¿ Se ha modificado la forma de comunicarnos?
Conversar significa hablar entre dos o más personas, respetándose mutuamente el turno para hacerlo. Es necesario, para que la conversación tenga buena calidad y fluidez, que no haya «ruidos», entendiéndose por tal a toda interferencia o dificultad para ese intercambio. Visto así, conversar sería más complejo que comunicarse, si se piensa que una persona puede comunicarse con otra aún sin obtener respuesta, solo enviándole determinado mensaje (una palabra, un dibujo, un gesto, una mirada), en cambio para conversar es imprescindible la participación de ambas partes. La conversación es un puente, no puede sostenerse de un solo lado. Sin embargo, la conversación aspira siempre, al fin de cuentas, a la comunicación, por lo que este último sería entonces un concepto más amplio, y más complejo también.
Es verdad que la pandemia que se vive actualmente ha limitado las conversaciones, ya que un alto porcentaje de ellas siempre se ha dado personalmente, entre dos personas o en grupos. La falta de cercanía física, por ende, ha reducido ese tipo de conversaciones, que no son pocas, pero que son solo un tipo. Porque también se puede conversar a distancia, el teléfono de línea existe desde hace décadas, el celular desde hace varios años, igual que el correo electrónico, y se han sumado otros medios, como el whatsapp y todas las demás redes.
¿Han modificado las formas de comunicarnos estos nuevos medios? Por supuesto que sí. ¿Lo han hecho para bien o para mal? Depende del cristal con que se mire. Y a partir de esta última afirmación es mucho lo que se puede analizar. Veamos a continuación solo algunos puntos.
Contar con dispositivos y plataformas que permiten interactuar a la distancia (incluso de una punta a otra del mundo), indudablemente que es una ventaja. El problema sigue estando para quienes por diferentes motivos (no contar con el instrumento o conectividad necesarios o simplemente no adaptarse a esa modalidad), no logran entrar en ese «otro mundo» que es la tecnología de la comunicación. De hecho, las generaciones de más de 65 años son, en general, las que menos se adaptan.
Otra cuestión interesante que surge es: el lenguaje que se utiliza para una conversación por ejemplo por whatsapp, ¿es el que pueden entender todos, o se ha creado una especie de «lenguaje nuevo» restringido solo para quienes habitualmente utilizan esa vía? Sin dudas hay un lenguaje nuevo, que se manifiesta en los contenidos pero antes, ya desde los mismos nombres de las redes y similares: Whatsapp, Messenger, Zoom, Meet, Conference, Tic-Toc, Instagram, Twiter, Badoo, Telegram, y más.
Entre lo más novedoso de este nuevo lenguaje podría mencionarse las abreviaturas («Tmb» por «También», «Rb» por «Re bien», «Xq» por «Porque», «K hacés» por «¿Qué hacés?», entre tantas más), que no son más que «rupturas» en las reglas del idioma. Y por supuesto la constante utilización de imágenes (stickers, gif) que suelen sustituir a las palabras. Si entre dos personas que conocen este tipo de abreviaturas y comprenden cada imagen, logran conversar y alcanzar el principal objetivo que es el de comunicarse y entenderse, ¿qué es lo malo? Se podrá decir que lo malo es «la deformación del lenguaje». Pero de hecho, como organismo vivo que es, la lengua siempre está modificándose. Además, la preocupación por la deformación del lenguaje no es cosa nueva, viene de muchísimos años atrás. Mientras escribo estas líneas, observo en mi biblioteca el libro «Análisis de un lenguaje en crisis», de Lisa Block de Behar, publicado en 1969; sirva esto solo como muestra de que la «crisis» del lenguaje es tema de tiempos pasados, del de ahora y seguramente de siempre.
Lo que a nuestro entender sí es malo, es que haya quienes solo –únicamente- manejen ese tipo de códigos, porque de esa forma su capacidad comunicativa se reducirá notoriamente. No podrán escribir con la formalidad que requieren ciertos textos, en los que además, no corresponde incluir imágenes. ¿Qué es entonces lo ideal? Pues, que el hablante sepa adecuar su lenguaje a la situación en que se encuentra. Dicho de otra manera, que sepa utilizar con igual soltura tanto las abreviaturas y stickers de las redes, como la formalidad de una carta en la que se presenta para solicitar trabajo o hacer un planteo a una autoridad.
