Ayer jueves, el fútbol salteño se tiñó de tristeza con la partida de Walter «Chamaco» Benítez, quien dejó una huella profunda en cada cancha que pisó. Su legado está marcado por la magia del juego, esa gambeta que tanto disfrutó y que, con melancolía, decía que se había perdido con los años.
La historia del «Chamaco» está entrelazada con equipos como Progreso, donde compartió delantera con Wilson Núñez y Luis Dornelles, una época gloriosa bajo la dirección de Pedro Forti. Más tarde, Ramón Rivas lo sumaría a Ferro Carril, donde continuaría deslumbrando. También pasó por Albion, no solo como jugador sino como técnico de juveniles, mostrando siempre su pasión inquebrantable por el fútbol.
Fútbol y pasión, siempre en él
A pesar de los embates de la enfermedad, «Chamaco» nunca dejó de vivir el fútbol. Ya fuera desde la cancha, los bancos técnicos, la televisión o la radio, el deporte siempre formó parte de su esencia. Lo jugó, lo enseñó y lo disfrutó en todas sus etapas, con la certeza de que la pelota era su mejor compañía.
En sus propias palabras, la gambeta representaba algo más que una habilidad; era una forma de expresión que parecía desvanecerse con los años: «Se fue perdiendo el sabor de la gambeta». Sin embargo, su recuerdo la mantiene viva, como un mandamiento para futuras generaciones: jugar con alegría, imaginación y corazón.
Un legado eterno
El «Chamaco» deja una marca indeleble, tanto en el fútbol senior como en los clubes donde militó, así como en aquellos que tuvieron el privilegio de aprender de él en Albion. Su partida nos convoca al dolor, pero también a la certeza de que su esencia se prolonga en cada balón que rueda y en cada fantasía que el fútbol aún promete.
«Pa’ jugar nomás.» Un lema que sintetiza su filosofía, un legado que inspira y que siempre encontrará continuidad en cada rincón del campo.
