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Pablo Goncálvez queda libre después de 23 años preso por los homicidios de tres mujeres en la década del 90

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Luego de cumplir una condena de 23 años y 4 meses, Pablo Goncálvez, el “asesino serial de carrasco”, autor de una violación y de tres homicidios en la década de los 90, saldrá en libertad.
Los hechos ocurridos entre el 1 de enero de 1992 y el 8 de febrero de 1993, tuvieron en vilo a todo el Uruguay que no se explicaba las muertes de las tres mujeres en situaciones similares y que fueran del mismo barrio de Carrasco; menos aún, el hecho de que una vez capturado el autor de dichos crímenes, se tratara de un joven de 22 años, estudiante universitario y que proviniera de una familia conocida.
Luisa Miller Fichero, Ana Gabriela Castro Pena y la salteña María Victoria Williams, fueron las víctimas que encontraron el fin en manos de este hombre, quien por buen comportamiento, estudio y trabajo, consiguió reducir su condena de 30 años de penitenciaría y que obtendrá su libertad en los próximos días.
Fue recién luego del tercer asesinato, en febrero de 1993, que se pudo tirar de la piola y se encontró al culpable. La Policía llevaba meses investigando, había interrogado a más de 300 personas y no había caso. De hecho el primer homicidio, el de la joven Ana Luisa Miller Sichero, fue el último en resolverse.
Miller era una docente de Historia, hermana de la tenista Patricia Miller, que tenía 26 años cuando fue asesinada. El hecho ocurrió en el pasaje del 31 de diciembre de 1991 al 1º de enero de 1992. Murió al ser sofocada y luego arrojada a la playa en la costa de Canelones, poco después de amanecer.
En un principio las sospechas pendieron sobre su novio. Junto a él, Miller recibió el año nuevo y fue a bailar al Old Christians. Luego Miller había dejado a su pareja en la casa, ella conducía su auto Fiat Uno, y no se supo más nada. El caso recién se cerró completamente ocho años después, con Goncálvez ya preso por otros dos asesinatos. El haber encontrado el auto a media cuadra de la casa del asesino fue clave.
El segundo asesinato ocurrió el 20 de setiembre de 1992. Ana Gabriela Castro Pena, de solo 15 años, había salido a bailar a England, donde Goncálvez era habitué —unos dicen que era «tarjetero» y otros que allí pasaba música. Castro apareció muerta, 20 días después, en la playa Mansa de Punta del Este. También había sido asfixiada. La clave fue el retazo de una corbata de franjas blancas y verdes anudada, que era idéntica a un juego que se encontró en la casa de Goncálvez.
La tercera y última víctima fue María Victoria Williams, una salteña que estudiaba en Montevideo y tenía 22 años. El 8 de febrero de 1993 ella aguardaba para tomarse el ómnibus, a pocos metros de la casa de Goncálvez. Él le pidió ayuda porque su abuela, con quien vivía, estaba desmayada. La joven ingresó a socorrerlo y cuando intentó llamar a la emergencia móvil, él la tomó por la espalda, la desvaneció con un gasa con éter, la asfixió con una bolsa y escondió detrás del sillón durante un día y medio. Luego la fue a «enterrar». La clave fue que Goncálvez confesó haber arrojado a un baldío una libreta de su víctima anterior y una agenda de Williams, parcialmente destruida.
La Defensa de Goncálvez luego dijo que el asesino confesó bajo tortura, pero la convención regional de Derechos Humanos respaldó el accionar policial y judicial. El 22 de febrero de 1993, más de un año después del primer asesinato, Pablo Goncálvez fue procesado con prisión. Sobre él pendió una condena de 30 años de cárcel que, gracias a los días de estudio y trabajo realizado, completan 23 años y cuatro meses. «Si la pena se cumple, sale», explica Raúl Oxandabarat, portavoz de la Suprema Corte de Justicia. «No se puede dejar detenido más días porque eso es privación de libertad». Hasta el momento se desconoce si la Defensa de Goncálvez pedirá custodia especial por temor a represalias. «Si no hay amenazas fundadas, es difícil que se le conceda la solicitud», dice.

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