La obligación de los colonos de vivir en el predio adjudicado, es a nuestro entender una medida justa y entendible. Existen motivos valederos para pensar que se deben establecer, como en los hechos los hay, razones justificadas para otorgar excepciones, pero éstas no pueden ser la regla general.
Nos explicamos, cuando no existía o no se cumplía al menos esta exigencia, lo que determinó fue que los objetivos del Instituto Nacional de Colonización se perdieran por completo y mientras numerosas familias de colonos seguían esperando turno y posibilidades de acceder a alguna chacra, cientos de políticos avivados o sus amigotes, se adueñaron de las tierras y en un alto porcentaje siguieron residiendo en las ciudades dejando a alguien a cargo del campo.
Esto es lo que nos tememos, porque seguro que a ellos le sirve suprimir esta exigencia. Tenemos muy claro que hay trabajos y funciones que justifican la ausencia de los titulares de los campos de colonización y esto debe mantenerse. Pero también debe mantenerse la exigencia de residir en el predio, que no debe ser tenido como una casa de vacaciones, sino de una unidad productiva que debe ser explotada en toda su potencialidad.
Más que la exigencia legal en si, interesa aquí la vigencia de los controles y la fiscalización que se haga. Ni que hablar de la forma “non santa”, o sencillamente sin ética ninguna que han permitido a algunos personajes hacerse de la propiedad de algún campo por unos pocos pesos.
Seguramente que a ellos y su entorno no les sirve la exigencia de vivir en el campo, debidamente fiscalizada como lo estamos planteando. Es que si se cumpliera se evitaría que muchos “avivados” se alzaran con estas tierras, relegando los legítimos derechos de familias enteras que hace muchos años aguardan sus posibilidades.
En estas columnas ya hemos expresado que nada tenemos contra quienes abrazan la política como una acción destinada a servir a los demás, a proteger a los desvalidos y proteger a los más humildes, que pocas veces tienen verdaderos defensores de sus intereses.
Pero si nos hemos opuestos y seguiremos haciéndolo, y denunciando a quienes con máscara de benefactores, buscan “hacer la suya”, pisoteando y pasando sobre los derechos de los demás.
Es obvio que resulta difícil descubrirlos, porque tiene muy bien guardados sus intereses y además las relaciones existentes en nuestra sociedad hace que estos personajes puedan desempeñarse y hasta ser valorados por su “entrega desinteresada”, cuando en realidad no hacen más que esconder sus verdaderos y nefastos intereses.
A.R.D.