18 de Julio de 1830: una Constitución, una promesa y un país por hacerse.
Este gobierno departamental tendrá el honor de ser el gobierno del bicentenario de la independencia de nuestro país, declarada el 25 de agosto de 1825. Y el próximo tendrá la responsabilidad histórica de conducir a Salto en el bicentenario de la Jura de la Constitución, ocurrida el 18 de julio de 1830. Son dos fechas que no solo marcan los orígenes de nuestra soberanía, sino que nos invitan a revisar cuánto hemos aprendido y cuánto camino nos queda por recorrer.
Cada 18 de julio, Uruguay celebra la Jura de su primera Constitución, y lo hace con la solemnidad de quien reconoce en ese acto fundacional el inicio formal de su vida institucional. En 1830, desde los balcones del Cabildo de Montevideo, el brigadier general Juan Antonio Lavalleja —entonces gobernador y capitán general— encabezó la ceremonia junto a sus ministros, jefes del ejército, autoridades eclesiásticas, diplomáticos y constituyentes. El pueblo se congregó en la hoy Plaza Matriz, dispuesto a jurar lealtad a una carta que aún no tenía historia, pero que ya simbolizaba la aspiración de un país ordenado, libre y soberano.
La Constitución de 1830 establecía un Estado unitario, republicano y confesional, con la religión católica como oficial. Limitaba la ciudadanía a propietarios alfabetos, excluyendo a asalariados, analfabetos y mujeres. Reflejaba, sin dudas, las limitaciones de su tiempo, pero también señalaba el inicio de un proceso de ampliación de derechos que llevaría décadas y que todavía no concluye.
La ceremonia de aquel 18 de julio comenzó temprano con un acto religioso en la iglesia Matriz. Luego, las autoridades se dirigieron al Cabildo para jurar el texto aprobado el 10 de setiembre del año anterior. Por la tarde, en una plaza colmada, las tropas al mando de Oribe y Garzón desfilaron y prestaron juramento frente a una cruz formada por un fusil y un sable. Los civiles hicieron lo propio, uno a uno, subiendo a una tarima frente al Cabildo. Un viejo cañón del Fuerte de San José saludó con 21 salvas, anunciando que la Constitución había sido oficialmente jurada.
Pero la independencia obtenida con la Convención Preliminar de Paz venía acompañada de condiciones. El nuevo Estado no podía fijar sus límites, y por ello Brasil se aseguró unos 70.000 kilómetros cuadrados pertenecientes a las antiguas Misiones Orientales. Además, la soberanía estaba limitada por cinco años, en medio de tensiones internas que estallarían más adelante en la Guerra Grande. Aun así, la Constitución fue un gesto audaz: un marco legal adelantado para una sociedad en construcción.
Ese texto, fruto de un año de trabajo de la Asamblea General Constituyente —precedente del Parlamento—, tuvo la vida más larga entre todas nuestras cartas magnas: casi noventa años, hasta la reforma de 1918. No era perfecta, pero sí necesaria.
Y si de símbolos se trata, no podemos dejar de mencionar que tenemos el privilegio de que nuestro diario se encuentre ubicado en la calle que lleva el nombre de esa fecha fundacional. Caminar por 18 de Julio en Salto no es solo transitar una vía céntrica: es un recordatorio cotidiano del pacto republicano que nos dio forma como Nación.
Hoy, a casi dos siglos de aquel juramento, la pregunta sigue vigente: ¿juramos —nosotros, hoy— sostener y defender la forma de gobierno representativo y republicano que establecía aquella Constitución? Porque un país no se funda una sola vez: se construye todos los días. Con memoria, con compromiso y con la convicción de que la república sigue siendo una promesa por cumplir.
