Lucía Minutti, psicóloga y política
Lucía Minutti acompañaba de joven a su padre, el exintendente Eduardo Minutti (1990-1995), en reuniones clandestinas en plena dictadura. Cuando se fue a estudiar a Montevideo militó en la CGU (Corriente Gremial Universitaria, formada por militantes blancos) teniendo en su norte siempre la lucha por la libertad. ¿Cómo se logra trasladar la mística de esa gesta libertaria a las nuevas generaciones? La charla con EL PUEBLO se dio además en el marco de varias celebraciones que involucran a su partido.


1.- ¿Cumplió años el Espacio 40?
– 14 jóvenes años de una experiencia que creó espacios nuevos dentro de la colectividad nacionalista que se fue expandiendo, fue creciendo y afianzándose. A partir de la afirmación del Espacio 40, Javier (García) junto al Senador (Sebastián) Da Silva empiezan a trabajar con Álvaro Delgado por su lado, el Herrerismo por otro, construyendo lo que es el sector Todos del Partido Nacional, que es el que termina ganando en la interna.
2.- ¿Reivindican el Wilsonismo?
– El Espacio 40 se nutre de personas que han tenido inserción desde el Wilsonismo, el Herrerismo y el Movimiento Nacional de Rocha. De hecho, la sede del Espacio 40 en estos momentos es la Casa de Lamas.
3.- Cuando usted comenzó a militar en el Partido Nacional, ¿era wilsonista o rochana?
– Siempre fui wilsonista. Era una mística de Wilson, pero siempre con los rochanos cerca. Papá siempre contaba lo que fue la campaña en la que él acompañó a Wilson y a Carlos Julio recorriendo el interior de Salto, disfrutó enormemente. Siempre contaba una anécdota sobre el carisma de Wilson, que él llegaba, paraba en el medio de una plaza, se ponía a hablar y la gente empezaba a venir, y contaba que hasta los niños quedaban como atrapados en el discurso de Wilson, que fue un tipo con mucho carisma, con una visión de las cosas que uno reivindica hasta el día de hoy.
4.- Estas fechas y recuerdos coinciden con un nuevo aniversario del Partido Nacional.
– Es verdad, el miércoles 10 el Partido Nacional cumplió 186 años de que Oribe lo fundara con aquella leyenda “Defensores de las Leyes”. Por eso los miembros del Directorio teníamos que enviar un mensaje sobre el aniversario, y me reencontré con una frase de Wilson que decía que creía fervientemente que el único problema es el problema de la libertad, y que la libertad nunca está definitivamente conquistada. Decía que había que luchar siempre por la libertad. Lo que claramente es un legado que viene desde Oribe, Leandro Gómez, Aparicio, la libertad como centro de la acción tanto en el gobierno como en la oposición.
5.- ¿Por dónde pasa hoy esa lucha por la libertad?
– Creo que Luis Lacalle Pou aggiornó este tema en plena pandemia. Tenía muchas opciones sobre cómo enfrentar la pandemia, y eligió el camino de lo que llamó la “libertad responsable”. Y nos fue bien a todos porque la gente entendió, y tuvimos mucho menos consecuencias o secuelas, porque el encierro termina constituyendo un problema grave, sobre todo en la salud mental de las personas. Eso se cuidó, de alguna manera se contempló desde ese concepto de libertad.
6.- ¿Corrió peligro la libertad con el fallo del Juez Recarey cuando mandó detener la vacunación en menores de 13 años?
– El ejercicio de la libertad como está metido en nuestro pueblo nunca corrió peligro. De todas maneras, ese fallo puso una cuestión que para mi manera de ver fue seria al entrometerse el Poder Judicial, de alguna manera, en algo que en definitiva era una decisión del Poder Ejecutivo en pleno uso de sus facultades constitucionales, un acto de gobierno con plena potestad de hacerlo justo cuando la vacunación no era, no fue ni será obligatoria. Desde ese punto de vista, se puso en tela de juicio la libertad y la responsabilidad de las personas en asumir sus decisiones respecto a una opción.
7.- Hablando de la libertad, cuando era estudiante junto a su generación, fueron en cierta forma protagonistas de la salida de la dictadura, ¿cómo recuerda ese tiempo?
