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Informe: Hablemos de alimentos

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Inocuidad de los alimentos, un asunto de todos

¿Qué deberíamos comer?

Celiacos, el precio de los alimentos un problema no menor

El 7 de junio de cada año se conmemora el Día Mundial de la Inocuidad de los Alimentos. La inocuidad de los alimentos posee un rol central en la reducción de las enfermedades transmitidas por los alimentos, siendo de esta manera, un componente crucial de la seguridad alimentaria y contribuyendo a asegurar el suministro de alimentos seguros a la población.

Liliana Castro Automóviles

Este 7 de junio, el mundo conmemora por sexta vez consecutiva el Día Mundial de la Inocuidad de los Alimentos. La inocuidad de los alimentos salva vidas. La inocuidad de los alimentos posee un rol central en la reducción de las enfermedades transmitidas por los alimentos, siendo de esta manera, un componente crucial de la seguridad alimentaria y contribuyendo a asegurar el suministro de alimentos seguros a la población.

En este sentido, cada año 600 millones de personas enferman debido a alrededor de 200 tipos diferentes de enfermedades de transmisión alimentaria. La carga de las enfermedades transmitidas por los alimentos recae muy especialmente en las personas pobres y los jóvenes, provocando en torno a 420,000 muertes evitables cada año.

Este año, el tema elegido para la conmemoración es: “Inocuidad de los alimentos: preparémonos para lo imprevisto”. La Inocuidad de los Alimentos es una responsabilidad colectiva en la que todos deben desempeñar su papel, desde los productores hasta los consumidores. Solo así podemos estar seguros de que los alimentos que llegan al plato serán inocuos.

Sin embargo, se dan situaciones excepcionales en las que, aunque todos hayamos cumplido nuestra parte, suceden imprevistos que comprometen la inocuidad de los alimentos. Los incidentes relacionados con la inocuidad de los alimentos pueden abarcar desde sucesos menores hasta grandes crisis internacionales, ya se trate de un corte eléctrico en casa, una intoxicación alimentaria en un restaurante local, una retirada voluntaria de productos contaminados por parte de un fabricante, un brote generado por productos importados o un desastre natural.

Los peligros para la inocuidad alimentaria no conocen fronteras. Por lo tanto, y dada la creciente interconexión del suministro mundial alimentario, los riesgos que plantean los alimentos insalubres pueden escalar rápidamente de un problema local a una emergencia de alcance internacional.

En nuestro país, el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca cumple un rol fundamental en la inocuidad de los alimentos tanto en la producción primaria, como en la industrialización de las principales cadenas de producción. Posee, además, la función de ser el responsable de garantizar la inocuidad (entre otros aspectos), frente a las Autoridades Sanitarias de los países con los que Uruguay comercializa.

Con la creación de la Unidad de Coordinación y Planificación de la Inocuidad Alimentaria en el año 2014 y con la generación del Área de Inocuidad de la DIGEBIA al año siguiente, el MGAP ha puesto el énfasis en adoptar una visión de cadena, basada en ciencia y en el riesgo para priorizar sus acciones en forma preventiva, adelantándose a las situaciones que pudieran representar un riesgo para los consumidores y para el comercio internacional de los principales alimentos de exportación.


Elvira Rolla narra sobre los principales problemas que deben enfrentar las personas celíacas

Entre las diversas afecciones vinculadas al consumo de alimentos, está la Celiaquía, que sin dudas genera muchísimos problemas en gran parte de la población. Sucede que, si bien en los últimos tiempos se ha avanzado, estamos muy lejos aún de que esta parte de la población (los celíacos) tengan al menos similares posibilidades respecto al resto, al momento de adquirir productos para alimentarse.


No es fácil encontrar alimentos preparados de tal manera que no les afecte, pero además, cuando los encuentran, también se encuentran con que tienen precios muy elevados: resulta carísimo afrontar el día a día.
Elvira Rolla es una de estas personas que cada día se enfrenta al desafío de elegir los alimentos que puede ingerir porque, como fue dicho, no es fácil hallarlos ni afrontar sus costos. De eso conversó amablemente con EL PUEBLO para este informe.
Digamos antes, que estamos hablando de una enfermedad que daña al revestimiento del intestino delgado, y que este daño proviene de una reacción a la ingestión de gluten (sustancia que se encuentra en el trigo, la cebada, el centeno y posiblemente la avena) así como en alimentos elaborados con estos ingredientes.