Parafraseando al libro «El grado cero de la escritura», de Roland Barthes, bien se podría decir que hay un grado cero de la conversación. El grado cero sería la lengua estándar, la que entienden todos y con la que el usuario puede, por lo tanto, hacerse entender en una cárcel y en el Palacio Legislativo, con adolescentes y con adultos mayores. Con eso alcanza. Elevar el grado sería tender a un lenguaje artístico (más propio del discurso poético, por ejemplo), en tanto descenderlo sería caer en las llamadas «jergas», que no son entendidas por todos. Y ahí sí estamos en un problema.
Ya antes de la pandemia, hubo gente que comenzó a descender su «grado», porque fue sustituyendo lo estándar por lo puramente tecnológico (entre ello las abreviaturas), lo que podría traer aparejado la reducción de su capacidad para conversar con cualquier hablante, o para expresarse correctamente en cierto ámbito. Este es un ejemplo: ayer un liceal decía que Quiroga había «posteado» (en vez de «publicado») Los arrecifes de coral en 1901; error de concepto en el que incurre por lo tan incorporado que tiene esa generación el nuevo vocabulario. Y la tendencia se agudizó con la pandemia, porque a falta de contacto cara a cara, se debió recurrir más a la tecnología. ¿Y no se puede usar la tecnología sin abreviaturas, sin imágenes en vez de palabras, etc.? Sí, claro que se puede, pero son cada vez más los que caen en la tentación de incluir ese otro código que ofrecen las pantallas y que en ese contexto son entendibles.
En definitiva, si la comunicación se da, se podría decir que es suficiente. Pero no debe perderse de vista, que el ser humano necesita comunicarse y conversar en diferentes ámbitos, con gente diversa y no solo mediante pantallas, por lo que es imprescindible saber primero la lengua estándar (el grado cero), para recién después incorporar las «rupturas» que se entienda pertinente.
Jorge Pignataro
“Conversar permite aprender, construir vínculos, entender otros puntos de vista, o simplemente sentirnos acompañados”
Psic. Yanina Baratta:
Al momento de elaborar este informe, EL PUEBLO también requirió la palabra de la psicóloga Yanina Baratta Abadíe, quien así se expresaba:

-Los psicólogos suelen hablar de la importancia de conversar, ¿por qué?
En primer lugar, somos seres sociables por naturaleza, vivimos en comunidad, y como la raíz de este término lo indica somos cooperantes, corresponsables de ese lugar compartido en el que habitamos, y la comunicación es clave en este proceso. Ya nuestros ancestros interactuaban entre sí manifestando la importancia de estar comunicados. La comunicación es un sistema abierto de interacciones, inscriptas siempre en un contexto determinado. Es decir, comunicar es hacer saber algo a otros; conversar también implica dar a otros una novedad, y estas novedades o informaciones que transmitimos pueden ser de toda índole, desde cómo me siento, qué quiero, qué me preocupa, qué me interesa, qué quiero que el otro o la otra sepa. Por ende, es sumamente importante el poder conversar porque no solo permite comunicarnos, sino también aprender, construir vínculos, entender otros puntos de vista, o simplemente sentirnos acompañados en la escucha del otro o escuchando a otros. En estos tiempos tan inusuales el sentirnos escuchados es fundamental, el saber que otro está allí atendiendo todo lo que digo y cómo lo digo nos hace sentir acompañados. Cabe aclarar la importancia de que nuestras conversaciones van acompañadas también por gestos. Habla y gestos van de la mano. Por ejemplo, al hablar podemos hacer miradas, movimientos de manos, posturas corporales… que también están informando, y mucho. El conversar no excluye edades, en la niñez a través de preguntas nos vamos abriendo al mundo, las adolescencias requieren ser escuchadas, y a través de berrinches o risas nos cuentan cosas, en la adultez la importancia de la conexión con otros también es fundamental, y así hasta el final de nuestras vidas. Está bueno pensar el conversar como un acto comunicante, pero reconozco también que es un ejercicio para el cual no siempre estamos prontos, no en vano, hoy por hoy tenemos tantos conflictos a la hora de comunicarnos. ¿Qué tanto captamos los gestos de los demás? ¿Cuánto estamos abiertos a escuchar? ¿Chequeamos desde qué lugar decimos lo que decimos? ¿Nos interesa que nuestras conversaciones sean constructivas? ¿Qué espero de una conversación?
-¿Has notado gente afectada, en ese sentido por la pandemia?
