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domingo, 3 de agosto de 2025
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Los alucinados ojos del cerebro

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Diario EL PUEBLO digital
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«Una alucinación es una forma de conciencia estrictamente sensitiva»
(Carlos María Domínguez, publicado el 21 de marzo por el suplemento Cultural de El País).
Desde que en los años setenta el neurólogo inglés Oliver Sacks comenzó a narrar sus experiencias clínicas en Estados Unidos, cada uno de sus libros es una cita asombrosa con las capacidades del cerebro, los adelantos neurológicos, las experiencias de los pacientes y el camino de un médico que, con virtudes de gran escritor, ha ido brindando modestas señas de su vida en una saga de difusión científica.
Despertares, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, Un antropólogo en Marte, Musicofilia, son algunos de la docena de títulos que lleva publicados, en su mayoría traducidos al español por Anagrama, que acaba de editar su último trabajo, Alucinaciones.
Oliver Sacks nació en Londres en 1933, se doctoró en la universidad de California y desde 1965 vive en Nueva York. El éxito de la película protagonizada por Robert De Niro y Robin Williams basada en su libro Despertares (1973) le dio fama y lo alentó a continuar con su trabajo pero sus inicios no solo fueron poco glamorosos sino que transitaron por destinos de escaso prestigio, como el trabajo con pacientes catatónicos crónicos en un modesto hospital de Nueva York.
La frecuentación del mundo de los ancianos afectados de catatonia y Parkinson, paralíticos, ciegos, sordos, le abrió una ventana a las espectaculares manifestaciones del cerebro humano en personas con capacidades reducidas, luego ampliada a toda clase de pacientes con los que Oliver Sacks se vinculó en sus investigaciones.
Su condición de músico, su vocación cultural y literaria, dieron a sus libros un notable atractivo narrativo y una amplitud que cruza el interés clínico hasta ingresar en fronteras culturales más amplias y polémicas.
EL OBJETO NO ESTÁ AHÍ
Alucinaciones trae implícita una disyuntiva y una toma de posición argumentada con inteligencia y modestia: desde hace muchos años, alrededor de los secretos del funcionamiento del cerebro, crece la idea de que el hombre utiliza un porcentaje menor de sus capacidades y habría umbrales de la percepción todavía no alcanzados.
Pero las afecciones neurológicas, la tecnología que permitió escanear la actividad eléctrica del cerebro y las experiencias con toda clase de drogas, indican que cuando disminuyen o se alteran los estímulos sensoriales, el cerebro proyecta alucinaciones visuales, auditivas, olfativas, gustativas y táctiles, generando experiencias extrañas a la percepción natural de los sentidos, de modo que visiones y voces de las divinidades del mundo antiguo podrían tener un origen neurológico, aunque se desconoce todavía de qué modo las ilusiones y recuerdos saltan a la condición de realidad. De hecho, la cultura occidental comenzó a hablar de alucinaciones a inicios del siglo XVI para aludir a los divagues de la mente y la acepción moderna nació en la década de 1830 como fruto de los trabajos del psiquiatra francés Jean-Étienne Esquirol.
Antes la gente nombraba las alucinaciones como «apariciones». Para abordarlas, entre las definiciones de la alucinación, Sacks elige la propuesta por William James (hermano de Henry James) en 1890: «Una alucinación es una forma de conciencia estrictamente sensitiva, tan buena y cierta como si fuera un objeto real que tuviéramos delante.
Solo que el objeto no está ahí, eso es todo».
Los pacientes con el síndrome de Charles Bonnet (naturalista suizo del siglo XVIII que anotó las alucinaciones de su abuelo: un insistente pañuelo azul, caballeros con preciosos abrigos de colores, un carruaje que crecía hasta la altura del tejado) suelen ver toda clase de personajes y paisajes extravagantes, en imágenes muy detalladas y de colores vivos, por tiempos de variada duración, no sujetos a la voluntad pero con alguna resignación, pasibles de ser reconocidos por los pacientes como alucinaciones.
En algunos casos se trata de letras y anotaciones musicales sin sentido, pero a menudo toman la forma de personas que reiteran su visita a diario, como en el caso de un anciano religioso del Bronx, casi ciego, asediado todas las noches por varios intrusos en su departamento, que parecían ignorarlo.
