La Justicia reveló detalles del secuestro del empresario en Montevideo,

    35
    Enlace para compartir: https://elpueblodigital.uy/ne7s

    El 18 de marzo pasado, Ignacio Rospide, de 77 años de edad, ex corredor de Bolsa y ex presidente de la Bolsa de Valores de Montevideo, llegó hasta las inmediaciones del Club Armonía (ubicado frente a las canteras del Parque Rodó), tal como lo hacía habitualmente, en su camioneta, para reunirse con un grupo de amigos y cenar como lo hacía todos los jueves.
    Tras estacionar su vehículo, y cuando desciende de la misma, (siendo en un lugar muy oscuro) un hombre se le acerca y le dice; «gaucho Rospide, vení que hay un jugador de fútbol que se va para México y te quiere saludar», y la situación no llama su atención, ya que tiene varias personas conocidas del ambiente futbolístico.
    El sujeto se ubica detrás y se dirigen hacia un automóvil, relativamente viejo, de color blanco, de cuatro puertas, que se encontraba estacionado a una distancia  cercana al suyo, habiendo dos hombres al lado del mismo. En ese momento nota algo raro y cuando se da vuelta y le dice al hombre «qué pasa», éste le da un golpe de puño en su nariz y uno de los otros dos hombres le da un golpe de puño en la cabeza. Le quitan los lentes, la cadena que llevaba puesta y el dinero que tenía y lo meten en la parte de atrás del auto, le colocan una camiseta para taparle la cara, lo tiran al piso y se retiran.
    La víctima agrega que el espacio en el auto era reducido, iban dos adelante y otro atrás, los tres hombres eran más altos que la víctima, actuaron a cara descubierta, no pudiendo precisar la descripción física de los mismos, excepto que eran fornidos.
    LOGRO VER ALGO
    En el trayecto, Rospide se levanta la camiseta y vio que pasan por el Banco Itaú, y un supermercado hasta que llegan al peaje. El auto tenía el caño de escape libre e iban a una velocidad muy alta. Llegaron al destino, demorando entre una hora y media o dos (desde la salida del Parque Rodó). Cuando baja constata que hay pedregullo, y cuando camina ve algo de luz, lo ingresan al lugar (del mismo nivel) y le quitan la remera; en el interior había una cama de madera de una plaza con un colchón, una kichenette con dos placares, una lámpara tipo plafón, un baño con todos los artefactos y con la cisterna que no funcionaba. Era un ambiente precario.
    Cuando se encontraba acostado  en la cama, sin estar atado o maniatado, podía  oír el murmullo de personas que hablaban detrás de una cortina que había en la propia habitación, pero no escuchaba lo que decían. Un hombre a través de la cortina (siempre sin poder verlos) le pide el teléfono de su hijo y su nombre.
    Al rato un  sujeto le pregunta cómo se siente y si quería algo. Le entregan un celular con tapita y pequeño y le pasan con su hijo, le pregunta por la familia y su hijo le contesta que bien, quitándole el celular. Más tarde le traen una bandeja de sandwiches y luego de pasar 20 minutos aproximadamente lo ponen al teléfono con su hijo, y un hombre le dice «Tu hijo está muy duro», contestándole que si su hijo le decía eso más no le podía dar y que en todo negocio había que tener un término medio.
    Así pasó las primeras horas de su secuestro Ignacio Rospide, quien fue el protagonista de uno de los hechos delictivos que las autoridades temen y trabajan por todos los medios para que el mismo no se instale en Uruguay. El drama fue relatado paso a paso ante el Juez penal Daniel Tapié, por parte del empresario. A continuación una síntesis del relato basado en las actas a las que accedió EL PUEBLO.
    «VOS SOS EL TESTAFERRO DE LOS PEIRANO»
    Después de recibir la primer llamada, el presunto «Jefe» le dice que el Grupo Rospide tiene 200 millones de dólares, y acusándolo con un dedo le increpó: «vos sos el testaferro de los Peirano» y también le dijo que en un libro sale que «vos hablaste con Paco Casal», y que esos datos se los había dado un «Informante» que afirmaba que Paco (Casal) era su socio.
    Más tarde, la víctima expresa que había un silencio sepulcral en la habitación oscura y al pensar que tal vez se habría planteado algún problema en el cobro del rescate y que lo iban a matar, sale de la habitación (en donde se encontraba), se dirige hacia una puerta y pregunta si había alguien allí, contestándole una voz masculina que «qué le pasaba», respondiéndole que quería agua. Pasa un tiempo y el jefe o cabeza le dice que lo iban a dejar hasta el domingo, contestándole Ignacio Rospide que no aguantaba más y que no podía tomar la medicación.
    Luego, el jefe dice que le iba a hacer un churrasco y arroz, habiendo transcurrido unas 24 horas de la privación de su libertad. Al rato viene otro y le dice al secuestrado que lo iban a liberar. Le ponen la camiseta y lo sacan, pasan por el mismo lugar que cuando llegó, encienden el auto, lo hacen ir tirado encima del asiento, y le dicen textualmente «mira que no cobramos nada», «perdimos, pero yo con ese informante voy a tener que arreglar cuentas».