La pandemia implicó un giro que cada quien lo llevó de la manera que pudo. En algunos casos encontró a las personas conviviendo un mayor tiempo con otras que redescubrieron desde otro lugar, en otros con situaciones que no gustaron tanto, en cierta forma, también comenzamos, todos, a encontrarnos con nosotros mismos desde un “parate” casi obligado que nos obligó en muchos casos a replantearnos cuestiones propias de nuestra vida, como por ejemplo, ¿nos gusta la vida que tenemos, es la pareja que quiero, mi trabajo me satisface?, y muchas preguntas más que comenzaron a interpelarnos y que según nuestras formas de ser fuimos más o menos intentando responder, con mayor o menor éxito. Estas situaciones en muchas personas generaron necesidades de comunicar lo que sentían, buscar espacios de escucha para poder decir lo que les pasaba, y no ser juzgadas. Probablemente otras no se incomodaron tanto con el encierro y la poca vida social, por eso todo depende de la historia y necesidades de cada persona. Igualmente se percibió una demanda en las consultas psicológicas en aquellas personas que comenzaron un proceso de replanteos respecto a su vida, que probablemente no encontraban espacios cercanos para ser escuchados. Tanto desde mi rol de docente como de psicóloga, el trabajar con adolescencias también puso de manifiesto la necesidad de ser escuchadas y comprendidas, así como también desde la consulta psicológica, en las que se notó y se nota que la adolescencia es una de las poblaciones que más ha sentido esta pandemia. Si bien nacieron en la era digital, las redes no siempre pudieron satisfacer necesidades de escucha, comprensión y contención. La adolescencia es la etapa de la construcción de nuestra identidad, de las primeras salidas, de los encuentros, de experiencias en varios sentidos, en lo que refiere a sexualidad, conexión con el cuerpo, ensayar un mundo de adultos que no siempre resulta ser claro (de eso debemos hacernos cargo los adultos), y muchas vivencias más que quedaron en una nebulosa debido a la pandemia, y en una edad en la que lo emocional tiene fuerte presencia, la comunicación con ellos fue básicamente desde el miedo. En muchos momentos de la pandemia, el adolescente quedó como el que no entendía la situación, el irresponsable que “no se cuida” y puede contagiar, es decir depositamos en ellos muchos aspectos negativos de lo que estábamos viviendo, sin chequear siquiera qué hubiésemos hecho nosotros siendo adolescentes en una situación de pandemia. Esto generó en muchos casos ruidos en la comunicación entre adultos y adolescentes que dificultaron la convivencia, las vivencias, las emociones transitadas, y un montón de cosas más. Creo también, que a los adultos, en muchos casos nos hizo replantearnos nuestras formas de interactuar con el otro
-¿Qué piensa sobre la comunicación mediante la tecnología? Hay quienes dicen no adaptarse…
En una era digital, llena de aplicaciones y dispositivos tecnológicos, evidentemente surgieron otros canales para comunicarnos. La adaptación a unos u otros depende de muchas variables, pero creo que el foco tiene que estar puesto en considerar estos nuevos canales como herramientas a las que se les pueda sacar un provecho que permita poder conectarnos con otros, y no alejarnos más aún. Un uso consciente de ellos hace que sea beneficiosa su existencia, más en pandemia, por ejemplo, muchos de nosotros tenemos familia en el exterior, y el no poder viajar, pero sí contar con un dispositivo en el que se pueda ver y escuchar al otro fue muy importante. Inclusive el zoom, en tiempos de pandemia habilitó formas diferentes de acceder a una terapia psicológica, o al dictado de las mismas clases, así como también de encuentros familiares.
-¿Qué se le puede sugerir a alguien que “necesita conversar” pero se siente solo, aislado?
Necesitar conversar significa un “darse cuenta” de tener ganas de ser escuchados, de decir lo que se siente, contar qué estamos pensando, o simplemente conectar con el otro, escuchar y ser escuchados, reírnos, compartir un momento, estar aquí y ahora en un encuentro con otros. Con quien conversemos puede ser un amigo, un familiar, un vecino o se puede precisar una atención profesional en esa “necesidad de conversar”, para ello está bueno saber que siempre, según el tipo de necesidad que se tenga, habrá alguien que podrá estar en ese aquí y ahora de manera receptiva y presente. Es importante poder animarse a decir que quiero comunicarme, si bien muchas personas están solas no significa que se sientan solas. En cada etapa de la vida, las formas de interactuar son diferentes, existiendo así varios canales de comunicación. Igualmente quiero resaltar la importancia de resignifcar la comunicación como un acto asertivo, que no deja de ser un proceso que si quiero y puedo lo incorporo. Comunicarnos asertivamente implica en primer lugar, ser consciente de que lo necesito, y que nos animamos a decir lo que queremos, expresar nuestras opiniones, pedir lo que necesitamos, expresar emociones, sin descalificar a los otros, tener en claro este punto me da cierta libertad en el momento de comunicarme con otras personas. Cabe destacar que no se puede no comunicar, es decir que todo el tiempo estamos comunicando, por eso el hacer de la comunicación un acto asertivo nos permitirá ser más claros al interactuar con otros, ayudando a que seamos más seguros de nosotros mismos.
