Juan Martín Rosconi.
Juan Martín Rosconi, es uno de esos ejemplos a tener en cuenta cuando las cosas no nos van del todo bien. Tras enfrentar al cáncer con tan solo 11 años de edad, hoy, años más tarde, alcanzó una de sus mayores metas, la de recibirse de médico.
Con una clara convicción en la importancia que se debe darle al optimismo y al luchar ante las adversidades, refleja que cuando se quiere obtener un horizonte, se puede.
En diálogo con EL PUEBLO, narró su travesía y la forma en que llegó al hoy.

ENFRENTAR LA ENFERMEDAD
Cuando me dieron el diagnóstico de la enfermedad, más que nada lo viví con mucha inocencia; los que tuvieron que enfrentar más la noticia y, más que nada la magnitud de las cosas, fueron mis padres. En ese entonces, yo tenía 11 años de edad. Y a esa edad, como todo niño normal, uno lo vive con mucha inocencia, reitero, no viendo la diferencia entre tener una gripe y una enfermedad como la que tuve.
Esa es la fortaleza que tienen los niños, como para enfrentar ese tipo de enfermedades. Los que se cargan todo al hombre, en realidad, son los mayores, que tienen en claro la magnitud de las cosas y la gravedad de las mismas.
Me enfrenté a un tratamiento bastante duro, que repito, los demás tuvieron que sufrir, al ver todo lo que eso implica, en especial los padres. Uno pone el cuerpo, y los demás, como que ponen el cuerpo y además, el alma, al ver lo difícil que es para un niño afrontar eso.
Y bueno. Lo fui sobrellevando, hasta que surgió lo de la cura, un trasplante de médula, en febrero de 2007, a tres o cuatro meses, más o menos, del diagnóstico. Y de ahí, de a poco, ir esperando a que la cura fuera haciendo efecto.
LA DECISIÓN DE
SER MÉDICO
Todo eso fue lo que me llevó, después, a encarar un poco todo. Estuve durante un tiempo muy enojado con la medicina y con los médicos, por el manejo de la situación, pero, después, di como una vuelta de página y me pregunté qué podía hacer yo, con eso que me estaba pasando, para crecer y aprender.
Así fue que decidí arrancar esta carrera de medicina, que si bien culmina una etapa, continúa con muchos años por delante para seguir preparándonos. Y, justamente, con lo que aprendí en ese momento de la enfermedad, la constancia, la fe y el trabajo, más que nada, y la compañía de la familia, fue lo que me llevó a terminar hoy una etapa de la carrera de medicina.
En el momento de la enfermedad, al ver el trabajo y la entrega de los médicos, hematooncólogos pediátricos, la pasión que le ponían, esa gana de sacar adelante a los niños, en aquel momento era la Fundación Peluffo Guiguens ahora es la Pérez Scremini, fue lo que me despertó las ganas de retribuir un poco lo que había recibido. Y si bien hoy en día no seguiré esa rama, nada relacionado a la pediatría ni a la oncología, están las ganas de poder retribuir y dar algo a alguien que lo está necesitando.
MENSAJE A QUIENES
PADECEN LA ENFERMEDAD
Es difícil dar un mensaje. Lo que puedo decir es que, en su momento me enojé mucho, y no entendía mucho la magnitud de las cosas, después, lo fui amoldando y dando vuelta, como lo manifesté, para sacar un aprendizaje, y que lo que aprendí es que hay que ser feliz, por lo tanto, puedo decir que hay que tratar de ser felices. Más que nada eso. Sea la situación que sea por la que estén pasando, traten de sobrellevarla lo mejor posible, y con una sonrisa, siempre. Porque si bien esas situaciones son siempre difíciles, y a veces, uno no entiende por qué, no hay que preguntárselo, ni el por qué a mí, sino que, hay que meterle ganas y tratar de ser felices con el reto que se les está poniendo en ese momento. Y, sobre todo, no quedarse estancado ni en el diagnóstico, ni en el sufrimiento. Hay que preguntarse qué podemos hacer con lo que nos está pasando; qué podemos sacar de bueno de todo eso, buscarle el lado positivo a todo. Es la manera más fácil de sobrellevar la situación. Eso más que nada.
EL ROL FUNDAMENTAL
DE LA FAMILIA
Mi familia fue fundamental. Digamos que yo puse un 10% y ellos pusieron el otro 90%. Fue muy difícil en su momento separarnos. Mamá y Papá se vinieron en su momento a Montevideo y mis hermanas quedaron en Salto, junto al resto de la familia, y fue como darse cuenta que, el amor traspasa más que unos kilómetros. Todos los días hablábamos, y sabíamos que todo iba a estar bien.
Mis padres nunca me demostraron que la situación estaba fea; nunca vi una cara de angustia, sino todo lo contrario. Siempre vi cara de que de esa íbamos a salir todos juntos, y creo que eso es lo más importante para un niño, no percibir que el afuera se está cayendo. Entonces, mis padres fueron los pilares más grandes, y esa fortaleza que yo necesitaba en ese momento.
EL ORGULLO DE LA FAMILIA
La madre de Juan Martín, Pequela, brindó unas palabras que reflejan el feliz momento que atraviesa la familia tras el logro alcanzado y la lucha librada.
«Parar mí es un orgullo que él haya llegado a recibirse de médico. Siempre fue un niño ejemplar, desde chico; desde que tuvo el problema de su enfermedad, la luchó, no bajó jamás los brazos. Y luego, cuando decidió seguir la carrera de medicina, lo único que hicimos como padres, fue apoyarlo, ayudarlo dentro de las posibilidades que teníamos.
Creo que, jamás hay que obligar a hacer a un hijo lo que a ellos no les gusta. Él decidió él, y bueno, llegó a recibirse. Es maravilloso. Siempre fue un niño dulce, y ahora es un hombre ejemplar. La verdad es que estamos muy orgullosos, toda la familia: sus hermanos, tíos, primos, mi esposo y yo. Todos estamos orgullosos de él. Pienso que seguirá así. Él piensa en especializarse, y creo que va a hacer una muy buena carrera. Le pedimos a Dios que siempre lo acompañe en su camino, ya que somos muy creyentes».