“El tema principal es el de los precios. También el tema de los lugares, que no en todos lados hay…”

Consultada Elvira sobre cuáles son las principales dificultades que tiene diariamente, explica:
“El tema principal es el de los precios. También está el tema de los lugares, que no en todos lados hay (productos para celíacos), y además si vas a comer a algún lugar con tu familia o amigos, te encontrás que no en todos los lugares tienen ya sea pizzas o lo que sea como cena
apta para celíacos. En la mayoría de los lugares no hay”.
En este sentido, dijo, lo más complicado es para aquellos celíacos “como hay muchos, que tiene un problema muy severo en cuanto a su intolerancia al gluten”.
Al hablar sobre el costo de los productos, dijo: “el precio es un problema, sobre todo al que menos tiene, le resulta muy complicado acceder. Además es difícil encontrar variedad, no es como en Concordia por ejemplo, que hay otra variedad, hay infinidad de cosas para elegir.
Por otro lado, una cosa que yo no entiendo es que haya tanta variación de precios, no entiendo si es el mismo producto, ¿por qué varía tanto de un lugar a otro? Y no entiendo tampoco por qué es tan caro, porque si bien la materia prima es cara, si se hace cierta
cantidad de cosas, creo que no tendría que ser tan caro”. A esto último, Elvira lo afirma con propiedad, ya que parte de su trabajo es precisamente la elaboración de alimentos.
Se lamenta mucho cuando dice que en este contexto, “creo que se abusa también…A veces hay gente que quiere “hacerse la zafra” con el problema de salud que tenemos algunos”.
Entre otras cosas, narra la entrevistada que toda la vida tuvo anemia y no sabía por qué, hasta que se le diagnosticó esta enfermedad.

En definitiva, dice que “para nosotros hacer una dieta es algo muy costoso, y resulta muy complicado a la hora de comer en otro lado, hay que llevarse lo que uno va a comer, o no comer”.


ALGUNOS PRECIOS
Este diálogo fue una buena ocasión para preguntarle puntualmente por algunos precios, de modo de tener una idea más clara de lo que hablamos. Entonces respondió: “Por ejemplo el pan para celíacos cuesta unos 200 pesos, pero en algunos lugares está a 125 pesos, y en otros el mismo pan vale 250 pesos. puedo decirte también que dos empanadas prontas, te cuestan 280 pesos, es carísimo. Un pan tortuga, 60 pesos. Galletitas al agua hay de más de 300 pesos el paquete, a mí me pasa que a veces tengo y a veces no. Además, hacer, o sea elaborar no es fácil, porque hay que tener mucho cuidado no solo con los ingredientes sino también con los útiles, con las cosas que se utilizan, que no pueden contaminarse…”..
Interesante también resulta cuando cuenta Elvira que “es abismal la diferencia de precios con Concordia. Por ejemplo se hizo la otra vez la Semana del Celíaco, y había cosas a mitad de precio, más la diferencia que ya teníamos, eran precios irrisorios”.


“Inocuidad vs. Salud: Sea tu comida, tu medicina”, dice Débora Sotelo


La conocida profesional Débora Sotelo, especialista en Salud Integrativa Nutrición, Psiconeuroinmunoendocrinología y Diabetología, también fue partícipe de este informe y a ella pertenecen las palabras que siguen a continuación:
“Uno de los mayores problemas relacionados al estado de salud es el logro de comportamientos de vida, donde la alimentación que contribuya, sea lo cotidiano. Es sabido que el padre de la Medicina, Hipócrates, 400 a.C. expresó: “sean tus alimentos tu medicina y tu medicina, tus alimentos”. Sin embargo, a pesar de que el autoconcepto del ser humano es de “inteligencia superior”, aún no ha podido comprender que la humanidad logrará vivir en salud, cuando realmente se dé cuenta de que, tal como lo describió Ludwig Feuerbach, en el año 1850, en su obra llamada Enseñanza de la alimentación, “si se quiere mejorar al pueblo, en vez de discursos contra los pecados denle mejores alimentos.