Oliver Sacks describe muchos casos que lindan con las ficciones góticas, personajes que se agigantan o disminuyen su tamaño como la Alicia de Lewis Carroll, visten trajes orientales, muestran cuerpos humanos y cabezas de animales, etc. Podrían nutrir una antología de literatura fantástica, incluidos varios argumentos, como el caso del hombre que comenzó a ver a su doble y a intercambiar bromas con él, luego el doble se empeñó en contradecirlo y asediarlo, hasta que ya no lo soportó y se pegó un tiro.
O, en una versión más amable, el caso de otro individuo que cuando iba a la consulta para tratar la alucinación de su doble, le pedía al médico una silla para que también el doble se sentara.
A partir de 1998, los estudios permitieron confirmar que las alucinaciones se discriminan de la actividad imaginativa y utilizan las mismas zonas y caminos visuales que la propia percepción. Las del síndrome de Charles Bonnet suelen ser silenciosas, neutras, y rara vez transmiten emociones, a diferencia de las esquizofrénicas, que adoptan formas persecutorias.
Muchas personas escuchan música o voces que les resultan muy reales, sin ser síntomas de locura como se creyó hasta hace poco.
Estudios de laboratorio con voluntarios permitieron confirmar que la monotonía visual genera alucinaciones como la de los marinos, exploradores polares, aviadores o camioneros, sometidos a un esfuerzo continuo y poco variado, o las meditaciones en retiros apartados.
Voces, olores y sensaciones táctiles irrumpen bajo condiciones de restricción perceptiva, y ya este libro adelanta que el famoso túnel oscuro con una luz en el centro que conduciría a la muerte es efecto de una merma del flujo sanguíneo en el sistema ocular, como acaba de confirmar el catedrático de Neurobiología de la Universidad de Ámsterdam, Dick Swaab.
La reiteración de estructuras geométricas alucinatorias en zigzag durante las migrañas de diferentes personas ha llevado a presumir que podría tratarse de estructuras elementales del funcionamiento cerebral, presentes casi como un calco en las artes decorativas desde las culturas primitivas.
Los ataques de epilepsia suelen ser precedidos por alucinaciones que los pacientes aprenden a reconocer como un anuncio, no siempre siniestro porque algunos experimentan un éxtasis místico de extraordinario poder, como fue el caso de Fiódor Dostoievski, y la tercera parte de los pacientes con Parkinson tratados con dopamina conviven con toda clase de visiones producidas por la droga.
Las experiencias con pacientes amputados complejizaron el conocimiento de la imagen corporal en el cerebro a niveles no menos misteriosos. La mayoría de los pacientes sienten la pierna o el brazo que les han quitado, y luego experimentan dolores y entumecimientos en el miembro inexistente. Cuenta Sacks que el almirante Nelson, después de perder el brazo derecho en combate, desarrolló un miembro fantasma con la mano permanente cerrada y los dedos clavándose dolorosamente en la palma. Creía que la supervivencia de su brazo era una prueba de la existencia del alma. Pero luego se comprobó que la patología era común entre los amputados y en la década pasada un colega de Sacks, llamado V. S. Ramachandran, desarrolló un sencillo mecanismo de espejos que permite superar esas contracciones imaginarias engañando al cerebro con el reflejo del otro miembro en paralelo.
Entre las muchas sorpresas que depara este libro no es menor el hecho de que las operaciones cerebrales se realicen con anestesia local para la perforación craneana pero no para adormecer el cerebro, dado que es insensible al tacto y al dolor. No es una información novedosa para los médicos pero no deja de ser prodigioso que el órgano que controla la sensibilidad, el sistema nervioso, los pensamientos y las emociones, sea, precisamente, indoloro.
SOY MERCURIO
En Alucinaciones Oliver Sacks vincula casos tratados en sus libros anteriores y suma nuevas experiencias personales, como en Musicofilia, donde incluyó sus percepciones musicales, y de un modo más directo en Con una sola pierna, ensayo sobre las dificultades para reincorporar a su imagen corporal una pierna que había sufrido «una amputación interna» luego de que un toro se la quebrara durante un paseo por Noruega.