    Pasan por el peaje, el cobrador no lo ve y cuando llegan a Montevideo, el auto para mirando hacia el este, lo dejan en la Rambla del puerto del Buceo, frente al Edificio Panamericano. Lo bajan por la puerta trasera del lado del chofer, con la cara tapada y lo cruzan hacia la vereda del citado edificio, el  hombre le saca la camiseta de la cabeza y le dice que camine despacio, siendo la hora 23:45 o la hora 0:00 aproximadamente.
    LA RECONSTRUCCIÓN
    DEL HECHO
    El día 23 de marzo en la reconstrucción del hecho, la víctima agregó que en el cuarto donde estuvo estaba el diario de San José, lo que condujo a los investigadores hasta ahí. Según el forense, Rospide, fue agredido con un puñetazo en el rostro y que además sufrió golpes al entrar al auto en forma brusca. Aunque un día después de su liberación era visible la lesión que Ignacio Rospide padecía en la nariz y estando en audiencia se abrió la camisa y se veía un hematoma en el torso.
    El hijo de la víctima relató cómo vivieron los momentos bajo la extorsión de los delincuentes. A la medianoche del 19 de marzo, su esposa recibe una llamada, donde le preguntan si allí era la casa del «Gaucho Rospide». Le relatan que tienen a su padre y que debería reunir dinero para obtener su liberación. Agregan que la camioneta de su padre estaba estacionada en el club Armonía y que al día siguiente volverían a llamarlo. Llamó a su cuñado y a su abogado narrándoles lo sucedido y confirmando que su padre no había ido al club Armonía y que la camioneta se encontraba estacionada en ese lugar, es enterada la policía de lo sucedido, quedándose en su casa dos policías.
    UBICAN LAS LLAMADAS
    La policía determinó que las llamadas que habían recibido procedían de la zona de Playa Pascual y Rincón de la Bolsa. Posteriormente recibió una tercera llamada diciéndole que debía reunir la suma de «dos palos» sin especificar la moneda.
    Rospide llamó a la mañana siguiente a la casa, atiende su hijo, pregunta por su esposa y corta. Al rato vuelve a llamar la misma voz masculina, y éste agrega que reuniría el dinero. Pero que no podía reunir la suma pedida por los malvivientes y estos le dicen: «dale que vos podes, los agarras de los cambios y de la matriz», luego le dijeron , te vamos a dar un lugar en donde vas a tener que llevar el dinero, siendo una voz «acanariada»; posteriormente el hijo de Rospide tuvo otra llamada esta vez de otro hombre, con tono mucho más firme y que metía miedo, y le dijo «en  25 minutos en el peaje de ruta uno», siendo esto en horas de la tarde del 19 de marzo.
    Luego recibió un mensaje de texto y les contestó que tenia una parte del dinero, recibiendo otro mensaje que decía «andá a la c… de tu madre y comprá  flores». Rato después lo llama su padre a su celular y le dice «trata de arreglar, no aguanto más», y mientras iba en su vehículo con la policía por la Ruta 1, llevando la suma de U$S 100.000 (cien mil dólares) en una valija, les envía un mensaje «ya salí, decime a donde voy tengo la plata arriba», le envió otro «estoy cerca, la tengo arriba, terminemos ya», no recibiendo más contacto con los secuestradores.
    Luego de estar cerca de tres horas en la zona del peaje, próximo a la medianoche del sábado 20 de marzo, el hijo de Rospide recibe una llamada de su hermana y le informa  que su padre había llegado sólo a su casa. Concurren a la ciudad de San José y se dirigen a una panadería buscando al propietario de un teléfono cuyo número pudieron captar y son atendidos por la empleada, quien les dice que desconoce el paradero de su patrón. Cuando se retiran al estar intervenido el teléfono celular, los técnicos les informan que la mujer le decía al dueño que la policía lo estaba buscando, contestando el hombre que no le dijera donde estaba.
    La policía detiene a la mujer, ésta les dice donde está y logran detenerlo. Se logra establecer que el detenido de 42 años de edad, docente, analista de sistemas y comerciante (panadero), cuando es llamado a declarar por primera vez ante el Juez, con lágrimas en sus ojos expresó que gracias a él no mataron a Rospide y que lo trajo a Montevideo para liberarlo. Que en la policía le ofrecieron «protección» y que si hablaba con el juez y la fiscal «no iría preso».
    CAMBIO DE ACTITUD
    Advertido de que el hecho no sería así, por parte del juzgado, el indagado cambió radicalmente su actitud previa y expresó que la información que poseía la entregó al Comisario, no teniendo más nada para declarar. Cuando se le preguntó, lo que había afirmado antes frente al juez, el mismo  respondió «No dije nada», en tono de burla a los presentes. Convocado a declarar el Director de Delitos Complejos, expresó que el detenido estaba muy nervioso y solicitó hablar con él, le pidió un vaso de agua, y le dijo que quería decir toda la verdad, pero que tenía miedo y no quería decir el nombre de quienes eran.