“El hombre es lo que come”.
De dicha frase se acuñó la posterior expresión ‘somos lo que comemos’. ¿De qué estamos hechos, sino de las sustancias que adquirimos cuando nos alimentamos?
Lo que somos -células, tejidos, órganos y sistemas- se constituyen de las proteínas, glúcidos, lípidos, vitaminas y minerales que incorporamos.


Ya nos hemos familiarizado con los términos “comida saludable”, “inocua”, “segura”, empero, ¿tenemos claro el verdadero significado de los mismos?


Inocuidad significa: ‘que no hace daño’; enfocándose exclusivamente a su aspecto microbiológico e higiénico, a fin de evitar contaminación que ocasione enfermedades transmitidas por alimentos (ETA).
En cambio, si somos conscientes del concepto de daño, también podremos darnos cuenta de que no solamente se trata de cuidar la cualidad bromatológica y microbiológica, sino de todos los componentes que contienen los alimentos que ingresan a nuestro organismo.
Entendiendo dicha incoherencia en la nomenclatura, un alimento puede contar con la cualidad de inocuo, sin embargo, ser potencialmente mortal para su consumidor.
La incoherencia humana ha llegado al punto de que, a pesar de que la evolución y conocimiento científico-tecnológico permite saber íntimamente cómo es la fisiopatología de todas las enfermedades que padece, aún no ha sido lo suficientemente eficaz para gobernar el
mayor factor que lo está aniquilando, su alimento.
Son escasos los profesionales, quienes, frente a cuadros respiratorios, de la piel, lupus, depresión, diabetes o tumores en el paciente, se enfocan en la permeabilidad intestinal que ha generado el consumo de alimentos ultraprocesados, lo cual conduce a una activación de
células de defensa e inflamación metabólica, base de dichas enfermedades.
Por lo cual, como resultado tenemos por un lado a las sustancias alimentarias que paulatinamente van programando la enfermedad y, por otro lado “los remedios”, sustancias artificiales que se indican para intentar revertir la acción de las primeras.
¿No será momento de que las personas se responsabilicen de su propia salud y permanezcan ejecutando acciones que les permitan vivir en dicho estado (salud)?
Un alimento inocuo y saludable, es aquel que aporta las sustancias que nuestro organismo necesita. Esta “necesidad” o requerimiento, aunque puedan efectuarse recomendaciones generales a la población, es diferente de una persona a otra, dependiendo de sus hábitos,
condición fisiológica, edad, actividades a las que se dedica, ambiente (temperatura), presencia de alteraciones clínicas, entre otras condicionantes. Por lo tanto, el alimento debe ser acorde al requerimiento individual.
Aunque se ha avanzado en la legislación, con la creación de la ley 19.140, orientada al fomento enfático de la práctica de actividad física, al monitoreo de la aplicación del código internacional de comercialización de las fórmulas lácteas industrializadas, a la promoción de la lactancia materna, a la guía para la comercialización de alimentos y al etiquetado frontal; estas intervenciones no han contribuido a disminuir la incidencia y prevalencia de las enfermedades vinculadas a la inadecuada alimentación.


El mayor veneno…
Lo que declaran las etiquetas negras, no son el verdadero problema del alimento. Los mayores daños, son ocasionados por las sustancias permitidas por los organismos de salud de los países, registradas en el Codex Alimentarius; las cuales son agregadas y declaradas
impunemente, dentro de los ingredientes. Pero claro, con letra chica, de modo que al consumidor se le dificulte detectar su presencia. Estos aditivos, son declarados en términos de códigos numéricos combinados con letras. Por ejemplo, el INS o E 102, una sustancia
altamente tóxica (cancerígena) producida a partir del alquitrán y utilizada en la mayoría de los alimentos de consumo frecuente en la población (principalmente niños).
Tal es nuestra desinformación que elegimos paquetes de alimentos veganos, vegetarianos o light, confiados en que estamos mejorando nuestra alimentación, cuando la mayoría contienen aditivos mejoradores de las cualidades sensoriales para que a usted “le guste” y
continúe consumiéndolo.
La mayor incoherencia es que la OMS – OPS, comunican que, en Uruguay, el consumo de alimentos que contienen este tipo de sustancias, se incrementó de forma acelerada, estimándose un consumo promedio de 150 Kg por persona cada año.