Según Analía Rodríguez, preocupa «una nueva moda que quiere ser impuesta y lentamente se va trasladando a los cuadernos de clase»
Profesora de Idioma Español
Analía Rodríguez Vedovatti tiene 37 años, egresó como Profesora de Idioma Español a fines de 2006 y desde entonces dicta clases en Educación Secundaria. Así transcurría parte del diálogo mantenido con esta docente para el presente informe:

-¿Por qué es importante que la gente converse?
Conversar es importante porque nos permite intercambiar puntos de vista, conocimientos, experiencias. Conocer lo que piensa el otro nos ayuda a entender una realidad ajena a la nuestra, desarrollando la empatía. La comunicación es una condición necesaria para la existencia del hombre y uno de los factores más importantes de su desarrollo social. Debemos destacar la importancia de saber escuchar. Tener una actitud de escucha es también tener en cuenta al otro, comprenderlo. No solo se escucha con los oídos, se escucha con la mirada, con el cuerpo.
-¿Cómo vivió la falta de conversación con los alumnos durante la pandemia?
Durante la pandemia estuvimos confinados, es cierto, pero no aislados. Creo que los medios tecnológicos han tenido el protagonismo y nos han ayudado a mantenernos comunicados en muchos aspectos. Por supuesto que jamás sustituiría la conversación cara a cara, mano a mano, con un café o un mate de por medio. Y si hablamos de entablar comunicación con los alumnos, el entorno del aula es único. Hemos sido formados para eso, para ese intercambio persona a persona, docente y alumno. Sin embargo desde el 2020 debimos adaptarnos a un nuevo contexto, la virtualidad. Debo confesar que al principio sostuve que era impensable y costó bastante ver esa nueva realidad como algo posible. Afortunadamente muchos estudiantes respondieron, otros no, no solo por desinterés sino por falta de conexión y/o falta de apoyo en el entorno familiar. Sin embargo, aunque parezca ilógico, conocí muchas realidades de mis alumnos a partir de la comunicación a través de los dispositivos tecnológicos. Mis colegas saben que no miento, llegamos a trabajar el triple de lo que deberíamos cumplir si estuviéramos en la presencialidad. ¿Y eso por qué? Porque las tareas eran enviadas por plataformas como Crea prácticamente todos los días y además debíamos dictar clases por la plataforma Zoom o similar, por tanto cuando recibíamos las actividades de los estudiantes eran cientos por día, dependiendo del número de grupos que tuvieras y eso llevaba horas de corrección. También surgían las dudas y en este caso los adolescentes no tienen ese filtro que tenemos los adultos, por tanto las consultas podían llegar hasta de madrugada. Por eso concluyo que sí hubo falta de conversación con muchos alumnos durante la pandemia pero con algunos puedo decir que se entabló un muy buen intercambio de conocimientos, no en el entorno ideal, claro está, pero que sin duda enriquece y reconforta luego de invertir tantas horas de trabajo.
-Entonces, ¿cree que los medios tecnológicos han limitado la conversación entre la gente o al contrario?
Como lo expresé antes, pienso que la comunicación cara a cara, sin una pantalla de por medio, es insustituible. Y hay situaciones que decididamente no se pueden solucionar a través de WhatsApp o de Facebook. Soy madre, soy esposa, soy hija y jamás concebiría entablar un diálogo para tratar un tema familiar a través de una red social salvo por motivos muy justificados. Los medios tecnológicos no nos permiten disfrutar como lo es el estar sentados en una plaza o en un restaurante o en la cocina de nuestra casa, mate, jugo, café o la bebida que gusten los interlocutores de por medio, intercambiando opiniones, ideas, conceptos. Pienso que los dispositivos tecnológicos han limitado la conversación desde ese punto de vista pero hay que reconocer que en muchos aspectos nos solucionan la vida.
-En la tecnología se ve una especie de «nuevo lenguaje», por ejemplo muchas abreviaturas, ¿eso es bueno o empobrece el lenguaje?
