La vigencia o derogación de la Ley de Urgente Consideración (LUC) ha acaparado los debates en estos días. Para algunos se trata de una instancia razonable en la que se intenta limitar el poder del gobierno, que ha aprobado una ley que en realidad son más de 500 leyes.
Para el gobierno en cambio estos 135 artículos que se intenta derogar son esenciales y el intento por dejarlos sin efectos significa poner palos en la rueda o impedir que se gobierne de acuerdo al concepto que se ha pregonado.
Pero mirando un poquito más lejos, vemos que tanto oficialismo como oposición está abonando y profundizando la radicalización de dos vertientes o lo que es lo mismo la “grieta” existente en el país. No ver esto seria tonto.
Para nosotros y aún a riesgo de que se nos pretenda etiquetar, cosa bastante frecuente en el Uruguay de hoy, entendemos que hay que saber mirar un poco más profundo.
De una ley que tiene más de 500 artículos (por lo que se la denomina también como una “ley ómnibus”), que se quiera derogar -porque no se puede modificar – 135 artículos, significa que más de 400 de estos artículos son aprobados y no se modifican.
Lejos de posiciones radicales (para nosotros el hecho de que se considere que no se puede modificar es relativo), creemos que lo más sabio e inteligente hubiera sido el diálogo, la posibilidad de acordar o de dejar de lado las posiciones ideológicas radicales para acordar las bases de una modificación.
Cuando se señala que el Uruguay es ejemplo de diálogo, es un país donde se es capaz de consensuar, de reunirse de encontrarse y dialogar más allá de las discrepancias, tenemos nuestras reservas.
En el Uruguay hay tantas discrepancias como en cualquier otro país, hay incongruencias, hay diferencias que se acentúan y hay posiciones radicales que no siempre son capaces de dejar de lado intereses individuales o grupales para pensar con justicia social y con honestidad en mejorar la calidad de vida del pueblo.
Ojalá seamos capaces de rectificar el rumbo mientras haya tiempo. Nada ni nadie logrará hacerlo por el camino que vamos.
En estas columnas nos hemos ocupado del tema. Nadie tiene la “varita mágica”, para gobernar sin errarle en alguna decisión.
Nadie tampoco puede impedir que se gobierne de la forma en que ha elegido el pueblo, equivocado o no. Hay que tenerlo claro.
A.R.D.