¿En donde están los acusados?
La industria alimentaria ha sido lo que podríamos denominar un gran monstruo indomable.
Sin embargo, debo decirle que ella no hace más, que complacernos. Sí, se encarga de conocer nuestras preferencias y crearlas, artificialmente, para ofrecérnoslas, a fin de que el placer sea quien nos acompañe cada día.
Claro, “estamos apurados; no tenemos tiempo de ir a comprar alimentos frescos. Tampoco tenemos tiempo de planificar y cocinar lo que vamos a comer…. porque hay tantas responsabilidades que debemos cubrir y responder….”
Y el peor argumento: “es más rico”. Y le voy a dar la razón; ¿sabe por qué? Porque las sustancias entre las que se encuentran, INS 621, INS 338, INS 211, INS 570, son responsables de esa expresión -rico-, además de incitar a sus receptores neuronales
cerebrales, a que tenga deseos de seguir comiendo, de manera descontrolada, ese alimento.
Sabiendo que actualmente, por un lado, hay más de 811 millones de personas que se encuentran en inseguridad alimentaria, en disalimentación o desnutrición; y por otro casi 3000 millones presentan obesidad, ¿no será tiempo de cambiar nuestro vínculo con la
comida? Alimentarnos es un acto instintivo, que nace con nosotros, por lo que, con frecuencia, no pensamos en lo estamos haciendo; simplemente “comemos”.

Comencemos a preguntarnos:
¿Soy consciente de la forma en que fue producido mi alimento? ¿Quién lo elaboró? ¿Con qué fue hecho? ¿Cuántos intermediarios/lugares/comercios intervinieron en el proceso hasta llegar a mis manos? Y, sobre todo, quiero preguntarle, con la esperanza de que usted sea
honesto consigo mismo: ¿qué es lo que lo motiva a elegir su comida?
Alimentarse es, mucho más que consumir nutrientes (proteínas, hidratos de carbono, lípidos, vitaminas y minerales). Al momento de la compra, son pocas las personas que eligen lo que requiere su metabolismo basal, su termorregulación y su actividad física. La mayor parte de las personas eligen los alimentos que evocan emociones vinculadas al placer. Comemos emociones. Es momento de tomar medidas al respecto. Estas medidas no dependen de voluntades gubernamentales o empresariales; son responsabilidad pura y exclusivamente de
cada uno de nosotros.
Quiero motivarlo a que podamos redimensionar el genuino valor del alimento natural, inocuo y nutritivo, por ser portador de sustancias que, al tomar contacto con nuestro cuerpo, tienen la capacidad de transformarlo, curarlo, desinflamarlo, regenerarlo y energizarlo. Impactando en la comunicación entre los diferentes sistemas que le permiten vivir (sistema nervioso, inmunológico y endócrino), para alcanzar el estado de equilibrio, biológico, psicológico y social, denominado “Salud”. Es tiempo de pensar en la importancia de su vida y de la
herencia que deja a su descendencia.
Las palabras no sirven, si no se acompañan de la coherencia en la conducta. Reeduquemos nuestras preferencias, escuchando a nuestro cuerpo, para regalarle cada día los preciosos tesoros de la naturaleza que nos ofrecen nada más y nada menos, que la vida.


Sobre alimentación y ollas populares: el trabajo de la UDELAR


Al momento de escribir este informe, EL PUEBLO mantuvo contacto con varios docentes universitarios. Coincidieron en que el tema es muy amplio, ya que el trabajo de la UDELAR en esta temática toca muchísimas áreas: Agronomía, Estudios Sociales y mucho más. “Sería
casi imposible hablar de esto desde todas las disciplinas involucradas”, decían algunos. Pero a través de la docente Ivanna Bollazi (área Agronomía) este diario accedió a un libro (digital) en el que se habla de la experiencia en alimentación que varios países tuvieron durante la
reciente pandemia. “El título del libro virtual es Metodologías participativas en tiempos de crisis: reflexiones epistemológicas y experiencias críticas; y el capítulo al cual postulamos, escribimos y fue incluido en el libro es Solidaridad organizada en tiempos de pandemia: ollas
populares y merenderos de Salto, Uruguay”, comentó Bollazi. Dijo que desde la Universidad se realizó un intenso trabajo (interdisciplinar), que se extendió bastante más allá del 2020.
Aquí algunas líneas del referido artículo:


El impacto de la pandemia en la economía mundial en el año 2020 fue a escala global, se estima que el PIB mundial decreció en 4% respecto al 2019. Uruguay no fue la excepción, según informe anual del Banco Central del Uruguay el PIB decreció 5,9% en 2020, luego de
16 años de crecimiento ininterrumpido. El día 13 de marzo se identificó el primer caso de coronavirus en el país, el gobierno decretó medidas restrictivas que tuvieron un fuerte impacto en la economía. Golpeó fuertemente en los trabajadores desocupados, que en marzo de 2020 era un 10,1% (INE, 2020), quienes vieron alejadas las posibilidades de acceder al mercado de empleo. A su vez, los ocupados al margen del sistema de seguridad social, por ejemplo, trabajadores informales, estacionales, jornaleros, según el Instituto. La Intendencia Departamental de Salto aportaba 5.000, mientras las restantes 19.000 porciones fueron abastecidas a través del esfuerzo por organizaciones sociales e iniciativas vecinales.
De las ollas relevadas, el 40% se ubica en la zona sur de la ciudad y el resto se encontraban distribuidas de forma equitativa en el resto de la ciudad. Esta primacía de presencia de ollas en la zona sur también se presentó en la segunda consulta (encuesta), y continúa hasta diciembre del 2021).
En cuanto a su organización, el 46% estaban organizadas por vecinos y el resto por familiares y compañeros y en menor medida por grupos religiosos y partidos políticos, y algunas por comisiones de barrios y grupos deportivos. Posteriormente esto cambió ya que en septiembre casi la totalidad de ollas y merenderos se identificaron con grupos familiares.

Respecto al lugar de elaboración de estos alimentos: 45 ollas se elaboraban en el mismo lugar y solo dos rotaban. De las ollas encuestadas 36 de las 47 comenzaron en marzo, dos lo hicieron en abril, y nueve ya funcionaban antes de la pandemia. Un número similar fue
hallado en el relevamiento posterior.
En cuanto a la continuidad de las ollas, 18 de ellas planeaban seguir hasta que sea necesario, 8 seguirán más allá de la pandemia y 15 continuarán mientras puedan hacerlo, lo cual está sujeto a disponibilidad de recursos humanos, materiales y económicos. Respecto a la frecuencia 33 de las ollas cocinaban entre una y tres veces por semana y nueve lo hacían seis y siete veces a la semana. En el relevamiento posterior la frecuencia de días de preparación mermó en promedio a dos veces por semana. Las comidas que más se preparaban, surgida en
los dos relevamientos, eran guiso y ensopados.
De las donaciones recibidas 87% correspondían a alimentos; el resto implicaba dinero o bonos de alimentación. Las donaciones fueron realizadas principalmente por empresas, comercios de la zona, vecinos y en algunos casos de productores rurales.
En términos de condiciones físicas en las cuales se realizaban las ollas, casi el 50% cocinaban en espacios abiertos, lo cual es un problema teniendo en cuenta el clima.
Respecto a la limpieza y desinfección de los alimentos, la mayor parte de las ollas, un 72%, realizó la actividad en la casa de alguno de los integrantes del grupo que organiza la olla. Esto permitió centralizar el lavado, pelado y trozado de los alimentos en un lugar, propiciando una
mejor manipulación de los alimentos al momento de la preparación. En cuanto a los productos de limpieza, un 42% utilizó hipoclorito y jabón de cocina.
Al analizar el uso de equipo de protección para quienes participan en la olla, la mayor parte de las organizaciones utilizaron guantes, tapabocas, gorra y delantal. El tapaboca es el elemento de protección más utilizado y el menor es el gorro. La mayor parte de las
organizaciones tenía que comprar los equipos, lo que insume un costo diario para que todos los integrantes de las organizaciones estén vestidos adecuadamente; un porcentaje lo reciben a través de donaciones y algunos van sorteando el día a día entre donaciones y compra del material necesario.
En mayo, dos tercios de las ollas logra abastecer a quienes se acercan, mientras en septiembre este número se reduce a pocas experiencias.


