La primera reflexión que genera esta película es que una vez más la traducción del título no tiene nada que ver con el original y además, le hace perder cierto encanto, pues nada tiene que ver «Poder sin límites», tal como fue traducida para Latinoamérica, con «Chronicle», título original.
Pero además, esta película vuelve a ser la prueba que ya está todo inventado, aunque no por ello deja de ser algo interesante. ¿En qué se parece a otras historias ya contadas? Pues bien, gente común, por lo general jóvenes, que de pronto se encuentran con que han desarrollado poderes que le permiten mover objetos, volar y hasta ser más fuertes, hasta ahí se asemeja bastante a la clausurada serie de televisión «Héroes». El formato documental de la película trata de darle un aire distinto, pero termina uniéndose a la larga cola de recientes films que utilizan el mismo recurso para intentar hacernos creer que se trata de algo real, algo que perdió su efecto luego de la idea original que trajo «The Blair Witch Project» (1999).
Donde destaca esta película es en sus efectos especiales y en parte de su argumento, donde se deja ver el tormento que uno de los jóvenes padece con su madre enferma y su padre alcohólico y violento, lo que lo ha llevado a ser uno de esos estudiantes raritos, objeto de burla y agresión por parte de la casta de jóvenes populares y lindos, mostrando con poca originalidad y a modo de crítica social, lo que un joven está dispuesto a hacer para cambiar de categoría, pasando a ser un chico popular para así conquistar a la chica de sus sueños.
Pero con todas las cosas que le pasan a este muchacho el espectador pasa a sentir una especie de empatía, y por el extremo de crueldad a la que se ve sometido hace que en cierta forma terminemos justificando sus actos posteriores de extrema violencia por el que intenta aplacar su dolor y furia. Aquí nos recuerda a la «Carrie» (1976) de Brian De Palma basada en una novela de Stephen King, cuando al final de la película libera su poder y hace añicos todo a su paso.
No es la primera vez que hablamos de la coctelera o licuadora hollywoodiana donde se mezclan varios elementos y sale una película distinta a las anteriores porque termina por sumar un poco de cada cosa.
A ver, vamos a entendernos, la película no es mala, pero la promoción realizada en la previa generó demasiada expectativa y parecía que se trataba de una película que revolucionaría todo, algo así como ocurrió cuando se estrenó «La Guerra de las Galaxias» (1977), «Superman» (1978) o «Matrix» (1999), donde los efectos especiales tuvieron un protagonismo fuera de lo común pero que sin embargo se sometieron a la historia y no al revés, como suele suceder en estos tiempos.
En este caso, la película tiene muy buenos efectos especiales que intentan estar a la orden del guión aunque se notan algunos momentos donde pareciera que los efectos especiales cobrasen vida y terminasen apoderándose de la historia.
La historia. Se trata de tres jóvenes, dos que son amigos y un tercero que descubre un extraño hoyo en el medio del campo del que sale un zumbido y luces extrañas, y contra todo sentido común, se meten a esa extraña caverna donde terminan por encontrarse con algo que al tocarlo…
La cuestión es que al día siguiente, o al menos a la siguiente grabación -porque recordemos que todo tendría un formato de documental pues la historia se cuenta a través de la cámara de uno de los protagonistas que se decidió a hacer de su vida una especie de reality aunque en verdad nadie vea luego qué graba, a diferencia de una chica que aparece en medio de la historia que también graba con su cámara de video pero para subir luego sus videos a internet, ofreciendo brevemente otro ángulo de la historia. Esto nos recordó al recurso literario utilizado por Bram Stoker en su «Drácula» (1897).
¿Qué puede pasar cuando un chico se encuentra de golpe con poderes que le permiten hacer lo que desee? Jugar con ellos, hacer travesuras, eso se ve en un tramo de la corta película. ¿Pero si a uno de los chicos, un tanto trastornado por dramas varios, se le suman poderes? Bueno, es ahí cuando la historia tuerce a su lado más dramático.
En el final quedan las puertas abiertas para una continuación, pues quedan algunos secretos por revelar, como por ejemplo, ¿qué sustancia se encontraba en la cueva que les dio poderes a los chicos y que luego «alguien» hizo desaparecer? Pero cuando nos enteramos que esta película apenas costó 12 millones y al cabo de las primeras semanas de exhibición en el mundo se llevaba recaudado poco más de 40 millones de dólares, bueno, la ecuación no es fácil, habrá segunda parte. No está mal, se deja ver.