Tema interesante se planteaba ayer entre dos personas que conversaban en una esquina, mientras miraban a un repartidor de productos panificados que llevaba la mercadería en un canasto, en la parte posterior de la moto, pero sin nada que la cubriera, es decir al aire libre: «¿Alguien controla la higiene en esto?», decía una de las personas, y razonaba: «esos panes van expuestos al polvo, a la tierra, a los microbios…».
A veces cuesta «denunciar» determinadas situaciones, principalmente cuando puede estar en juego la fuente de ingresos de alguien, de una familia quizás. Pero también es cierto que todos deberíamos preocuparnos por cumplir lo mejor posible con cada tarea, más cuando se trata de cuidar la salud.
A raíz de la nota publicada ayer sobre un basural en la zona de calle Artigas y Reyles, fueron al menos tres las personas que se comunicaron para comentar casos similares en diferentes zonas de la ciudad. Pero hay que aclarar: todas reconocen que por más buen servicio de recolección que se cumpla, son los mismos vecinos los que una y otra vez arrojan todo tipo de residuos, hasta formar esos basurales.
La capacidad de asombro no tiene límites, se dice. Una pareja iba en moto y la mujer -acompañante- llevaba el brazo extendido hacia adelante, celular en mano, para que su compañero fuera leyendo en la pantalla al mismo tiempo que manejaba. Qué peligro.