EL SURGIMIENTO Y DESARROLLO DE OLLAS POPULARES Y MERENDEROS DE SALTO EN EL CONTEXTO DE PANDEMIA


En la reconstrucción de la historia desde que se declara la emergencia sanitaria en Salto, en este proceso de acciones que se fueron implementando por la sociedad en su conjunto, es que se plantea realizar una línea de tiempo desde miradas distintas: una desde los actores directos (referentes de ollas y merenderos) y otra desde el grupo que acompaña desde la Udelar.
En esta reconstrucción desde la mirada de los actores directos es que se convoca a los referentes de ollas y merenderos a un taller en el local de la sede de la Universidad en la ciudad de Salto y se registra los siguientes relatos: En marzo de 2020 empezamos Ollas y
Merenderos Sumando Esperanza con 15 niños y 50 comensales de la olla que después se fueron sumando más. Después conocí a la compañera Sara Godoy y Betaña Silva con el merendero ‘Apapachando el alma’…”.


La Intendencia cuenta con varios mecanismos para garantizar el consumo de alimentos y celebra que se esté llegando a una única habilitación nacional

Dr. Juan Pablo Cesio

La Intendencia de Salto además de realizar las habilitaciones para la comercialización de productos, lleva adelante los cursos de manipulación de alimentos.
Realiza inspecciones y censo de los comercios de venta de productos alimenticios, y controles de bromatología.
Según dijo para este informe a EL PUEBLO el Dr. Juan Pablo Cesio Coordinador de la Intendencia, se está llegando a concretar el una única habilitación para la comercialización de productos en diferentes puntos del país.
Cesio comenzó explicando como se llega a la habilitación de los productos.
Para que cualquier producto alimenticio pueda ser vendido en el medio necesita de alguna manera una habilitación de la elaboración y la venta del producto. Hay algunos productos que cumplen todo el ciclo en el departamento, es decir, se elaboran y se empacan y se venden, y
hay otros que obviamente son traídos ya empacados de otros lugares en donde se fabrican.

Cuando los productos se fabrican y se venden en el departamento o en otro departamento, el comerciante tiene que hacer todo un trámite de habilitación del lugar donde se elabora y a su vez el propio producto.
Para esto hay una serie de reglamentaciones que tienen que cumplir, por ejemplo, entre otras que tengan una etiqueta a lo que dicen las reglamentaciones vigentes,que es el Reglamento Bromatológico Nacional y el Reglamento Bromatológico del Mercosur. Ahí están comprendidos todos los productos alimenticios, desde una gomita de mascar hasta un alfajor.
Me estoy refiriendo a todo lo que se produce y se vende empacado.
No me estoy refiriendo, por ejemplo, a la elaboración de algunos alimentos que se hacen en restaurantes, en carritos minigrill, en ese tipo de cosas que también tienen su reglamentación y también tienen que cumplir. Una vez que pasa todo el proceso de habilitación en donde se
realizan las inspecciones pertinentes a los lugares de elaboración y también los lugares de venta tienen que cumplir con una serie de normas y se hace la habilitación del producto y se le otorga un número de habilitación que tiene un tiempo de vigencia. Tras ese tiempo tienen que volver a renovar la habilitación del producto.
Entre otras cosas porque muchas veces van habiendo cambios en la reglamentación que hay que ajustar. Por ejemplo, con el contenido de sodio, para poner un ejemplo, con el determinado contenido conservante, en cantidades, entre otras cosas que hay que ir ajustando. Para eso las empresas que elaboran tienen, entre otras cosas, que presentar una monografía a cargo de un ingeniero que se responsabiliza de ese producto final.
Hay algunas situaciones en donde lo municipal queda un poco de costado, por ejemplo, en todo lo que tiene que ver con las carnicerías, en donde en un momento tenía doble habilitación, tanto por el INAC como por la intendencia y a partir de las últimas reglamentaciones y leyes, la responsabilidad en todo el país del control de la carnicería y la venta de ese tipo de producto es exclusivamente del Instituto Nacional de Carnes.


Logrando el Registro Único

Cesio informó que a través del registro nacional del RUNAEV, Registro Único Nacional de Alimentos, Envases y Vehículos que transportan alimentos, se está por lograr una única habilitación.

