(Segunda parte).
Hace algunas semanas dabamos cuenta de los relatos y testimonios de personas que acudieron a la gruta del Padre Pío en estancia La Aurora buscando la sanación en ciertos casos muy complicados para la medicina.

La gruta, a 13 kilómetros de la ciudad de Salto, es lugar de peregrinación por parte de miles de personas mensualmente.
La vida del Padre Pío se vió ligada siempre a los enfermos. Después de haber sido ordenado sacerdote en agosto de 1910 en la Catedral de Benevento (Provincia de Foggia, en la región de Campania, en el centro sur de Italia) volvió a Pietrelcina donde estuvo con su familia viviendo hasta el año 1916, y es justamente en esos años entre 1910 y 1916 cuando dijo haber recibido los estigmas. En el año 1917 al 1918 sirve junto al cuerpo de médicos en la primera guerra mundial. El fraile capuchino estuvo en las campañas dónde curaban a los heridos en los combates durante este enfrentamiento bélico en el primer mundo.
El padre Pio permaneció en San Giovanni de Rotondo, desde el año 1916 hasta 1968 (año en el que falleció), vivió siempre en ese lugar, hoy visitado por millones de personas que llegan de distintas partes del mundo para conocer y permanecer junto a sus reliquias.
Salteños en San Giovanni
Salto no se queda atrás en las visitas a San Giovanni de Rotondo; son muchos los salteños que movidos por la fé y alguna que otra promesa han llegado hasta donde vivió gran parte de su vida San Pío de Pietrelcina.
Sus estigmas con perfume a rosas fueron motivo de investigación y de devoción por aquellos que estuvieron en las misas del P. Pío, personas que iban en busqueda de la sanación y hasta hoy lo siguen visitando con ese propósito en sus reliquias.
Bilocaciones
Por otra parte días antes de su fallecimiento se vió al Padre Pío en distintos lugares. No solamente fuera de su habitación donde permanecía en agonía. Por ejemplo un sacerdote capuchino lo vió en las afueras de San Giovanni de Rotondo de rodillas y rezando cuando el P. Pío permanecía en su cama sin salir hacía ya varios meses. Son varios los relatos de las bilocaciones en distintos puntos a la misma vez.
Más testimonios
La pasada semana publicamos dos relatos de personas que acudieron en ayuda para sanar a sus familiares.
En este caso nos encontramos con una historia donde también fueron en búsqueda del acogimiento del sacerdote en procura del milagro.
Esther (68 años).
“Fuimos hace unos días toda mi familia a la gruta, porque hace muchos años el Padre Pío ‘entró en nuestra casa’. Vivimos una situación muy complicada y difícil en nuestras vidas; estábamos atravesando la peor crisis económica (año 2002). En agosto de ese año mi hijo sufre un terrible accidente; es atropellado por un auto cuando volvía de su trabajo. En ese momento el casco no era obligatorio y el no llevaba ninguna protección. Del sanatorio aquí en Salto nos fuimos urgente a Montevideo, el golpe en la cabeza fue tan grande que llegó a fracturar el cráneo. Fue el viaje más largo de mi vida con mi hijo en la ambulancia, las horas no pasaban más, la angustia que llevaba no me permitía reaccionar y estaba en shock. La única que viajó fui yo. Los demás quedaron aquí en Salto por razones netamente económicas. Mi esposo no tenía trabajo y nos alimentabamos de una olla popular que había en mi barrio (Umpierre).
Mi hermana que vivía en Montevideo me llevaba comida solamente a mediodía y después era el mate mi alimento, había días que no podían llevarme el almuerzo, por ende no me alimentaba.
Permanecimos durante 55 días en Montevideo. Mi hijo estuvo en coma durante 45 días.
Tras varias operaciones resistió y nuestros aliados fueron los médicos y la fé en el Padre Pío.
Durante ese tiempo que él estuvo allí, mis hijos iban todos los días hasta una hermita del padre Pío que estaba en el barrio. Todos los días iban a rezarle. Nos hablamos por teléfono (celulares habían muy pocos en ese momento), si bien sabíamos de la existencia del Padre Pío no estábamos acostumbrados a rezarle. Yo seguí lo que mis hijos y esposo hacían en Salto, me uní a ellos. Nuestra situación era desesperante, no teníamos recursos en Salto y yo estaba sin comer ni dormir en Montevideo, pero una mañana nos olvidamos de todo eso; yo miraba por la ventana hacia los techos, era el único paisaje que tenía. Por miedo a perderme no salía ni a la puerta del sanatorio. Esa mañana mi hijo despertó del coma, no lo podíamos creer, me miró y se sonrió, se le llenaron los ojos de lágrimas. Cuando pasaron unos días de sus despertar, hablando me preguntó quién era el hombre vestido de túnica larga que estaba junto a él en la habitación, apenas podía hablar y me contó que por las noches venía a visitarlo, lo miraba y se sonreía, hasta que se iba por la puerta. Yo no podía parar de llorar y mi familia apenas se enteró aquí en Salto de inmediato supieron y nos dimos cuenta que era el Padre Pío quien estuvo junto a él en ese tiempo inconsciente.
Hoy es papá de 3 niños, uno de ellos lleva el nombre de Juan Pío.”