El Idioma Español es una lengua muy rica, ¿por qué empobrecerla? Leo a diario ese llamado «nuevo lenguaje», incomprensible y muchas veces indescifrable. Lo converso con mis alumnos y evidentemente hay una nueva moda que quiere ser impuesta y que lentamente se va trasladando a los cuadernos de clase. Estimo que debemos defender nuestra lengua madre, no digo no aceptar algunas abreviaturas, bien escritas, por ejemplo en WhatsApp ya que a veces se opta por escribir rápido y sintetizar pero no perdamos de vista que hablamos un idioma con abundantes recursos y manejarlo correctamente también dice mucho de nosotros.
-Tanta tecnología, ¿afecta o favorece al docente que pretende enseñar el buen uso del idioma?
Creo que los extremos no son buenos. Como dijo Aristóteles «La virtud está en el centro». Con esto quiero decir que los docentes debemos tener a la tecnología como una herramienta entre tantas para intercambiar conocimientos con nuestros alumnos, esto, hablando solo en la presencialidad, por supuesto. Debemos tener en cuenta también otras estrategias para captar la atención y motivar a los estudiantes. Este año, después de mucho tiempo, volví a ver en las aulas a varios muchachos leyendo no desde un dispositivo tecnológico sino con libros en mano y eso me causó una grata sorpresa. El pasar la página, el subrayar algo importante, el olor a libro… eso no lo encontramos en una computadora, en un celular o en una tablet.
«Desde luego que la pandemia está generando cambios en nuestra forma de comunicarnos»
Juan Romero – Sociólogo
En diálogo con EL PUEBLO, el Dr. En Sociología, Juan Romero, enumeró algunos de los cambios que nos ha dejado la pandemia en las relaciones sociales, entre ellas, el de la forma de comunicarnos.

LO QUE CAMBIÓ
Es un tema complejo, amplio pero no tan novedoso. Por qué, en el ámbito de las Ciencias Sociales, la comunicación forma parte como problema de estudio, porque, la comunicación, integra, como especie que somos, como humanos, es un elemento central para poder relacionarnos. Y la comunicación no es solamente verbal, es también, gestual, es cómo nos vestimos, es cómo actuamos en definitiva, en el ámbito privado y en el ámbito público.
Y esta comunicación ha ido variando con el tiempo. Es dinámica, no es como el agua de un estanque, es como un agua de cascada, siempre está en permanente movimiento. Entonces, teniendo presente este contexto, dicho esto, lo que uno analiza, tomando como base a algunos estudios que nos empiezan a mostrar algunas tendencias actuales, es que en el mundo occidental, a nivel global, pero en el mundo occidental conocemos más, es que esta comunicación ha variado, en términos de contenidos y de formas. Para comenzar. Luego, los formatos de la comunicación varían y se expresan, generacionalmente, diferente.
Entonces, qué es lo que tenemos. Tenemos que, en todo este menage, hay determinados segmentos que logran comunicarse de manera diferente y con contenidos diferentes, y en ámbitos diferentes. Para tomar un ejemplo reciente; este señor que acaban de apresar del supuesto comando Bernel, tenía una forma de comunicarse en privado, a través de las redes, y otra forma de expresarse públicamente. Quién iba a decir que detrás de esa fachada había situaciones de pornografía infantil, etc., etc., etc. Y con un pensamiento que es contra la democracia y contra la República.
Por lo tanto, uno lo que observa es que, y lo que los que estudian estos temas nos comunican, es que hay diferentes segmentos que logran, a través de diferentes formatos, contenidos y comunicaciones diferentes. Entonces, viene variando el lenguaje, viene variando el formato, viene variando lo que se dice y cómo se dice. Y hay que tener claro de que, es una cosa el comportamiento y la acción en el ámbito privado, y otro el comportamiento y la acción en el ámbito público. Y lo que media eso son las diferentes instituciones: la escuela, la familia, la religión, los partidos políticos, los medios de comunicación, etc.
En un inicio, por ejemplo, las redes, diríamos que expresaban más «puramente» lo que las personas realmente pensaban. Con el tiempo eso se fue depurando, eso se fue filtrando, y hoy ya tenemos códigos y etiquetas de cómo relacionarse en redes, lo que es políticamente correcto decir, lo que es correcto decir en redes y lo que no. A punto tal, que hoy las grandes empresas, no los Estados, y ahí hay una diferencia que no es menor, por ejemplo, en el último mes Facebook dio de baja a alrededor de 30 millones de mensajes falsos sobre coronavirus y vacunación a nivel global; entonces, es la empresa que ya tiene filtros, no el Estado, donde detecta que hay informaciones falsas y las da de baja. Y es un dato no menor, que no se el Estado sino la normativa de la empresa la que en una red dice esto hay que darlo de baja porque no es lo correcto. Ese es un cambio muy importante.