– Fue una época muy fermental, que por la edad que teníamos venía con un gustito especial de adrenalina provocado por lo que era el riesgo, que en ese tiempo de juventud, era una pelea contra el orden establecido que había sido impuesto y que no había sido elegido por la gente. Recuerdo que participé de reuniones que fueron secretas. Pero unos años antes acompañé a papá en reuniones del Plebiscito del 80, aunque en esa no voté.
No me olvidó que mi mamá tenía que estar en una mesa (receptora de votos) y nosotros fuimos a llevarle comida, porque no los dejaban salir de la mesa, la custodia era estricta, y ella por debajo de la mesa nos hacía señas como diciendo que estaba segura que en esta ganábamos. Porque de la libertad de elegir se podía hablar solamente adentro de la casa de cada uno, fuera de la casa no se podía hablar en ningún lado. Y en el 82 cuando me fui a Montevideo, me acuerdo de una oportunidad que con Walter Texeira, con quien somos primos segundos, fuimos a escuchar a Hierro López y a Torres Wilson en el Círculo de Armas hablando de la fundación de los partidos, que era como lo único que se permitía. Éramos poquitos.
Luego empecé a trabajar en la CGU, nos reuníamos en Casa de los Lamas a puertas cerradas. Fueron tiempos de volanteadas, pintadas, de poner carteles con engrudo y salir corriendo dejando todo tirado, épocas de caceroleadas. Pero también fue una época de la construcción de una unidad, porque la lucha por la libertad, la defensa de las instituciones y la posibilidad de elegir nos unía. Nos unió a gente con ideologías diferentes, y esos vínculos que se crearon en esos momentos son vínculos que no se rompen. Podíamos diferir en un montón de cosas, pero ahí había algo que nos tenía a todos juntos peleando por algo que nosotros creíamos.
8.- ¿Alguna anécdota que recuerde de esos años?
– Yo estaba en la Comisión de Derechos Humanos de la ASCEEP-FEUU, y fuimos quienes preparamos la salida de los presos políticos y la llegada a Conventuales. En ese momento no se cuestionaba de qué partido político éramos cada uno. Lo mismo pasó con el regreso de Wilson. No me voy a olvidar jamás de ese día ni de los días anteriores. No había celular, entonces estaban las llamadas de teléfono de mi papá y de mi mamá a la casa de la vecina porque yo no tenía teléfono, diciéndome que por favor no fuera a ir, porque era un escenario que metía miedo, con los tanques en las calles y los aviones sobrevolando la zona del puerto de Montevideo, pero teníamos esa cosa de decir que igual tenía que ir y de estar. Lo mismo pasó cuando lo liberaron a Wilson. Ese tiempo marcó a esa generación a fuego en una cantidad de cosas.
9.- ¿Cómo se logra transmitir esa experiencia de vida, esa mística de lo que era trabajar por la lucha de la libertad en tiempos de dictadura?
– Cuesta transmitir ese entusiasmo, ese fervor, pero hay experiencias que marcan. Soy de las que cree que uno aprende más de la vida que de lo que te dicen. El otro día me reuní con un grupo de jóvenes que son como el semillero que van a empezar a armar el grupo de jóvenes de la 40, y les contaba que en aquellos momentos de la lucha por la libertad, la política era el lugar. Reivindicábamos a los partidos políticos como que eran el lugar dónde hacer política y de lucha por las ideas. Con el tiempo vino algo cultural como que todos son iguales, que no sirven para nada. Eso pasó casi sin darnos cuenta, fue permeando a generaciones más jóvenes que algunos ahora te dicen que si es para hablar de política, prefieren no escuchar e irse. Y yo reivindico la política, porque creo que partidos políticos fuertes le han dado a Uruguay nuestra calidad democrática y republicana. Y eso es lo que le transmití a los chiquilines, la necesidad de que ellos busquen la posibilidad de luchar por los sueños de ellos, y en esos sueños también tiene que estar el país y su gente.
10.- ¿Cuál es la función de los jóvenes hoy en la política?
– Lo que le pedimos es que no hagan las cosas iguales a las que hacíamos nosotros, solamente le pedimos que hagan las cosas a la manera de ellos, porque justamente eso será el capital que continuará construyendo democracia, que será lo que será, y seguramente tendrá mil fallas, pero es el mejor sistema para poder vivir.