¿Se puede llevar adelante una educación “normal” sin presencialidad, es decir sin contacto personal entre docente y alumnos? Seguramente no, teniendo en cuenta que la “normalidad” al menos para la educación uruguaya, es y siempre ha sido otra. ¿Es necesario volver pronto a esa normalidad? Por supuesto que sí. ¿Es difícil y por momentos incómoda, tanto para educadores como para alumnos, esta nueva modalidad? Sin dudas que lo es.
Creemos que nadie puede tener dudas que la situación educativa que se vive, con clases a distancia, es difícil, es incómoda, cuesta acostumbrarse y adaptarse a ella y, sobre todo, pensamos que nadie duda ni puede discutir que es una forma que no logra de ninguna manera, sustituir con igual valor al contacto personal. Pero, ¿qué se gana con solo enojarse y criticar? Lo decimos al observar que muchos actores de la Educación se muestran molestos y exteriorizan constantemente cierta bronca hacia “el sistema”, “el gobierno”, “las autoridades”, etc.
Hay que entender que nadie eligió libremente, de un día para otro, dejar de asistir a clases y que se empezara a enseñar a través de la virtualidad. Fue una decisión forzada, obligada por una pandemia mundial que sorpresivamente cambió absolutamente todo, no solo la forma de dictar clases, sino la totalidad de las actividades humanas en el mundo entero.
Entonces, ¿no es mejor, en vez de solamente crear climas adversos –más adversos aún- en la formación de los jóvenes, optar por alentarlos a no desvincularse, no resignarse, a seguir “prendidos” a la educación aunque sea mediante una pantalla? Claro que sí.
No es tiempo para tanta crítica, es tiempo más bien para insistir con que a pesar de todo, hay que seguir.
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