Las leyes a nivel nacional no dan cuenta de estas problemáticas que son globales. Entonces, si los Estados quieren ponerse a tiro con estas cuestiones, tienen que generarse normativas internacionales sobre el formato de comunicaciones en redes sociales. Ahí ya tenemos un cambio no menor.
Luego, en la vida cotidiana, si lo bajamos a nuestra pequeña ciudad, en este escondido rincón del mapa, ocurre lo mismo.
Entonces, hay una forma de expresarse en las redes, una forma de expresarse públicamente y otra en privado.
CAMBIOS TRAS LA PANDEMIA
¿Qué es lo que ha cambiado la pandemia? Lo que ha cambiado la pandemia y lo que ha demarcado claramente, es la confianza en la ciencia, la continuidad del pensamiento mágico, no es que el racionalismo ha triunfado y el positivismo y el iluminismo de la modernidad ha triunfado; no. Siguen habiendo atisbos del pensamiento mágico, que se expresan en diferentes actores. Por ejemplo, todos los que dicen que esto no existe, que esto es un invento, como se ha visto en el propio Parlamento de la República, donde, un señor Diputado, dijo que los que se vacunan con una determinada marca, se les imanta cucharas de metal en el pecho. Entonces, hay atisbos de pensamiento mágico, todavía.
Esta pandemia nos ha mostrado que estas situaciones, estas formas de pensar y de vivir permanecen, y eso genera conductas, impactan.
Desde luego que la pandemia está generando cambios en nuestra forma de comunicarnos; por ejemplo, mediante el saludo, va a demorar un tiempo y seguramente vaya quedándose el saludo con el puño y no el del apretón de manos y del abrazo. No estoy diciendo que desaparezca, estoy diciendo que emergen nuevas formas de comunicarse en el saludo.
Y seguramente, estamos en el mejor momento de la pandemia, porque no se ha terminado, hay que dejar muy en claro eso, a parte, el R0 ha vuelto a crecer, está por encima de uno, lamentablemente, y, seguramente dentro de un tiempo, cuando esté más bajo control y tengamos una inmunidad mayor y una vacunación mayor y mejor, mucha gente incorpore el barbijo, sobre todo en espacios cerrados y en invierno. Y muchos dirán, ¿cuándo ocurrió esto, por qué ¿ Y bueno, si no se comprende que hubo una pandemia en el medio, no se va a poder comprender este tipo de comportamientos en unos años, o de nuevas generaciones que van a incorporar este utensillo para la prevención de la transmisión de enfermedades respiratorias.
Estas cosas, suceden y hay que entender que forman parte de la vida social que es dinámica.
“Creo que podrían quedar secuelas, no en todos los casos,
pero sí podrían producirse desordenes de tipo emocionales”
Carolina Cuna – Fonoaudióloga
EL PUEBLO dialogó con la Lic. Carolina Cuna, quien realizó un sintético análisis del cambio del comportamiento que han mantenido en la forma de comunicarse tanto los niños como los adultos mayores a través de la coyuntura vivida por la pandemia. La facultativa expresó la preocupación por las secuelas que pueden quedar, sobre todo en los mayores.

CAMBIOS EN EL COMPORTAMIENTO DE LOS NIÑOS
Lo que hemos visto durante la pandemia, es en niños que han cambiado los horarios del sueño, quedándose durante las noches jugando, niños que se duermen mirando las pantallas, siendo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde hace muchos años, el cero uso de pantallas en niños de cero a dos años, y que entre dos años y los seis, la recomendación es el mínimo uso de pantallas, debiendo ser siempre controlado, supervisado por algún adulto, lo cual, vemos que no se cumple, y que los niños, muchos de ellos, tienen libre uso de las pantallas (celulares, televisión, tablet, computadora).
También lo que hemos visto, y que viene dándose de un tiempo a esta parte, es el aumento creciente de personas con conductas dentro del autismo, que la razón no se sabe a ciencia cierta que es multifactorial, seguramente, siendo planteado por la comunidad científica que, puede deberse a intoxicaciones ambientales, alimenticias, habiendo estadísticas que informan que, con el cambio de la tecnología del 3G al 4G y ahora que se viene el 5G, hay un aumento exponencial de personas con autismo, o dentro del espectro del autismo, TEA. Niños que no saben jugar, que manipulan objetos pero que no establecen un juego simbólico con ellos, entonces, nosotros, en la consulta lo que hacemos es entrarle al niño chiquito, sobretodo, a través del juego, para enseñarle a jugar, a construir, a crear, cosas que la pantalla no se los deja hacer. Porque, en realidad, hay padres que dicen que le bajan jueguitos educativos, sí, jueguitos educativos, muy bien, pero, pueden hacer lo mismo con material real, tangible, que lo pueden crear, que lo pueden hacer ellos mismos, como hacíamos nosotros cuando éramos niños.