«Una alucinación es una forma de conciencia estrictamente sensitiva»

(Carlos María Domínguez, publicado el 21 de marzo por el suplemento Cultural de El País).

Desde que en los años setenta el neurólogo inglés Oliver Sacks comenzó a narrar sus experiencias clínicas en Estados Unidos, cada uno de sus libros es una cita asombrosa con las capacidades del cerebro, los adelantos neurológicos, las experiencias de los pacientes y el camino de un médico que, con virtudes de gran escritor, ha ido brindando modestas señas de su vida en una saga de difusión científica.

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Despertares, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, Un antropólogo en Marte, Musicofilia, son algunos de la docena de títulos que lleva publicados, en su mayoría traducidos al español por Anagrama, que acaba de editar su último trabajo, Alucinaciones.

Oliver Sacks nació en Londres en 1933, se doctoró en la universidad de California y desde 1965 vive en Nueva York. El éxito de lacultufoto película protagonizada por Robert De Niro y Robin Williams basada en su libro Despertares (1973) le dio fama y lo alentó a continuar con su trabajo pero sus inicios no solo fueron poco glamorosos sino que transitaron por destinos de escaso prestigio, como el trabajo con pacientes catatónicos crónicos en un modesto hospital de Nueva York.

La frecuentación del mundo de los ancianos afectados de catatonia y Parkinson, paralíticos, ciegos, sordos, le abrió una ventana a las espectaculares manifestaciones del cerebro humano en personas con capacidades reducidas, luego ampliada a toda clase de pacientes con los que Oliver Sacks se vinculó en sus investigaciones.

Su condición de músico, su vocación cultural y literaria, dieron a sus libros un notable atractivo narrativo y una amplitud que cruza el interés clínico hasta ingresar en fronteras culturales más amplias y polémicas.

EL OBJETO NO ESTÁ AHÍ

Alucinaciones trae implícita una disyuntiva y una toma de posición argumentada con inteligencia y modestia: desde hace muchos años, alrededor de los secretos del funcionamiento del cerebro, crece la idea de que el hombre utiliza un porcentaje menor de sus capacidades y habría umbrales de la percepción todavía no alcanzados.

Pero las afecciones neurológicas, la tecnología que permitió escanear la actividad eléctrica del cerebro y las experiencias con toda clase de drogas, indican que cuando disminuyen o se alteran los estímulos sensoriales, el cerebro proyecta alucinaciones visuales, auditivas, olfativas, gustativas y táctiles, generando experiencias extrañas a la percepción natural de los sentidos, de modo que visiones y voces de las divinidades del mundo antiguo podrían tener un origen neurológico, aunque se desconoce todavía de qué modo las ilusiones y recuerdos saltan a la condición de realidad. De hecho, la cultura occidental comenzó a hablar de alucinaciones a inicios del siglo XVI para aludir a los divagues de la mente y la acepción moderna nació en la década de 1830 como fruto de los trabajos del psiquiatra francés Jean-Étienne Esquirol.

Antes la gente nombraba las alucinaciones como «apariciones». Para abordarlas, entre las definiciones de la alucinación, Sacks elige la propuesta por William James (hermano de Henry James) en 1890: «Una alucinación es una forma de conciencia estrictamente sensitiva, tan buena y cierta como si fuera un objeto real que tuviéramos delante.

Solo que el objeto no está ahí, eso es todo».

Los pacientes con el síndrome de Charles Bonnet (naturalista suizo del siglo XVIII que anotó las alucinaciones de su abuelo: un insistente pañuelo azul, caballeros con preciosos abrigos de colores, un carruaje que crecía hasta la altura del tejado) suelen ver toda clase de personajes y paisajes extravagantes, en imágenes muy detalladas y de colores vivos, por tiempos de variada duración, no sujetos a la voluntad pero con alguna resignación, pasibles de ser reconocidos por los pacientes como alucinaciones.

En algunos casos se trata de letras y anotaciones musicales sin sentido, pero a menudo toman la forma de personas que reiteran su visita a diario, como en el caso de un anciano religioso del Bronx, casi ciego, asediado todas las noches por varios intrusos en su departamento, que parecían ignorarlo.

