Es preocupante lo que relatan los hinchas de Peñarol sobre su experiencia en el partido contra Botafogo, desde la violencia de otros aficionados hasta la respuesta policial desmedida. La descripción de haber sido «encerrados en una curva» mientras eran atacados por hinchas del equipo local, y luego de haber soportado un trato hostil y violento dentro del estadio, evidencia un panorama de vulnerabilidad total para los hinchas visitantes.
El caos se extendió incluso al final del partido, cuando, en lugar de permitir una salida organizada, las autoridades los retuvieron durante varias horas sin acceso a servicios básicos, como los baños, y recurrieron a gas pimienta y palos para controlarlos. Esto afectó no solo la dignidad de los hinchas, sino también su integridad física, al punto de que un aficionado sufrió un infarto. La falta de consideración para diferenciar a los aficionados según la compañía de los autobuses de excursión o de los detenidos solo intensificó la sensación de caos e inseguridad.
La actitud provocadora del alcanzapelotas, quien faltó al respeto a los hinchas visitantes, revela un ambiente de hostilidad generalizada dentro del estadio. La experiencia fue difícil desde la llegada hasta la salida, marcada por maltratos que no solo afectaron el derecho de los hinchas a disfrutar del partido, sino también su seguridad y bienestar.