Considero firmemente que, una persona creativa se adapta muchísimo mejor en cualquier circunstancia de la vida, de esa forma.
También, hay un tema que tiene que ver con la satisfacción inmediata que te da el videojuego, que es inmediato. Y, con otros tipos de juegos, hay que esperar más tiempo, y entonces hay mucha frustración; aprenden con los videojuegos, pero como que no hay un aprendizaje a la frustración, a manejarla, a manejar el perder, además que, muchas veces, son individualizados, siendo uno contra la maquina. No tienen esa instancia de compartir, de diálogo que se puede dar durante el juego con el otro. La intersubjetividad, eso que va y viene, eso de mirarse a los ojos, de conversar, de reírse juntos, o de amargarse juntos, cuando no se logra lo que se quiere. Todo eso no ha estado presente. Los niños, por ejemplo, que tenían una rutina, esa rutina se rompió, y generó mucho desorden en el niño, viendo cuadros de ansiedad o de inquietud exacerbada, porque se rompieron las rutinas. Por eso es que, la asociación de padres con niños del espectro del autismo, pedían por favor que los dejen volver a sus actividades cuando estaba todo cerrado, porque eran los que más sufrían. Esos niños a quienes tenemos que hacerles todo un organigrama de sus actividades semanales, para que organicen así su cabeza para poder cumplirlas. Entonces, hay que volver a rearmar esas cosas. Gracias a Dios Uruguay no tuvo un corte tan abrupto como el de otros países. Hubo, pero más cortos. Yo, particularmente no he parado de trabajar durante la pandemia, por ejemplo, porque, si bien hubo algún tiempo parado, fue muy poco y las consultas estuvieron siempre.
Hubo esa necesidad de estar con el otro. La gente nos pedía que volviéramos. Y lo hicimos, con todos los cuidados solicitados.
ADULTOS MAYORES
Los cambios no se produjeron solamente en los niños; los adultos mayores también los tuvieron. Ellos sufrieron un montón, sobre todo los que viven solos, o los que están lejos de sus hijos, que no podían visitarlos, o de los nietos que no podían abrazarlos. Iban a la consulta con una necesidad imperiosa de charla, felices y sin falta.
SECUELAS
Creo que podrían quedar secuelas, no en todos los casos, pero sí podrían producirse desordenes de tipo emocionales, más que nada, angustia, ansiedad, depresión, ese tipo de cosas creo que podrían quedar. Pero no tanto en el niño, me parece que en el adulto se podría ver más, en el adulto mayor, me refiero.
Ni que hablar en el personal de la salud. Ahí sí que hay secuelas. Hay un aumento importante dentro del personal de la salud, con Síndrome de Burnout y con otros temas, porque, ellos, sobre todo el personal de la salud que estuvo en la primera línea, la pasaron muy, muy mal. Mucha exigencia, mucha presión, que ya de por sí lo es.
«Las redes sociales son muy poderosas, más de lo que mucha gente cree»
Para Rubén Cardozo, de «Hecho en el Sur»
Rubén Cardozo es analista de sistemas y es socio en la empresa «Hecho en el Sur», que atiende todo lo que es tecnología, desarrollo de sitios, aplicaciones, community manager. A requerimiento de EL PUEBLO, analizó qué papel han jugado y juegan las redes sociales durante la pandemia.

- ¿Cómo se ha visto la comunicación desde las redes sociales desde que llegó la pandemia?
