderse. ¡No existe mayor cercanía que la de dos personas que realmente se aman!”. Luego, paseando su mirada sobre sus discípulos, el maestro concluyó: “Cuando discutan, no dejen que sus corazones se alejen, no digan palabras que los separen más. Podría suceder que la distancia llegue a ser tanta que ya no logren encontrar más el camino de regreso”. (Publicado en Boletín Salesiano, Junio de 2015).