En eso se viene trabajando hace 15, 20 años en el Congreso Intendente y ya estamos en las etapas finales de un registro único.
Eso quiere decir que, por ejemplo, un producto determinado que se elabora en Salto , cumple todo el proceso de habilitación y una vez que está habilitado, esa habilitación rige para todo el país. Eso va a disminuir tiempos de espera para los empresarios, no duplicar esfuerzos de
habilitaciones, porque hasta este momento tú elaboras en Salto, habilitás en Salto, pero si vas a vender a Montevideo, no solo te exigen que lleves la habilitación del lugar donde se hizo el producto , sino que tienes que hacer toda la habilitación en Montevideo y así pasa en la
mayoría de los departamentos.
Esto es un avance importantísimo.Ahora se está en una etapa en donde se están capacitando a todos los funcionarios, en nuestro caso a todos los de salud e higiene, básicamente a los de higiene, que son quienes llevan adelante las inspecciones y las habilitaciones conjuntamente con el laboratorio de bromatología, que también en determinados momentos realiza algunos análisis de algunos productos, sobre todo cuando exigen algún brote de alguna enfermedad, básicamente gastrointestinales.


Cursos manipulación de alimentos

Estos son cursos que ya están instalados con gran aceptación en el departamento.
Pero a su vez también nosotros para que todo el mundo que manipule alimentos tenga las herramientas adecuadas, impulsamos con fuerte acento todo el tema de la formación y los cursos de manipuladores de alimentos que a esta altura se llevan desde el año 2015 más o
menos unas 6.000 personas formadas en la manipulación de alimentos. Esto no solo sirve para aquellas personas que están involucradas en la manipulación y la venta de alimentos en forma comercial, diríamos, sino también para la gente común que le gusta cocinar o que tiene que cocinar en la casa y así vamos disminuyendo las posibilidades de contraer enfermedades a través de los alimentos.


Venta de comida desde los hogares

Cómo llegan ustedes en esos casos a la Intendencia y como se inspeccionan.
Cuando se detectan, se hacen las inspecciones adecuadas. El problema es detectarlos.
Nosotros no tenemos, por ejemplo, una policía de control a través de las redes sociales, que es donde mayormente se realiza la oferta de estos alimentos.Es un problema que lo tiene todo el país y yo diría que es un tema que, a partir de la pandemia, no solo en el país sino en toda parte del mundo, porque mucha gente se reconvirtió y para poder sobrevivir ante la pandemia comenzó a elaborar alimentos para la venta, ya sea viandas, tortas, tartas, alfajores, empanadas. Eso se ha multiplicado. Es, en general, un ingreso adecuado de recursos para la
familia y nosotros tenemos muchas de esas personas que han realizado los trámites para, por ejemplo, ir a que se le habilite el lugar de cocina.
También durante algún tiempo hemos trabajado con emprendedores, con los cuales tienen una cantidad de emprendedores, una cantidad de acompañamientos que se hace para que puedan disminuir la posibilidad de riesgo de enfermedades a través de los alimentos.


Habilitación de vehículos y reglamento para productos artesanales

Nosotros en Salto avanzamos, no le vamos a decir pioneros, pero de alguna manera fuimos adelantados en el registro y la habilitación de los vehículos que transportan alimentos. Hay todo un reglamento departamental, con lo cual también se pueden controlar los camiones, las camionetas, los contenedores que a veces van en esos vehículos con alimentos.
Nosotros elaboramos en su momento un reglamento para aquellas personas que elaboran alimentos en forma artesanal.Están elaborando alimentos en una escala mucho menor y con determinadas características. Por ejemplo, bombones, yemas, alfajores, dulces. Hay un reglamento específico, las propias cervezas artesanales. Hay un reglamento específico que no es que disminuya los controles o lo que tienen que cumplir desde el punto de vista de higiene y de manipulación de alimentos, sino que están llevados a la escala de producción de ese tipo y tienen algunas flexibilidades que no tienen que ver con la garantía de la inocuidad del alimento, sino con la forma de producción y con las cantidades de producción.
Hay también una actividad constante por parte de los Inspectores de Higiene en dos aspectos.
Uno es el censo permanente de los comercios que venden alimentos lo que se hace caminando y así se lleva un registro y quedan integrados al control.
El otro es el control de las fechas de vencimiento de los productos y de estar vencidos se realiza el decomiso correspondiente.

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