Desde el año próximo Uruguay se integrará al Consejo de Seguridad de la ONU, órgano político que tiene la enorme responsabilidad de pronunciarse ante los temas más afligentes de la humanidad y de adoptar posición que teóricamente obliga a todos los países miembros de la organización.
Para Uruguay seguramente que constituye una gran distinción esta designación, porque se trata de un pequeño país, que opinará a la par de las grandes potencias, aportando su mirada desde un ángulo que seguramente no es el mismo que ven las grandes potencias integrantes de este Consejo.
La incorporación de Uruguay a este organismo de Naciones Unidas fue solicitada en el año 2008, en ocasión del último gobierno colorado y por lo tanto hay que descartar todo interés político partidario, dado que nadie podría predecir quién gobernaría ocho años después cuando se producirá esta incorporación.
Pero la democracia uruguaya, es sin lugar a duda merecedora de esta distinción, porque si una cosa se ha demostrado es que el país no es indolente ante la problemática regional y mundial, prueba de ello es la mediación de Mujica primero y Tabaré Vázquez después, siendo presidentes de Uruguay, en el grupo que intenta alcanzar la paz en Colombia.
También la integración de las misiones de paz de los militares uruguayos que se mantienen en varios países del mundo que se hallan en conflicto y el granito de arena aportado en el tema de los refugiados, en el que Uruguay intenta ayudar al menos en la medida de sus posibilidades.
Hoy el país tiene otro desafío muy importante, está desafiado a mantener una posición referencial en la situación nada clara que mantiene Venezuela de cara a las próximas elecciones. Esta situación, si bien hasta el momento no afecta directamente al país, sí tiene un capítulo concreto que es la declaración del presidente de la OEA, Luis Almagro, excanciller del Uruguay, denunciando la falta de garantías que se observan en Venezuela para las próximas elecciones, las que fueron duramente cuestionadas por el presidente de la Asamblea General de Venezuela, Diosdado Cabellos, quien se refirió a la OEA como el organismo más corrupto y más desprestigiado.
A este nivel quizás sea el desafío más importante que se le presenta a Uruguay, en cuanto Venezuela es integrante pleno del MERCOSUR y por lo tanto tiene compromisos concretos con la democracia que los demás países de la región como garantes del sistema deben exigirle.
No se trata de entrometerse en las decisiones que corresponden a otras naciones, pero sí de asumir los compromisos concretos que los gobiernos de la región han creído que son imprescindibles.
Merecida distinción para el sistema uruguayo
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