- Las redes sociales cumplieron y cumplen un papel muy importante en relación a la pandemia. Al inicio sacó y saca, ahora en menor medida, lo peor y lo mejor de nosotros. En menor medida porque ahora como que ya tenemos algún bagaje de información sobre la pandemia, y las redes sociales acompañaron ese proceso. Fueron muy importantes ya que la mayoría de los usuarios de internet consumen estos servicios, como Twitter, Facebook, lo que sea, transformándose en un canal de comunicación enorme. Nosotros, por ejemplo, manejamos un número importante de cuentas en redes sociales de clientes, empresas y particulares, como una especie de «community manager». En la gran mayoría de los casos notamos algo que mundialmente se definió como «infodemia», que es la contracción de las palabras información y pandemia. Con la pandemia comenzó a circular un montón de información que no era del todo veraz o precisa, y la infodemia se convirtió en algo tan peligroso como la pandemia misma, ya que hemos visto todo tipo de información que pululaba por las redes, tanto de la buena como de la no tan buena, la que generaba en el usuario distintos tipos de sentimiento, como miedo, alegría, inseguridad, ansiedad, paranoia. No sé si recuerda que cuando comenzó la pandemia todos corrimos al súper a comprar papel higiénico y alcohol, y eso se dio a raíz de la poco o mala información que había en ese momento. También generó una sensación como de falsa seguridad, porque también había un grupo de usuarios que te decía que estaba todo bien.
- Al existir mucha incertidumbre al comienzo sobre lo que estaba pasando, circularon muchas noticias falsas (fake news).
- La pandemia se politizó mucho. Me refiero a que el generador del contenido de la información, ya mediante un posteo o un comentario, inclinaba el mensaje a su favor, desvirtuando lo que era información real. Había muchos usuarios, algunos muy bien organizados, que usaban la situación para sacar algún rédito político, como aquellos mensajes que había en las redes diciendo que el gobierno era un fracaso, que maneja mal la pandemia, ¿dónde están las vacunas? Como contrapartida estaban los usuarios oficialistas que decían que estaba todo bien, de ahí lo que yo decía recién sobre la sensación de falsa seguridad, que tampoco a la hora de analizarlo fue muy criterioso para generar información, que terminó siendo como una repetición de una bajada de línea. Las redes son muy poderosas, más de lo que mucha gente cree. Entiendo que hay un gran desconocimiento por parte de los usuarios de las redes sociales que creen que todo lo que se publica es como una verdad absoluta. Hay un universo grande de usuarios que no chequean la información, no buscan fuentes confiables, no cruzan información entre una fuente y otra, y se quedan con lo que algunos usuarios publican ya sea porque son usuarios con mucho volumen de seguidores, personas públicas, fanáticos. Como que no hay una conciencia del usuario en las redes sociales de veracidad en la información.
- Después de todo este tiempo, lo que ha pasado en las redes sociales con la pandemia, ¿puede haber dejado algún tipo de enseñanza sobre lo que se ha vivido?
- Creo que se trata de una buena oportunidad para aprender de los errores. A partir de esta pandemia se ha producido una gran cantidad de información errónea, que en muchos casos llegó a amenazar la salud, como algunos pseudomédicos recetando remedios caseros, y justo las redes son la herramienta justa para transmitir información rápida, por eso muchas redes sociales debieron incluir una especie de control sobre ciertas palabras claves, como COVID, COVID-19, pandemia, ya que si no hacían eso, el tema se iba a desmadrar, porque todos publicamos algo referente a la pandemia sin tener conocimiento real de muchas cosas, y las redes entendieron que controlando en cierta medida el posteo referente a ese tema contribuían al manejo de la crisis.
Pienso que las instituciones deberían fortalecer aún más el tema de sus redes, aunque eso por suerte viene cambiando. Poco a poco las redes se han convertido en una especie de capital social, y no me quiero meter en algo que no es lo mío como la sociología, pero es como que se construye confianza y credibilidad a través de pertenecer a redes u organizaciones. Es el concepto que se maneja en la construcción de ciudadanía moderna, por eso estimo que las redes sociales son fundamentales en estas cosas. El tema es el manejo que se le da, y sobre todo cómo desde los organismos se debe ayudar a la sociedad o a la gente, los usuarios, a poder discernir entre lo que es una noticia verdadera y algo que no. Por eso entiendo que todas las instituciones deberían fortalecer sus redes. Una de las pocas cosas positivas de la pandemia a través de las redes sociales fue darnos cuenta de que los seres humanos debemos ser menos consumistas y racionales, porque el único que se vio beneficiado con esto fue el medio ambiente cuando hicimos este parate al planeta, al estar la gente aislada como que tomó un poco más de conciencia en eso. Otra cosa que también vi en el inicio de la pandemia, fue el tema de los memes. Leemos miles de mensajes en la semana, y tenemos que saber leer el mensaje, y sacando la humorada del meme, todos los memes en sí apelaban a cierto sentimiento colectivo y a motivar al otro, como el «quedate en casa», «me cuido y te cuido», fueron mensajes que ayudaron a tomar conciencia y que fueron positivos, y eso se hizo por las redes sociales.
