Entrevisté a Noemí Méndez porque quería entender cómo se traduce la formación artística en posibilidades reales de trabajo. Hablar con una docente que conoce de cerca esa realidad nos permite mirar más allá del aula y pensar qué lugar ocupa hoy la educación artística en el interior.
Comenzó a cantar de niña en una iglesia evangélica. A los trece años ingresó al Conservatorio Departamental, donde completó su formación en Piano y Lectoescritura Musical. Allí entendió que la música también era método, disciplina y lectura: un trabajo de precisión que exige tanto oído como carácter.
Durante esos años combinó la práctica instrumental con el estudio del idioma italiano en el Centro de Lenguas Extranjeras, convencida de que la formación cultural amplía el horizonte musical. Esa base le permitió acceder luego a la Facultad de Artes del Instituto de Música, donde profundizó en Piano, Dirección Coral y Canto Lírico.
Egresó en 2015, integrando la primera generación de la Tecnicatura en Canto Lírico en Salto. Fue una etapa que coincidió con la consolidación de un polo artístico universitario en el norte del país, y su trayectoria se desarrolló en paralelo con ese crecimiento institucional.
La carrera, impulsada junto a la Lic. Cecilia Latorre Visconti, marcó una inflexión: por primera vez los estudiantes del interior podían acceder a una formación de nivel superior en canto sin emigrar a Montevideo.
El Coro del CENUR
En 2016, ganó el concurso para fundar el Coro del CENUR Salto, dependiente de la Universidad de la República. El desafío era crear un espacio coral desde cero, con estudiantes de distintas áreas y con una fuerte vocación de apertura hacia la comunidad.
Desde entonces, el coro se mantiene activo, con repertorios que van desde lo académico hasta lo popular, y con presentaciones en distintas ciudades del país.
A partir de 2020 se incorporó como docente de UTU en la Escuela Superior de Administración y Servicios de Salto, dentro del Bachillerato de Composición y Producción Musical.
Allí dicta clases de Teoría Musical, Armonía, Expresión Corporal y Canto. Su labor implica acompañar a los jóvenes en la construcción de su propio lenguaje artístico y profesional.
En paralelo, continúa participando de actividades vinculadas al canto lírico, tanto a nivel local como nacional, representando a Salto en encuentros y conciertos junto a la Tecnicatura en Canto Lírico. Su carrera combina creación, docencia y gestión, reflejando el modelo de profesional que la educación artística del interior busca formar: capaz de enseñar, dirigir y producir.
Su recorrido, tejido entre escenarios, aulas y proyectos, resume una certeza: enseñar arte en el interior es inventar nuevos caminos. Y cada paso de esa trayectoria deja un mapa más claro para quienes vienen detrás.
¿Qué significa enseñar arte en un contexto donde las oportunidades no siempre abundan?
En el interior del país, los docentes de arte trabajan en condiciones distintas a las de los grandes centros. En muchos casos, con recursos limitados, en aulas que se adaptan a lo que haya y frente a jóvenes que llegan con más preguntas que certezas.
Pero algo ocurre ahí: el arte se transforma en un punto de encuentro, una forma de entender el mundo cuando todavía no hay palabras para nombrarlo.
Enseñar arte es abrir caminos en lugares donde no existen con la convicción de que cada clase deja una marca.
¿Y cuál es la salida laboral de los egresados?
El panorama en Salto es complejo. Puede haber oportunidades y, al mismo tiempo, no haberlas. Es un territorio donde lo posible y lo precario conviven. Se han abierto academias y escuelas particulares, pero la salida laboral para los egresados del bachillerato, especialmente en composición y producción musical, sigue siendo frágil.
Hay un campo de inserción que se concentra en la docencia y en la educación no formal. Ser profesor no siempre es el destino que imagina quien se forma como artista. Porque un artista no es, necesariamente, un pedagogo. Crear y enseñar son gestos distintos: uno nace de la necesidad de expresión y el otro de la vocación de guiar.
¿Qué pasa con quienes intentan vivir del arte?
Es difícil. Abundan las invitaciones a “mostrarte gratis” o a trabajar por pocos pesos, con el argumento de que “así te das a conocer”. Aun así, muchos lo hacen: por convicción, por amor o porque no conciben su vida sin hacerlo. Lo hacen bien, con nivel, con profesionalismo.
¿Cómo impactan los cambios curriculares?
La reducción de espacios como Teoría Musical o Armonía dentro del plan de estudios debilita la formación de quienes aspiran a continuar estudios superiores. Sin embargo, el bachillerato sigue aportando algo esencial: creatividad, pensamiento crítico, sensibilidad estética y capacidad de trabajo colaborativo.
De las generaciones egresadas del antiguo EMT —que incluía esos espacios—, varios continuaron su formación en el IPA, en el CERP y en la Facultad de Artes, Instituto de Música de Salto.
Hasta la fecha han egresado tres generaciones, entre diez y trece estudiantes por año (2022, 2023 y 2024) y este fin de año se sumarán otros doce.
La educación artística en el interior forma sensibilidad, criterio y constancia. Cada generación que egresa amplía el horizonte. Los docentes construyen procesos duraderos; los estudiantes transforman esa experiencia en lenguaje propio. En esa cadena se define el valor real de enseñar arte: estudio, continuidad y salida laboral.