    Uno de los indagados, que era el que organizaba las comidas en el Club Armonía, de 42 años de edad, admite que llamó por teléfono a uno de los secuestradores, cuando la policía lo buscaba sin saber de quien se trataba y que lo veía raro y triste, aduciendo que incluso desapareció como 5 días de la panadería.
    El propietario del automóvil declaró que le alquiló su automóvil, marca Fiat Uno, de cuatro puertas, de color blanco a uno de los secuestradores y que lo había hecho varias veces durante el mes de marzo.
    Una vez detenido, el otro secuestrador, como consecuencia de las manifestaciones de su cómplice, se logra incautar el celular del mismo y luego de proceder al chequeo en la base de datos de llamadas y mensajes de texto del detenido, se buscó si el número aparecía en la  citada base y se pudo constatar que el 18 de marzo, a la hora 22:44 (dos horas después de ejecutado el secuestro de Rospide en el club Armonía) le habían enviado un mensaje de texto.
    A partir de ese mensaje y durante todo el día siguiente hay un nutrido intercambio de mensajes de texto entre ambos secuestradores. El día 29 de marzo, minutos antes de ser detenido por la policía, le remite otro mensaje expresando: «Todo bien», aduciendo que el plan estaba en marcha.
    Luego declaró la víctima Ignacio Rospide, quien expresó que concurrió con la policía al departamento de San José y apenas ingresó y pasó por una puerta, ya pudo verificar con exactitud en el lugar que estuvo privado de su libertad, expresando las modificaciones que habían en el lugar, y reiterando todos los detalles y objetos vistos.
    Luego fue indagada una tercera persona, de 42 años de edad, de profesión administrador de propiedades, que dijo que conoce a Rospide desde hace 4 o 5 años cuando él se vincula al club Armonía y que tiene cierta amistad con éste.
    Que conoce también al otro detenido, a la postre secuestrador, desde hace 14 o 15 años, y que tiene una relación comercial con el mismo en la ciudad de San José, ya que es su inquilino y hay una cierta amistad, aunque no salen juntos.
    Cuando se le pregunta qué ingerencia tiene en el secuestro, responde textualmente «mi primer respuesta es que no, pero si bajo la pelota la piso, yo pensándolo solo o hablando con un amigo, se me ocurre que el único que puede haberle llevado información (al secuestrador) que supongo es indirecta, soy yo, por lo poco que conozco del entorno (del secuestrador) y lo poquito que conozco de Rospide, creo que son dos grupos que no se juntan y el único nexo soy yo».
    Expresa que el día 18 de marzo fue él, quien organizó la comida en el club Armonía, negando ser el ideólogo del secuestro. Pero el indagado que resultó culpable y que antes había callado por no salir limpio de este asunto, vuelve a declarar el 30 de marzo junto a sus nuevos defensores y lanza la hipótesis de un delito simulado de secuestro, en el que estarían concertados los indagados, dos personas más y el propio Rospide.
    Brinda un relato incomprensible del plan que culminaría con el reparto del dinero, donde la hoy víctima se llevaría el 50% de lo obtenido. Señala que en el momento en que el hecho toma estado público comenzaron a evaluar las posibilidades de acción y decidieron entre todos que Rospide daría la versión del secuestro y detalles del mismo.
    Tras esto, el otro sujeto inculpado, es llamado por segunda vez a declarar. Allí  se queda en silencio por bastante tiempo y comienza expresando que la amistad es algo muy fuerte y que Rospide «me minimizaba, no se sentaba al lado mío y no hablaba conmigo, hubo un incumplimiento y un manoseo muy grande apoyados en un, no se si asunto legal o qué, pero nos cambiaron las reglas de juego. Hoy parece que un secuestro, después que Rospide es un ángel, no creo que venga así la mano, no sé si más allá nuestro, me puedo llamar a silencio. Nos hablaron como caballeros y no dieron la palabra de caballeros». Cuando le pregunta el juez si planearon el secuestro simulado, el detenido, a la postre procesado, no responde y no contesta.
    Luego expresó que tenían un acuerdo económico que no se cumplió, que intervenían en él, el propio Rospide, los detenidos y dos personas más. Aunque nada de esto fue comprobado.
    Se le dijo que intentara colaborar, éste se puso a llorar y le dijo que el dueño de las propiedades que el declarante alquila fue quien planificó el secuestro. Agrega que el grupo contaba con otro integrante fugado de la cárcel que él no conocía. El coche era un Fiat Uno de color blanco que le pidió a un verdulero. Tras varias declaraciones y careos, el juez penal de 5º Turno de Montevideo, Daniel Tapié, resolvió decretar el enjuiciamiento y prisión de  H. N. B. y de M. C. R, imputados de un delito de «Secuestro» en calidad de autor y coautor respectivamente.

    Enlace para compartir: https://elpueblodigital.uy/ne7s