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martes, 4 de marzo de 2025
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Mirando cruzar el charco

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Hace poco más de veinte años, los sábados a mediodía solíamos juntarnos un grupo de amigos en la mesa del Bar El Pibe que estaba ubicada contra el ventanal de calle Treinta y Tres. Éramos Leonardo, Daniel, Alejandro, Silvio y yo. Pasaban por allí los más variados temas. Un día, uno de los temas era el contrabando, y a mí se me ocurrió tirar sobre la mesa la pregunta: ¿Se terminará algún día ese problema en Uruguay?
Surgieron comentarios de todo tipo. Pero Silvio, profesor de Historia y apasionado investigador sobre todo de asuntos marítimos y de navegación, corrió a un costado la botella de 3/4, tomó una servilleta, lapicera, y empezó a dibujar mapas y explicaciones, una larga clase de la historia del contrabando en esta región americana. No recuerdo todo en detalles (¡fue allá por el 2001!), pero no olvidé más la frase con la que concluyó: «Somos un país con frontera a Argentina y Brasil, la geografía no va a cambiar, así que el contrabando existió, existe y va a seguir existiendo siempre, es así de sencillo y así de inevitable».
Por eso, cuando hoy nos alarmamos por la cantidad de salteños que están “cruzando el charco” para traer comestibles, pero también para almorzar y cenar, y de paso cargar el tanque de combustible, debemos recordar que nada nuevo está ocurriendo.
Ahora bien, ¿es preocupante? Sí, claro que sí. El comercio no estaba para nada pasando por un buen momento, pero vino una pandemia mundial y todo fue peor, y encima ahora, cuando la pandemia está pasando, los precios se van por las nubes y la gente busca opciones fuera de frontera.
Las dos posturas son entendibles. Es decir…Se entiende que el comerciante uruguayo se queje. Y se entiende que quien tiene la posibilidad de comprar más barato en otro lado, vaya y compre.
A propósito, nos viene a la cabeza una bandada de recuerdos de otros tiempos. Por ejemplo cuando la gente iba a Concordia con ropa o calzado ya en desuso, allá compraba todo nuevo y abandonaba lo viejo. Otros solo se encimaban ropa, aunque pasaran calor.
Una anécdota más. Un hombre viajaba con sus hijos de unos 4 y 6 años, a la vuelta les pedía que se acostaran en el asiento de atrás del auto y simularan venir dormidos. Al llegar al puente, el hombre le decía al funcionario: «si usted quiere levanto el asiento de atrás, pero recién se durmieron los gurises… «. Entonces el funcionario comúnmente decía: «está bien, está bien, pase nomás». No precisa aclarar que debajo del asiento de atrás venían varios quilos de mercadería.
En fin, el tema es: ¿cómo hacer para que el comercio no sufra tanto? El Estado debería intervenir más, seguramente. ¿Subsidiando algunas cosas? , ¿quitando algún impuesto?… Podría ser, todo podría ser, y de hecho, «en eso estamos trabajando», como acostumbran a decir los políticos.
¿La guerra Rusia – Ucrania ha influido para que se dispararan los precios en nuestro país? Sin dudas que sí. Vivimos en la aldea universal (dijera la canción), no en una burbuja. Quizás no haya prueba más contundente de eso que la propagación del Covid. En 2019 apareció el primer brote en China (allá, allá lejos..lejos, tan lejos como la China, dirían algunos) y a comienzos de 2020 ya lo teníamos instalado acá. Con la economía sucede lo mismo, es decir, con las economías mundiales cuando irrumpe una guerra. Más allá del desastre, del espectáculo dantesco de los miles y miles de muertos, de los millones de desplazados y heridos, de las miles de familias devastadas, también está (y no es poca cosa) el efecto económico.
Uruguay no escapa a ese efecto, no escapa seguramente ningún país con características similares al nuestro. Veníamos sufriendo el recrudecimiento de la inflación por expansión monetaria (con el fin de no enfriar las economías en pandemia), y recibimos de pronto una disparada en los precios de los insumos básicos para la producción, algunos de los cuales golpean directamente en Uruguay, ya sea porque somos importadores netos (como es el caso del petróleo) o porque son bienes que exportamos, y al subir su precio internacional, también sube el precio local. Y uno puede preguntarse: ¿pero no tenemos beneficios al exportar con un mayor precio internacional? Sí, pero por supuesto que no se ven en lo inmediato.
En definitiva, como lo explicaba el politólogo Ernesto Nieto en entrevista publicada por EL PUEBLO el pasado martes, se nos junta por un lado el cese de la emergencia sanitaria, que permite la salida libre del país, y por otro la suba de precios. ¿Cómo pretender que la gente no se vaya a comprar enfrente?
Pero claro, dejando ahora a un lado a los comerciantes, ¿quiénes son los más perjudicados en todo esto? Seguro son aquellos que andan a pie, que no tienen un vehículo para viajar, y que entonces no les queda otra opción que seguir comprando acá, quizás con la ayuda del almacenero del barrio que le fía, pero que le cobra más caro que en Concordia, obviamente. Al fin de cuentas, las diferencias sociales siguen existiendo, y acá se ven con claridad, como lamentablemente se han visto siempre.
Entonces, también es bueno poner sobre la mesa esta otra pregunta: ¿son los más pobres los que cruzan a otro país a buscar precios? No, de ninguna manera; esos seguirán comprando acá y más caro. Y además, los que tienen vehículos y unos pesos en el bolsillo como para hacerse un viaje, ¿será que realmente alivianan la economía de su hogar? Da para pensarlo. Porque hay quienes van y como ven ciertas cosas… las compran…. aunque no las necesiten, y entonces terminan gastando más. En fin…
¡Si será fuerte la influencia «de todo en todo», que el Intendente Lima subió el precio del boleto de ómnibus argumentando que lo hacía “por los reiterados aumentos del combustible”, cuando las Intendencias tienen subsidiado el combustible desde el año 2006!. Aunque es cierto, suben otros insumos también que repercuten en el transporte. Pero, ¿se da cuenta usted, estimado lector, que para subirnos los precios siempre hay una excusa? Llama la atención que jerarcas municipales se molesten con el Gobierno Nacional porque según ellos «el Presidente solo culpa a la guerra», cuando entonces podríamos decir, con ese mismo criterio, que «el Intendente solo culpa al Presidente».
Cuánto más se podría escribir sobre precios y contrabando… Cuánto más hay para decir sobre un tema que, como me explicaba mi amigo Silvio mientras saboreaba su cerveza hace veinte años, es de ayer, de hoy y de siempre. Pero hoy quisimos volcar solo algunos pensamientos rápidos, como quien conversa en la mesa de un bar un sábado a mediodía, sobre la calma de una calle céntrica y con adoquines.

Contratapa por Jorge Pignataro

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