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miércoles, agosto 20, 2025

Luis Guarnerio: un gigante de la risa

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Partió al cielo haciendo humor

Siempre haciendo humor, reír al público, hasta casi sus últimos días. Había realmente nacido para ello. Se hizo grande en los tablados. En esos tablados de antes, que existían en cada barrio, donde se realizaba una colecta entre los vecinos para pagarle a los murguistas que ofrecían sus espectáculos. El, casi siempre abría las jornadas, estaba a primera hora, sin groserías ni golpes bajos, hacía reír, con imitaciones a Jorge Cafrune, Miguel Aceves Mejía, o a Carlos Gardel, o aquella rutina cómica inolvidable, donde parodiaba encender una vieja radio a transistores, saliendo de su inspiración una cabalgata de voces, de locutores, de actores de radioteatro, de políticos, o simplemente el relato de un partido de fútbol de narración inimaginable. Se inició en la radio, en espacios humorísticos, pasó a la televisión, le dió vida a su personaje más famoso «Ciclisto Pedales» en «El Show del Mediodía», contó chistes en «Gente de humor», y hasta le daba el tiempo para hacer teatro, con diferentes obras, en varias ocasiones junto a otros grandes del bis cómico, como Eduardo D’angelo y Héctor Perry. Su calidad para transmitir lo suyo, era para toda la familia y muchos lo llamaron el maestro del humor. Su nombre: Luis Guarnerio, quien partió rumbo al cielo el pasado viernes 29 de enero por la mañana, a los 87 años.

NACIÓ EN CANELONES, EN 1933
Luisito, como lo llamabamos quienes lo conocimos a través del tiempo, había nacido en la ciudad de Canelones, el 12 de octubre de 1933. A los 16 años entró como empleado público en AFE, partiendo a Víctor Sudriers, en Empalme Olmos. Cumplió a la perfección el cargo de «meritorio», y luego de cinco años lo trasladaron a Estación Peñarol y más tarde a AFE Central, donde desarrolló su desempeño varias décadas, pasando al Ministerio de Educación y Cultura, retirándose para la jubilación en 1998. Entre sus horas libres y antes de ser mayor de edad, jugaba al fútbol en las divisiones menores de Cerro, pero después de estar varios años en el plantel de 3era., se retiró por una lesión en la mano derecha, ya que se desempeñaba como guardameta. Ya había comprendido que su rumbo estaba en otro lado. Era la época de oro de la radio, con fonoplateas repletas de público. Con exitosos programas en vivo: «El comisario de Cerro Mocho» con Roberto Barry, «El canillita» de Ricardo Canto, «La Escuelita de Kolynos», donde también se destacaban los radioteatros de la época. Llamado por esa curiosidad de hacer humor, en 1956, debutó en «La cruzada del buen humor», desde la fonoplatea de Radio Carve en el Palacio Díaz, realizando imitaciones de relatores deportivos y de cantores de tango, teniendo facilidad para hacerlas, llevando consigo una gracia natural en su desarrollo. En ese espacio es donde nace su personaje de «Ciclisto Pedales», en 1958. Inmediatamente, pasaría a «La Gaceta Sideral» en C X 14, El Espectador, aguardando la inminente llegada de la televisión.

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ALEGRANDO LAS BARRIADAS
El debut en la pantalla chica fue en el canal pionero, Saeta TV Canal 10, en tiempos de los galpones de la Exposición Nacional de la Producción, en «El viejo café del centro», bajo la dirección de Carmelo Imperio. Lo acompañaban Eduardo D’Angelo, quien empezó allí artísticamente, Emilio Vidal, Rubén García, Julio Puente, y Los Marinos Cantores, entre otros. Era en vivo, no había equipos técnicos para grabar, «video-tape» ni ahí, se ensayaba y luego todo salía como se podía. Luego llegó la oportunidad de «El Show del Mediodía», junto a Cacho de la Cruz y Alejandro Trotta, estando allí veinte años, participando cada semana, y también integrando el elenco de «Las Telechadas», haciendo todo tipo de personajes, mientras que llegaba en 1961 el momento de hacer sus monólogos por cada barriada llevando toda la alegría a los tablados montevideanos, como un verdadero comediante en directo entreteniendo a la gente, haciéndola reír con situación divertidas de verdad.

«LA JAULA DE LAS LOCAS» y «EL MONO PELOTERO»
«Ciclisto Pedales» lo marcó eternamente. Le llegó al corazón del gran público. En infinidad de ocasiones, lo han llamado así en vez de Luis, Luisito o Guarnerio. O hasta le han hablado del «fosfotimol», que él tanto utlizaba en el sketch del ciclista. A lo largo de su vida recibió muchas distinciones en Montevideo y en varios lugares del interior. Hasta grabó discos acompañando con humor a orquestas de música popular como Antillano y Conjunto Casino, en «La Jaula de las Locas» con Roberto Barry, y en «El Mono Pelotero», imitando un relato futbolero de Víctor Hugo Morales, del catálogo Macondo y Clave Iemsa, respectivamente, que lograron sendos discos de oro por superventas. En sus últimos años se había dedicado a participar en eventos privados donde lo contrataban. Incansable abanderado de la comicidad, sin agresiones verbales, llegó a tener sesenta años de actuación en las carnestolendas. Ultimamente sus piernas no le funcionaban tan bien como en otros tiempos, pero se cuidaba y seguía adelante. Nunca me voy a olvidar que en el tablado del Club Atlético Goes de la calle Vilardebó, hace muchos años me dedicó su actuación y me dijo «Grabála… así la podés pasar por la radio…» Luisito, genio y figura. Lo vamos a extrañar siempre. Juanjo Alberti. Más allá de la nostalgia.

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