Oliver Sacks describe muchos casos que lindan con las ficciones góticas, personajes que se agigantan o disminuyen su tamaño como la Alicia de Lewis Carroll, visten trajes orientales, muestran cuerpos humanos y cabezas de animales, etc. Podrían nutrir una antología de literatura fantástica, incluidos varios argumentos, como el caso del hombre que comenzó a ver a su doble y a intercambiar bromas con él, luego el doble se empeñó en contradecirlo y asediarlo, hasta que ya no lo soportó y se pegó un tiro.

O, en una versión más amable, el caso de otro individuo que cuando iba a la consulta para tratar la alucinación de su doble, le pedía al médico una silla para que también el doble se sentara.

A partir de 1998, los estudios permitieron confirmar que las alucinaciones se discriminan de la actividad imaginativa y utilizan las mismas zonas y caminos visuales que la propia percepción. Las del síndrome de Charles Bonnet suelen ser silenciosas, neutras, y rara vez transmiten emociones, a diferencia de las esquizofrénicas, que adoptan formas persecutorias.

Muchas personas escuchan música o voces que les resultan muy reales, sin ser síntomas de locura como se creyó hasta hace poco.

Estudios de laboratorio con voluntarios permitieron confirmar que la monotonía visual genera alucinaciones como la de los marinos, exploradores polares, aviadores o camioneros, sometidos a un esfuerzo continuo y poco variado, o las meditaciones en retiros apartados.

Voces, olores y sensaciones táctiles irrumpen bajo condiciones de restricción perceptiva, y ya este libro adelanta que el famoso túnel oscuro con una luz en el centro que conduciría a la muerte es efecto de una merma del flujo sanguíneo en el sistema ocular, como acaba de confirmar el catedrático de Neurobiología de la Universidad de Ámsterdam, Dick Swaab.

La reiteración de estructuras geométricas alucinatorias en zigzag durante las migrañas de diferentes personas ha llevado a presumir que podría tratarse de estructuras elementales del funcionamiento cerebral, presentes casi como un calco en las artes decorativas desde las culturas primitivas.

Los ataques de epilepsia suelen ser precedidos por alucinaciones que los pacientes aprenden a reconocer como un anuncio, no siempre siniestro porque algunos experimentan un éxtasis místico de extraordinario poder, como fue el caso de Fiódor Dostoievski, y la tercera parte de los pacientes con Parkinson tratados con dopamina conviven con toda clase de visiones producidas por la droga.

Las experiencias con pacientes amputados complejizaron el conocimiento de la imagen corporal en el cerebro a niveles no menos misteriosos. La mayoría de los pacientes sienten la pierna o el brazo que les han quitado, y luego experimentan dolores y entumecimientos en el miembro inexistente. Cuenta Sacks que el almirante Nelson, después de perder el brazo derecho en combate, desarrolló un miembro fantasma con la mano permanente cerrada y los dedos clavándose dolorosamente en la palma. Creía que la supervivencia de su brazo era una prueba de la existencia del alma. Pero luego se comprobó que la patología era común entre los amputados y en la década pasada un colega de Sacks, llamado V. S. Ramachandran, desarrolló un sencillo mecanismo de espejos que permite superar esas contracciones imaginarias engañando al cerebro con el reflejo del otro miembro en paralelo.

Entre las muchas sorpresas que depara este libro no es menor el hecho de que las operaciones cerebrales se realicen con anestesia local para la perforación craneana pero no para adormecer el cerebro, dado que es insensible al tacto y al dolor. No es una información novedosa para los médicos pero no deja de ser prodigioso que el órgano que controla la sensibilidad, el sistema nervioso, los pensamientos y las emociones, sea, precisamente, indoloro.

SOY MERCURIO

En Alucinaciones Oliver Sacks vincula casos tratados en sus libros anteriores y suma nuevas experiencias personales, como en Musicofilia, donde incluyó sus percepciones musicales, y de un modo más directo en Con una sola pierna, ensayo sobre las dificultades para reincorporar a su imagen corporal una pierna que había sufrido «una amputación interna» luego de que un toro se la quebrara durante un paseo por Noruega.

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